"La maravillosa historia del profeta Enoc y el Eden paradisíaco"
Semyaza y Azazel, fueron los ángeles responsables de la caída del hombre, pero el mismo genero humano, contribuyó para que todo se sumergiera en los más oscuros pensamientos y acciones. Cuando Semyaza y Azazel llegaron al Edén, lo encontraron desolado y destruido. La mano del hombre había puesto su marca. Descorazonados ambos, con otros ángeles, se juraron reconstruir el Edén en otras tierras, pero todo empeoró.
Enoc, buscó el arrependimiento de todos ellos, solo un puñado de gente entendió la Palabra. Una batalla colosal tiño de rojo el valle de Bekaa, en el Libano y el final para los hombres se habia decretado.
El Diluvio, era la depuración para tanta maldad.
Introducción
Sucedió
hace mucho tiempo, cuando de la Primera
Esfera Celestial, bajaron a la tierra un Príncipe Serafín
llamado Semyaza y un Querubín de nombre Azazel para asistir a los edenitas que
partieron del Edén hacia el oriente, buscando nuevas tierras y con la intención
de no repetir el primer error suscitado en el Paraíso.
Otros seres de Luz descendieron de la Primera , Segunda y Tercera
Esfera Celestial, entre ellos, Serafines, Querubines, Tronos, Dominaciones,
Virtudes, Potestades, Principados, Arcángeles y Ángeles, en su mayoría, hasta completar un total de
doscientos.
Obraron
milagros sobre la faz de la tierra y enseñaron artes misteriosas de seducción y
combate. En el monte Hermón, en la cima
cuyo nombre es el Ardis, se juraron con un anatema cumplir la nueva misión que
ellos se impusieron, la de crear un segundo Edén bajo su supervisión,
desobedeciendo así, las ordenes del Cielo.
Conocieron
los ángeles desertores a las mujeres y las vieron bellas. Se unieron con las hijas de los hombres y
engendraron hijos, los cuales fueron los gigantes sobre la tierra y les
pusieron por nombre, Nephilim.
Se
llenaron los ángeles de lujuria, orgullo y vanidad, lo cual les significó su
caída y la terrible sentencia de no poder retornar a los cielos de orígenes.
Hubo
un profeta muy amado por Dios cuyo nombre fue Henoch, a quien llevó al Cielo en
una carroza de torbellino y profetizó el diluvio como castigo.
EL
HIJO DEL HOMBRE
Capítulo
1
Es el año 4116 a . C. o 1506 después de la Creación , cuando esto
sucedió:
Impaciente,
nervioso, un tanto alterado y otro histérico, no por ser su naturaleza sino por
la seguridad de tan extraño embarazo.
Nueve meses que no fueron como otros, por el contrario, a más de uno
llamó la atención. El momento esperado
era éste, las mil conjeturas que se podían hacer, ya no tenían sentido, sin
embargo, dominado por su inconsciente seguía esgrimiendo innumerables teorías
mientras transitaba por el mismo camino del comedor, el mismo sendero, hacia un
lado y hacia el otro, de norte a sur, turnando su mirada indagatoria hacia esa
bendita puerta esperando que se abriera y el suelo mismo que era testigo de su
larga espera.
Sin duda aquel
día era diferente, no solo por la llegada de un nuevo ser, sino que tras meses
de sequía, en pleno medio día, el cielo se cubrió de espesas nubes negras, lo
cual, no era lógico que aconteciera.
Amenazaba con llover cuando no debía ser así, atentaba una fuerte
tormenta cuando ni un aliento soplaba desde hacia meses en la región, pese a
todo eso, las nubes cargadas de pesada humedad estaba en lo alto y pronto a
caer.
Los gritos de parto
habían cesado, tan repentinamente como el mismo trueno en los campos. Un silencio extraño que no comprendió,
presagiaba en su ser temeroso el indicio de malas noticias.
Los segundos de
espera fueron una eternidad y no resistió más.
Con su energía y temperamento que lo caracterizaba, Lamec, sin pedir
permiso, ni mediar palabra, entró súbitamente al cuarto y tuvo ante él la
respuesta de tan callado nacimiento.
En manos de la
partera y sostenido por pañales, todos estaban fascinados, aturdidos y
confundidos a la vez por la llegada de esta criatura que Lamec tanto ansiaba
recibir.
El recién nacido
no era como los suyos. Su piel completamente
blanca como la nieve con partes rojas como la flor de rosa. La zona del cuerpo que fuera tocada,
permanecía marcada con un tono rozado, siendo señal inequívoca que alguien se
atrevió a tocarlo. Ningún niño del árido
era así. Jamás un bebé en todos los
territorios conocidos se manifestó con semejante presencia que confundía los
sentimientos, pasando de la alegría al desconcierto o peor aún, al temor.
