Pilato, gobernador de Jerusalén, saluda al tetrarca Herodes.
"Pilatos, escribe a escasas semanas o días de la muerte de Jesús a Herodes y la confirmación por parte de su esposa Procla, la resurrección del Galileo"
No solo los relatos de los espias llegaron a oídos de Pilatos, sino la de su propia esposa Procla, el fiel centurión Longino y sus soldados. La esposa de Pilatos, creía en Jesus, mucho antes de su crucificción y fue ella, quién intentó persuadir a su esposo, no escuchar los reclamos infundados de los sacerdotes judíos para que se efectuara la ejecución de Jesús.
Por si le cabía dudas, cuando Procla y Longino fueron al maestro de Galilea, él, le habló a ella y al centurión frente a frente, recordándoles a ambos, donde estaban en momentos de la pasión.
Arrepentido Pilatos, narró lo escuchado de su esposa al resto de los jefes militares y todos ellos, lloraron por dìas, debido a los tormentos que aflijieron al Hijo de Dios.
Pilatos, ayuno por días y un evento poco conocido sucedio para su sorpresa. Dice Pilatos, que el Señor (Jesús) se le apareció y lo levantó del suelo y le anunció a él, que su nombre, sería recordado por siempre.
Así dice el texto:
Nada bueno hice bajo tu instigación el día aquel en que los judíos presentaron a Jesús, el llamado Cristo. Pues de la misma manera que fue crucificado, así también ha resucitado al tercer día de entre los muertos, como acaban de anunciarme algunos, y entre ellos el centurión. Yo mismo he decidido enviar una expedición a Galilea y atestiguan haberle visto en su propio cuerpo y conservando el mismo semblante. Y ha llegado a dejarse ver de más de quinientas personas, con la misma voz e idénticas enseñanzas. Estos individuos han ido por ahí dando testimonio de ello, y, lejos de vacilar, han predicado su resurrección como fenómeno extraordinario y han anunciado un reino eterno, hasta el punto de que los cielos y la tierra parecían alegrarse de sus santas enseñanzas [de Jesus].
Y has de saber que Procla, mi mujer, dando crédito a las apariciones que tuvo de él cuando yo estaba a punto de mandarle crucificar por tu instigación, me dejó solo y se fue con diez soldados y Longino, el fiel centurión, para contemplar su semblante, como si se tratara de un gran espectáculo. Y le han visto sentado en un campo de cultivo, rodeado de una gran turba y enseñando las magnificencias del Padre; de manera que todos estaban fuera de sí y llenos de admiración, [pensando] si había resucitado de entre los muertos aquel que había padecido el tormento de la crucifixión. Y, mientras todos estaban observándole con gran atención, divisó a éstos y se dirigió a ellos en estos términos: «¿Todavía no me creéis, Procla y Longinos? ¿No eres tú por ventura el que hiciste guardia durante mi pasión y vigilaste mi sepulcro? Y tú, mujer, ¿no eres la que enviaste a tu esposo una misiva acerca de mi? [...] el testamento de Dios que dispuso el padre. Yo, el que fui levantado y sufrí muchas cosas, vivificaré por medio de mi muerte, tan conocida para vosotros, toda la carne que ha perecido. Ahora, pues, sabed que no perecerá todo aquel que haya creído en Dios Padre y en mí, pues yo hice desaparecer los dolores de la muerte y traspasé al dragón de muchas cabezas. Y, en ocasión de mi futura venida, cada uno resucitará con el mismo cuerpo y alma que ahora tiene y bendecirá a mi Padre, al Padre de aquel que fue crucificado en la época de Poncio Pilato».
Al oírle decir tales cosas, tanto mi mujer, Procla, como el centurión que tuvo a su cargo la ejecución de Jesús, como los soldados que habían ido en su compañía, se pusieron a llorar llenos de aflicción, y vinieron a mí para referirme estas cosas. Yo, a mi vez, después de oírlas, se las referí a mis grandes comisarios y compañeros de milicia; estos, llenos de aflicción y ponderando el mal que habían hecho contra Jesús, se pusieron a llorar durante el día; y asimismo yo, compartiendo el dolor de mi mujer, estoy entregado al ayuno y duermo sobre la tierra. [...] y en esto vino el Señor y nos levantó del suelo a mí y a mi mujer; yo entonces fijé mi vista en él y vi que su cuerpo conservaba aún los cardenales. Y Él puso sus manos sobre mis hombros, diciendo: «Bienaventurado te llamarán todas las generaciones y los pueblos, porque en época tuya murió el Hijo del hombre y resucitó ya ahora va a subir a los cielos y se sentará en lo más alto. Y caerán en la cuenta todas las tribus de la tierra de que yo soy el que va a juzgar a los vivos y a los muertos en el último día».
Fuente:
Los Evangelios Apócrifos, por Aurelio De Santos Otero, BAC
CARTA DE HERODES A PILATO
Herodes, tetrarca de los galileos, saluda al gobernador de los judíos, Poncio Pilato.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgXfU71Nrl1HjLfhVJQnJpEb5Ry_BkKroDrylnzFSc9-pDq2Deeq2szvwDBM6xD2UN-Tvl9kJDz2ZUEYuzHDvqrQNNmOYBkIeU_7UkdYjLfqM-O2mgR5ns_a22qxTCNA8sBcGo7WGJt_qY/s320/ponciopilato-3.jpg)
Lesbónax, mi hijo, se encuentra en una necesidad extrema, presa de una enfermedad agotadora desde hace muchos días. Yo, a mi vez, me encuentro enfermo de gravedad, sometido al tormento de la hidropesía, hasta el punto de que salen gusanos de mi boca. Mi mujer ha llegado incluso a perder el ojo izquierdo por la desgracia que se ha cernido sobre mi casa. Justos son los juicios de Dios, por cuanto hemos ultrajado al ojo inocente. No hay paz para los sacerdotes, dice el Señor. La muerte hará presa en ellos y en el senado de los hijos de Israel, pues pusieron inicuamente sus manos sobre el justo Jesús. Todo esto ha venido a cumplirse en la consumación de los siglos; y así, las naciones van a recibir en herencia el reino de Dios, mientras que los hijos de la luz serán arrojados fuera por no haber observado lo que convenía en relación con el Señor y con su Hijo.
Por todo lo cual ciñe ahora tus lomos, asume tu autoridad judicial de noche y de día, unido a tu mujer en el recuerdo de Jesús, y será vuestro el reino, pues nosotros hemos hecho padecer al justo. Y si es que hay lugar para mis ruegos, ¡oh Pilato!, puesto que nacimos simultáneamente, da sepultura diligentemente a mi casa, pues preferimos ser sepultados por ti que no por los sacerdotes, a quienes en breve, según las escrituras de Jesús, les espera el juicio. Adiós. Te he enviado los pendientes de mi mujer y mi propio anillo. Si es que te acuerdas, me lo devolverás en el último día. Ya van aflorando los gusanos a mi boca y con ello recibo el castigo de este mundo; pero temo más a la sentencia de allá, pues los módulos de justicia que me aplicará el Dios vivo serán por duplicado. Vamos desapareciendo fugazmente de esta vida a los pocos años de nacer, y de allí proviene el juicio eterno y la retibución de las acciones.
Fuente: Los Evangelios Apócrifos, por Aurelio De Santos Otero, BAC
Fuente: Los Evangelios Apócrifos, por Aurelio De Santos Otero, BAC
No hay comentarios:
Publicar un comentario