Sus pelos no
eran ajenos a esa anomalía corporal, también blancos y abundantes, fiel a la
más bella lana. Cuando abrió sus ojos
pareció iluminar como el sol los corazones de los presentes, grandes y hermosos
con un tono claro pero indefinido, marcaban una mirada fija y penetrante
difícil de sostenerse en ellos, pues eran ojos de dominio y poder. Toda la habitación se iluminó con su
hermosura. Bello pero extraño, Lamec
creyó que no era su hijo, sino hijo de un ángel, análogo a los gigantes. Como si todo lo visto no fuera poco, una
sorpresa los paralizó al instante. El
bebé con su delicadeza enderezó lentamente su columna y quedando erguido por
completo para que todos lo vean, o para él, ver a todos. La partera misma temblaba como terremoto de
cordillera, esto no podía estar sucediendo, sin embargo, era así.
El niño abrió su
boca, su llanto fue tan dulce y conmovedor que, el miedo suscitado fue
menguando al escucharse tremenda dulzura.
No causaba pena escuchar al varoncito, el temor se reemplazó por alegría
y felicidad en todas las mujeres, pero Lamec, se negaba a avanzar tan solo un
paso más. En brazos de su madre, el niño
llenó de placer a todas las mujeres presentes, aunque lo moraba con
desconcierto, pues era muy distinto a todo lo visto hasta entonces.
Lamec fue preso
del terror, huyó del lugar y partió en busca de su padre Matusalén. Debía saber que estaba sucediendo.
Abandonó su
hogar tan a prisa como pudo, traspasó el campo llamado el árido, un gran valle
en la altura de las montañas del Líbano.
Su aridez era provocada por la escasez de humedad que desde el mar de
Eritrea avanzaba y chocaba del lado occidental de la cadena montañosa,
descargando allí la mayor cantidad de precipitaciones y muy poco al lado
oriental, atenuado únicamente por los ríos del deshielo de la primavera,
dominio indiscutido de los Cedros del Señor, los Cedros del Líbano. Esta era la característica del árido, la
región llamada Dundaín, morada de la familia de Lamec y sus antecesores que
tanto adoraban a Dios.
Todo era
anormal. Una fina pero molesta llovizna
se precipitaba en todo su cuerpo. Se
podían ver relámpagos y los truenos se escuchaban a lo lejos, más allá de los
Cedros del Señor. ¿Qué relación había
entre el nacimiento y este evento climatológico que no correspondía para la
fecha? ¿Una señal? ¿Un mensaje?
Si era así, todo indicaba que buenas, no podían ser las noticias,
demasiadas coincidencias para tan especial embarazo y parto de su amada mujer.
Tras mucho
correr y mojado llegó a la vivienda de su padre.
Nervioso, trató
de explicarle lo que sucedió. Con sus
manos Matusalén le exigía que se calmara, no se le entendía una palabra de lo
que quería expresar. Completamente
exaltado por lo vivido y por la agitación de tan tremenda corrida a través del
campo de Dundaín.
Respiró
profundamente, por instrucción de su padre, si quería hablar debía
tranquilizarse. Respiró reiteradamente y consiguió relajarse.
-
¡He traído al mundo un hijo, diferente a los otros! ¡No es como los hombres, sino que se parece a un
hijo de los ángeles del cielo! ¡Su
naturaleza es diferente y no es como nosotros! ¡Sus ojos son como los rayos del sol y su rostro
espléndido, pero en nada se asemeja a mí!
¡Me
parece que no es mío sino de los ángeles y temo que se cumpla un prodigio sobre
la tierra durante sus días! ¡Hoy no es
la excepción, tras meses de sequías, de la nada surgió esta lluvia tan cargada
de nubes que parecen el fin del mundo!
¡Te
suplico, padre mío que vayas al lado de Enoc, nuestro padre, y que conozcas por
él la verdad, porque yo la desconozco y fallezco de miedo por haber traído al
mundo un ser que no solo no es mío, sino que me hace temer por los hombres.
Sin
más que escuchar y comprendiendo la enorme preocupación de su hijo no podía
hacer otra cosa que ir en busca de una respuesta satisfactoria o
reveladora. Matusalén salió de su hogar
y marchó hacia los confines de la tierra, a la cima de una montaña del Líbano,
pues había oído hablar que allí se encontraba, el mismo lugar de donde se
podían ver relámpagos centellear con gran furia, motivo suficiente para que
ningún mortal se acercara tan solo al pie del mismo, pero los acontecimientos requerían
coraje y mucho valor, lo cual dignificó a Matusalén y emprendió su caminar
hacia esa gran roca que se elevaba como trono de Dios.
La llovizna
aumentó en cantidad y el viento hizo lo suyo, como si el clima jugara en su
contra y su voluntad de proseguir, sin embargo y pese al embravecido clima, no
desistió y continuó. Su firme decisión
estaba poniéndose a prueba una vez más y vencería como siempre.
Al pie de la
montaña alzó su mirada y pudo ver tan majestuosa morada del Señor, una gran
roca erguida para sostener como columna el cielo. Pese a los estruendos ensordecedores de los
truenos, ascendió por un camino desconocido, un sendero que de seguro, lo tenía
a su padre como protagonista de tantas ascensiones y bajadas. El viento y la lluvia se empecinaban en
golpearle el rostro, como si fuera un insulto o profanación subir, sin embargo,
el desafío y el esfuerzo acrecentaron su ímpetu para continuar.
En
la cima, los gritos de Matusalén eran continuos ya que no sabía como
hallarlo. Acostumbrados los
descendientes de Enoc a subir colinas y montañas, no fue tan tortuoso como si
lo era para otros. La mejor forma de
estar más cerca del cielo y recibir los mensajes que el Altísimo hacía
descender para el escriba, era llegando a este lugar tan particular, adorado y
temido a la vez.
El mal clima no
cesaba, por el contrario, empeoraba y grandes esfuerzo debía hacer para
sostenerse en pie. Los vientos le hacían
perder el equilibrio reiteradamente, pero continuó buscando por distintos
lugares de la cima sin cesar de invocar su nombre
Horas más tarde,
sus llamados fueron atendidos. Enoc se
presentó ante él saliendo por detrás de una gran roca.
-
Padre. He venido a tí a causa de una
gran inquietud – Alegre de volver a verlo, lo abrazó muy fuerte y le expuso el
interrogante. – Escúchame Padre, le ha nacido un hijo a Lamec, tu nieto, pero
no es parecido a él, a tí ni a mí. Su
naturaleza no es como la naturaleza de los hombres, su color es más blanco que
la nieve y más rojo que la flor de rosa, sus cabellos más blancos que la lana y
sus ojos como rayos de sol, que abrió iluminando toda la habitación. Despierta una suerte de admiración y a su vez
miedo en todos los que lo han visto y lo cuidan aún.
Lamec
está lleno de terror y no cree que sea suyo, sino de algún ángel. He venido a ti para hallar la verdad.
Más
que preocupado, Enoc se vio feliz, como cuando una gran noticia llega a oídos
de quién la estaba esperando. El escriba
del cielo se dispuso a decirle le verdad.
Lo tomó de uno de los hombros y le mostró el camino, se dirigieron a una
cornisa donde se podía contemplar toda la creación del Señor, a un lado el
árido a sus pies, al otro las colosales montañas y los Cedros del Líbano. Enoc extendió su mano izquierda hizo un paneo
de todo cuanto se podía ver, para mostrarle y decirle el destino de todo lo que
abajo estaba. La vista desde este lugar,
como un balcón más allá de la montaña, regalaba una imagen colosal y
maravillosa pese al terrible clima imprevisto para esa fecha.
-
El Señor cumplirá cosas nuevas sobre la tierra, ya he tenido esa visión y te he
hecho conocer que en los tiempos de mi padre Yared, ha habido quienes han
transgredido en lo alto del cielo la palabra del Señor. – Mientras le hablaba,
extendió su mano para entregarle un objeto desconocido y envuelto en un gran
paño de cuero. Sin dejar de prestar
atención lo tomó con intriga por su contenido.
Enoc continuó.
- Todos ellos
cometieron un pecado, transgredieron la ley, se unieron a mujeres y con ellas
han cometido el pecado, se han desposado y han tenido hijos, que son los
gigantes, dos veces más grande que cualquier hijo de hombre. También les han nacido otros seres de enorme
tamaño pero inútil en su capacidad mental, como si ellos fueran los creadores
de vida, han engendrado todo tipo de seres.
Muchos son los gigantes de hoy en día, otros son una mezcla de hombre y
medio animal, pues algunas mujeres no estaban en condiciones de parir tan
tremendas criaturas. – No resistiendo, desenvolvió el obsequio y en él, un
libro con una tapa muy dura forrada también del mismo material que el
envoltorio. Cuatro perforaciones, dos
arriba y dos abajo a modo de ojalillo y
dos cordeles mantenían unidas sus hojas.
No lo abrió, pues la lluvia arreciaba.
-
Es por eso, mi querido Matusalén, que habrá una gran ruina sobre toda la
tierra. Habrá un agua de diluvio y una
gran calamidad durante un año.
Ese
niño que ha nacido permanecerá sobre la tierra y sus tres hijos con sus
mujeres, serán salvados cuando mueran todos los hombres que estén sobre ella. Se salvarán ellos y sus hijos y otros tantos
que los asistirán.
Los
ángeles engendraron gigantes sobre la tierra, no de espíritu, sino de carne;
por eso habrá un gran castigo sobre el árido y será purificado de toda
corrupción. – Matusalén estaba sorprendido por lo que escuchaba, pero también
conciente que no era novedad, pues desde niño se lo inculcaron a él y a todos
sus familiares.
-
Anuncia a Lamec que su hijo, el que ha nacido, es verdaderamente suyo y que le
dé por nombre Noé, porque él constituirá una permanencia para vosotros. El y sus hijos serán salvados de la
destrucción que llegará sobre la tierra a causa de todo el pecado e injusticia
que se cumplirá sobre la tierra en sus días.
Sin más para
preguntar, Matusalén se marchó en medio de las tempestades que ya no lo eran
tanto. Descendió con sumo cuidado y para
cuando llegó a la base, la tormenta cesó bruscamente, el viento que aún
gobernaba el lugar, era para disipar las densas nubes y el olor típico a
humedad era fácilmente perceptible.
Atravesó el campo a paso normal, con las palabras de Enoc, repitiéndose
una y otra vez en su cabeza. No había
duda que el tiempo había llegado a su fin y las obras de los hombres, también.
Los primeros
rayos del sol comenzaron a filtrarse en lo alto, la oscuridad reinante, estaban
cediendo ante la luz, comprobándose que aún era el mediodía y no la noche como
parecía por tan escasa luminosidad.
Alegre Matusalén por los cielos abriéndose en lo alto, como señal que
buenas nuevas daría no solo a su hijo Lamec, sino también a toda la familia
presente.
Matusalén llegó
y habló.
La alegría fue
de todos, se celebró como ningún otro nacimiento la llegada de este pequeño
niño, su característica albina, única sobre el árido y más allá también. Tan única como el papel que Noé desempeñaría
en los próximos años.
El
tiempo pasó, Noé creció y Enoc ya tenía la señal para comenzar a predicar la
llegada del fin de esta generación sumergida en injusticias y pecados. Enoc, el escriba, inició su peregrinación a
todas las comarcas.
ENOC
EL ESCRIBA
Capítulo
2
Es el año 3518 a . C. o 2104 años después
de la Creación ,
cuando esto sucedió.
Estaba Enoc con los suyos, los
suficientes para que la
Palabra del Cielo fuese transmitida con emoción y a los
dispuestos a escuchar. Vestido con ropa
ligera por el agobiante calor, el blanco del profeta parecía radiar cada vez
que el sol asomaba detrás de la oportuna nube que los cubría del calcinante
rayo solar.
Ni
una gota de aire corría. Sin embargo, el
llamado del escriba del cielo a la cima de la empinada y rocosa colina, era
respondido por los seguidores sin importar la tortura del clima. Estos, además de familiares, se mezclaban con
otros llegados del gran valle del árido.
Se
había hecho una costumbre en los seguidores, imitar al profeta en cuanto a la
forma de vestir. Todos exhibían el color
blanco en sus prendas, pero la de Enoc, no tenía comparación.
Así
se sentían ellos con respecto al resto.
Los seguidores de Enoc y su descendencia carecían de maldad y especulación,
de arrogancia y doblez de corazón. Por
el contrario, éstos, eran motivo de continuas burlas pues se conformaban con
poco. Vivían con lo justo y necesario. No necesitaban acumular ganado en exceso o
negociar sus hijas con matrimonios espurios sin amor por simple
conveniencia. Estaba claro para todos,
que una calamidad estaba por llegar, ya sea por el pie del Dios o la cabeza
insensata del hombre que no cesaba de crear un nuevo conflicto ni bien
culminaba el anterior. En continua lucha
tribal vivían los clanes para saquear los bienes y las tierras del otro. Lucha despiadada que parecía no tener fin.
Esta
no podía ser la vida. Convencidos unos
pocos que la vida debía vivirse y no que esta lo viviera a uno, era necesario
un cambio sustancial en todos. Pero la
mayoría, no comprendía el mensaje del profeta y por esto, eran marginados y
ridiculizados.
Con
el tiempo, comprendieron que el hombre no estaba feliz. Insatisfechos los habitantes del árido,
volcaban sus energías en vanas contiendas para perecer en gran número. Nada había de honor en la matanza. La vida debía ser otra y los seguidores, poco
a poco, se fueron apartando de la muchedumbre y se establecieron en nuevas
tierra. Se alejaron del tentador valle y
ocuparon tierras próximas a los Cedros del Líbano y Dundaín.
Libro
en mano, enseñó lo que estaba escrito en beneficio de quien deseaba
escuchar. Cuando en los primeros días
habló el Escriba del Cielo, temió que la esperanza muriera por la ignorancia de
su pueblo, pero con su esfuerzo y dedicación, tras varios años y con la Palabra partiendo de su
boca, encontró oídos dispuestos a escuchar y corazones atentos a buscar una
razón de ser. Una vida digna de ser
vivida.
Feliz
por estar con ellos y satisfecho porque algunos pudieran ver los nuevos cielos
y nuevas tierras que pronto surgirían tras la calamidad, se convenció que gran
parte de la tarea estaba cumplida. Tarea
que no fue fácil llevar a cabo por la continua insensatez del hombre y la
soberbia de los vigilantes del cielo que desertaron de las alturas.
Leyó
con agrado los últimos versículos del valioso libro. Su voz fuerte hacía que todos escucharan y
sintieran su magnética presencia. Sin
gritos enfermizos, ni discursos enloquecidos, Enoc, con plácido monólogo
transmitía lo que era necesario y oportuno para esta reunión.
Nadie
se movía. Sentados en la tierra y
habiendo apartado con anterioridad las pequeñas rocas cortantes del lugar,
seguían atentamente el prolongado pero útil discurso. Agradecían muy en su interior a la nube que
desde lo alto, daba la sombra necesaria para ser más tolerante el agobiante
día.
- He aprendido
todo con los ángeles del cielo y he comprendido todo lo que vi y lo que escuché
– Dijo Enoc mirando a varios de los presentes.
Observó que todos seguían muy atentos, tanto como al comienzo y leyó las
siguientes palabras:
- Es por los
Elegidos que hablo y a causa de ellos pronuncio una parábola. ¡Él saldrá de su mansión! ¡El Santo y el
Grande!
¡El
Dios del mundo irá desde allí sobre la montaña del Sinaí y aparecerá desde lo
alto en los cielos! ¡Los pecadores se
atemorizarán, temblarán de terror y un gran temblor sacudirá los extremos de la
tierra! – Dejó de leer y por unos instantes volvió a mirar a todos y les dijo:
- ¡En verdad les
digo que así será! – Ni uno se atrevió a preguntar, hasta que el sagrado libro
no se cerrase, no harían pregunta alguna, ni siquiera en sus mentes se atrevían
a hacerlo. El propio Matusalén,
comprendía la importancia de no interrumpir y solo escuchar y esperar el
momento que su padre se dispusiera a dialogar fluidamente con todos. El libro seguía abierto y eso, era
autoridad. Volvió a leer las palabras
que solo él podía entender.
-
¡Las montañas se derrumbarán y las colinas se fundirán como la cera ante la
llama! ¡La tierra se incendiará! ¡Todo será consumido por el fuego, la peste y
el hambre! ¡Habrá un juicio y pobre del que se encuentre en pecado!
¡El
Señor dará la paz a los justos y cuidará a los Elegidos, sobre ellos reposará
la clemencia! ¡Todos ellos serán hijos
verdaderos de Dios! ¡La descendencia
será bendita y por gracia de Dios! – Enoc cerró el libro.
Tomó con sus dos
manos el pequeño libro y lo extendió hacia arriba cerrando sus ojos y por unos
instantes, quedó en meditación. Delante
de él y haciendo un semicírculo, varias decenas de personas, hombres, mujeres y
niños lo escucharon atentamente. Su hijo
Matusalén, avanzado en edad, más de lo que pudiera llegar la mayoría, también
oía sus palabras, como lo hizo siempre pero con mayor devoción que antes, pues
el tiempo había llegado a su final y los presentes así lo entendían.
Las palabras
sagradas que Enoc había recitado fueron dictadas por los ángeles del cielo al
escriba y profeta para dar testimonio y sentencias a esta generación de hombres
y mujeres, descarriados, violentos y perversos.
Lo instruyeron y le otorgaron la responsabilidad de dar conocimiento del
gran pecado cometido por los doscientos ángeles caídos y sus nefastas consecuencias. Ellos, alteraron el normal desarrollo de la
evolución humana, degenerándola y cediéndoles más conocimientos de lo que
debían adquirir para tan temprana edad evolutiva. El pequeño libro que muy pocos podían leer
era el tesoro más preciado de Enoc, incluso, más valioso que el mismo oro, pues
era un valor espiritual y no material.
Enoc por
mandato de los ángeles del cielo, bajó de la gran montaña, de aquella en que
Matusalén lo interrogó alguna vez por el extraño nacimiento en el árido, del
hijo de Lamec que tanto alboroto había causado por entonces. Enoc retornó con los suyos para predicar en
el extenso y hermoso Líbano y preparar a los Elegidos en la última y más
traumática hora del hombre. Debía
instruir a los habitantes del árido y hallar entre los hombres y mujeres
aquellos Elegidos que se pudieran salvar de la calamidad y para que éstos,
colaborasen con Noé prontamente.
La búsqueda de
los Elegidos fue más fácil de lo que había imaginado, esta gente justificaba el
sacrificio. La humanidad se saturaba en
infracciones, muy simple era hallar algunos de buen corazón puesto que los
malos y los injustos despuntaban rápidamente en fechorías y mentiras, ellos
eran la mayoría y en sus acciones cotidianas se veía la maldad.
Se
dispuso a hablar nuevamente ante el importante grupo que escuchaba la Palabra del Cielo y sus
recomendaciones. Fue entonces cuando
aconteció lo que de aquí en más, sería una constante. La nube que residía por encima de ellos,
dándole sombra por tan radiante sol, comenzó a mostrar signos sorprendentes e
inexplicables. La nube parecía girar en
sí misma y envolviéndose a su vez con velocidad y armonía. Un estruendo de cientos de caballos en lo
alto, era testigo de un milagro en el cielo.
Todos sin excepción alzaron la vista y la fijaron en ese
extraño evento que los estaba dejando sordos, como si la fuerza de todo un
magno ejército en los cielos, se dispusiera a dar batalla contra un enemigo que
no se encontraba a la vista y, de existir, se llenaría de horror con solo
escuchar su fuerza arrolladora y paralizadora.
El temor era grande en todos y sus rostros reflejaban el
miedo y la incertidumbre por lo que les podía suceder. Se encogieron de hombros, algunos se
alteraron y se incorporaron para escapar de lo que parecía una amenaza, pero
Enoc, por el contrario, se mantenía firme y alegre por el evento que lo tenía
acostumbrado.
Las aves del
cielo se alejaron de la cima de la colina y fueron a lo alto. Otras atraídas, llegaron con raudo vuelo
sumándose al resto y giraron en círculo muy amplio entre la cima y la nube
misteriosa, como si ellas estuviesen rodeando y protegiendo al profeta y los
elegidos. Aves que eran presas y
cazadoras volaban juntas sin el temor de ser devoradas por las implacables
águilas del Líbano. Increíble de creer
pero era así, tal como sus ojos lo estaban viendo, cientos de aves giraban en
el mismo sentido que la gran y sorprendente nube.
Era ya un
torbellino, el polvo se alzó y todos cubrieron sus rostros porque la fuerza era
muy poderosa. Las ropas se agitaron por
el viento que surgió de repente y todos vieron como Enoc, protegía el pequeño
libro al igual que una madre abraza a su hijo ante el peligro, pero él sabía,
que no había que temer por sus vidas.
Poco a poco el
feroz torbellino comenzó a alejarse del sitio y no perdió su forma
circular. Para sorpresa de todos,
incrementó su velocidad y tomó rumbo a la gran montaña, aquella donde Enoc,
vivió por algún tiempo. Esto era más que
una señal.
Todos
sorprendidos, se limpiaron sus vestimentas pues la tierra los había impregnado
de la cabeza a los pies. Si alguno tenía
dudas del escriba y de sus palabras sagradas, ya era imposible que en sus
mentes albergaran confusión. Sin más
para ver, tan solo las aves que continuaban en su vuelo circular sobre ellos,
Enoc volvió a hablar.
- Hermanos míos,
pronto deberé marcharme por un tiempo más, seré instruido en lo que acontecerá
para nuestro tiempo y para los que vendrán en generaciones futuras. Lo que he adquirido no basta y más debo
aprender, así ustedes crean que es mucho, en verdad no lo es. – La colina en
que Enoc predicaba desde hace varios años, se ubica en el desierto de Dundaín,
lugar predilecto del escriba para hablarle a los suyos y hacerles entender que
ellos tenían la posibilidad de elevarse espiritualmente con respecto al resto
que permanecía abajo, en el árido, con sus actividades mundanas que poco
contribuían a sus almas, en un estado salvaje del espíritu.
Nadie los
molestaba, muchos metros los distanciaban de la tierra, mucho era el cansancio
que generaba llegar a la amplia cima, pero la fatiga se recompensaba con
Fe. El premio por ascender, simbolizaba
la ruta hacia la luz superior. En lo
alto estaban libres de cualquier ataque de los salvajes que se multiplicaban
sobre el árido, pues la injusticia era moneda corriente y muy sangrienta.
Rodeado por
sus alumnos, todos ellos de cara al sol comenzaron a interrogar al
profeta. La nube que les daba sombra ya
no estaba y se sintió la necesidad de ella.
El calor era demasiado.
- Señor, el
abuelo de mi abuelo, muy poco le ha contado sobre el pasado, no obstante
reiteradamente me ha dicho: “poco debo contarte de lo que aconteció tiempo
atrás y mucho de lo que sucede hoy”.
Nunca me explicó el significado de su frase y no estoy seguro de
entenderlo. – Enoc aprobó con su cabeza, sabía su respuesta. Quién preguntaba se llamaba Iyasusael.
- No es una
frase que exista, sino que la ha dicho por que lo sentía. Mucha razón tiene él y bueno es tomarla como
enseñanza.
Tu abuelo poco
ha de contarte de lo que pasó, porque en tiempos remotos la humanidad estaba
muy cerca de la Creación
y todo se encaminaba según lo establecido.
Orden y no autoritarismo regía armoniosamente entre los seres carnales,
los espirituales y la naturaleza. La
vida al comienzo estaba llena de paz y tranquilidad, fue tan así que muchos la
consideraron aburrida y un estancamiento en la evolución de la humanidad y de
los seres ya en evolución. Fue entonces,
cuando la mentira apareció para sacar ventaje del prójimo.
Para sostener la
primera mentira se necesitó de otra y luego otra y otra más. Llegó a tal punto que, la Mentira sobrepasó a la Verdad y como bola de nieve
creció hasta taparlos a todos. No
pudieron vivir en la hermosura de la paz, algunos seres en evolución tentados
por Ángeles Caídos cayeron en pecado, pues tomaron el camino más corto y les
puedo asegurar que para ellos, hay un abismo de fuego esperando sus almas.
Las intrigas y
las disputas surgieron y con ello la guerra, que envolvió a los seres en una
edad evolutiva que no debía acontecer.
En éste punto, insisten los ángeles del cielo. La muerte violenta fue cotidiana y las
historias crecieron más que la firme raíz de la bondad.
- Hasta hoy en
día. – Contestó el joven.
- Hasta hoy y
seguirá por algún tiempo más.
- Por eso nos
cuentas sobre el castigo del árido.
- El pecado, la
sangre derramada en estúpidas peleas entre hermanos y los llantos, han llegado
hasta el cielo y a oídos de los Buenos Ángeles.
El primer Edén fracasó por alterar el normal y planificado esquema de
evolución, hubo un perdón hacia los descendientes y poco han aprendido, cayendo
por segunda vez en los mismos errores que Eva y Adán, aunque esta pareja
primera no lo hizo con mala intención.
- Si el castigo
es inminente ¿cómo es la salvación o
cómo se debe actuar? – Uno de los presentes de nombre Adnarel quería saber lo
que todos se preguntaban en sus mentes, no era la única mujer en querer
comprender sobre la forma de salvarse.
- Si en el
comienzo existían normas y aprendizajes contrapuestos con las normas y
aprendizajes actuales ¿cuál crees que es la correcta? – Sabía respuesta. Una pregunta para que sea respondida por
quién interrogaba.
- Ya
comprendo. Pero... ¿cómo distinguir
quién dice la verdad y quién busca embaucarnos para desorientarnos?
- Tú misma
podrás darte cuenta. – Con el gesto de uno de sus dedos, señaló la cima de la colina.
- Observa a la naturaleza y hallarás la respuesta a todo, no solo a esta
inquietud sino a todas las que puedan surgir.
- Ayúdame a
comprender esta. – Insistió la mujer.
- Mira los
frutos del árbol y lo sabrás, mira el follaje de la vegetación y los arbustos y
lo conocerás. – Señaló hacia arriba y todos miraron. - Mira las nubes que están
en el cielo y lo entenderás. Si el fruto
es a simple vista comible y su aroma hermoso, es porque no está podrido por
dentro.
Si el follaje de
la vegetación es espléndidamente verde y frondoso, el árbol es sano desde su
raíz, pues tiene de florido lo que tiene de sepultado y esta raíz es el mismo
corazón del árbol, bello por sí solo y firme en su crecimiento, entenderás que
el suelo nutrió debidamente al árbol. Poco
puedes esperar de uno seco.
Si las nubes que
están en el cielo son blancas, sabrás que te darán sombra y protegerán del
calor abrazante del sol de verano, pero si negro es su color, una tormenta
arribará y refugio irás a buscar.
Mira
a tu alrededor, el Creador nos da infinitas señales, pero no queremos ver los
mensajes sabios que a través de la naturaleza nos da, intercediendo así en
nuestro beneficio. Solo debes saber
quién habla y que hizo él de su vida. No
puedes esperar un buen consejo de quién es un consumado pecador, no puedes
esperar paz de quién tiene manchadas las manos con la sangre de su
prójimo. No puedes esperar que alguien
hable de Dios cuando toda su vida, maldijo por un mal resultado. Mira lo que es él como ejemplo y sus hijos,
si es que los tiene, y sabrás si es digno de escuchar o seguir camino.
Siempre observa
y escucha, habla si quieres después, pero solo cuando sea conveniente, de lo
contrario estás perdiendo tu tiempo con una roca que nada escuchará y nada
verá. No existe otra mejor forma de
diferenciar a los falsos de los verdaderos.
-
Entonces a muy pocos se pueden escuchar. – Confirmó Adnarel.
- Porque se ha
alterado la evolución, se quiso adelantar el proceso de aprendizaje de otras
tribus que no estaban en condiciones de adquirir nuevos conocimientos, se
basaron en el beneficio material y no en el espiritual. Fue un grave error. Primero se debe crecer interiormente y luego
por fuera, no puedes tener hermosas ramas con su follaje si primero no hechas
raíz profunda. Esto alteró por completo
los clanes del árido y pueblos vecinos, no estaban listos para comprender la
esencia del espíritu, mucho menos, el poder y la energía que hay dentro de uno
mismo. Somos energía en un cuerpo
alterable con el tiempo, pero la energía en sí, no se altera, pero si se la
comprende, aumenta en magnitud y nos vuelve inmune a las enfermedades
psíquicas, además de otros beneficios innumerables.
- Si entonces
solo escuchamos a quién nos aconseja bien, como lo haces tú y seguimos los
preceptos primeros ¿cómo se puede hallar la salvación si el Creador ha decidido
y sentenciado a esta humanidad a perecer en corto tiempo? – Adnarel reformuló
su pregunta primera, no había comprendido bien la explicación, pero tenía gran
interés en entender.
- Tú me has preguntado
antes sobre la salvación, la respuesta ya te la he dado, pero las enseñanzas
son tan pocas desde que el Edén cayó, que no se les puede culpar por no
comprender, pues yo mismo era como ustedes y pregunté para alejar de mí la
ignorancia, solo así se pude llegar a la Verdad olvidada.
Ustedes...
– Señalando a todos con su palma a todos, no como un acusador sino para que
sintieran la responsabilidad que estaba hablandoles a ellos principalmente y no
a los habitantes que seguían en sus actividades cotidianas lejanos a ellos. –
...han comprendido todo lo que ven sus ojos, pero no asimilan aun lo que siente
el espíritu poderoso que mora en ustedes y ese, es el verdadero Ser que
requiere aprendizaje. Cuando se
inquieten por la salvación, no deben hacerlo siempre de una forma meramente
física, sino espiritual. De acuerdo
estoy con ustedes, que la raza no debe extinguirse y por eso deben sobrevivir
muchos para que el proyecto de la evolución continúe, pero de nada sirve si sus
espíritus siguen contaminados. Esa es la
salvación primordial, la del alma, quién debe adquirir conocimiento para la
salvación eterna. Si ésta aprende, jamás
cae.
- Pero ¿cómo
podemos ser eternos si morimos en medio de los Ejércitos del Señor? – Adnarel
insistía.
- Ocúpate de
cultivar el espíritu en todas sus formas.
Cuando tu cuerpo no exista más, solo será como mudar de ropa, pues tu
alma no morirá. En un tiempo regresarán
a este plano físico, tomarán un nuevo cuerpo en un vientre materno, acorde a la
misión y aprendizaje que deban pasar.
Morirás y nacerás en la carne tantas veces como sean necesarias. Lo físico siempre será circunstancial, pero
el alma que habita en él, suma conocimiento o resta, depende de la intención de
cada uno, si buscan crecer o si no buscan nada, solo pasar el momento. A estos últimos nada se le puede exigir, pues
nada les importa. Ustedes tienen la
posibilidad de estar más cerca de la
Verdad y llevar una vida armoniosa y pacífica luego que
llegue la Ira del
Señor, pues la existencia humana no se extinguirá.
-
Pero la escritura ha dicho que todo lo que está sobre la faz de la tierra
perecerá. – Otro de sus seguidores tenía dudas, era menor en edad, pero igual
de interesado que el resto.
-
Todo perecerá, como está escrito, toda obra de los hombres no se mantendrá en
pie, ni podrá ser útil para los reyes.
Pero unos pocos vivirán en la carne luego de la calamidad.
-
¿Esos son los Elegidos?
- Ellos son los elegidos, pero en
cierta forma, ellos se eligen así mismos por sus buenas acciones. Algunos serán apartados para que la raza no
perezca, de lo contrario, no abría forma de continuar con este plan divino y no
habría nuevo cuerpo para reencarnar.
- Semyaza ha
dicho una y otra vez... – Iyasusael pronunció el nombre del ángel más
responsable del fracaso humano. El resto
de los seguidores reaccionaron al instante con solo escucharlo. Enoc por el contrario, no prejuzgó, no
dramatizó con lo dicho por el fiel seguidor y mantuvo su rostro sereno como
desde el primer minuto que comenzó a predicar en la colina de Dundaín. El resto, por temor o por simple reacción,
murmuraron distintas apreciaciones contra el ángel caído y exhibieron numerosos
gestos que iban en desaprobación y muecas de horror. - ...que el Padre Creador
nos odia y se arrepiente de habernos creado y por eso nos quiere destruir. No niega sus palabras maestro, pero sostiene
que el fin está cerca y la aniquilación total es inminente. También ha dicho que solo la lucha y el control
del árido nos podría dar la oportunidad de sobrevivir.
-
Lo que Semyaza dice son verdades a medias o mentiras atenuantes para justificar
lo que él quiere hacer. – El sol estaba en el cenit y el calor se sentía a
pleno desde que el torbellino se marchó hacia la enigmática y atrayente
montaña. Con el cielo despejado, el
celeste maravilloso tapizó de norte a sur y de este a oeste. Ni una nube en lo alto, solo el astro rey y un
calor abrasador. – Les haré una pregunta simple. ¿Ustedes como padres, odian a sus hijos? ¿Soportan verlo sufrir? ¿Tomarían su cuchillo bien afilado y lo
sepultarían hasta lo más profundo de su corazón?
-
¡No! – Todos respondieron lo mismo y con gesto claro de desaprobación y estupor
- Entonces... esa es la
respuesta. El padre no puede desearle el
mal a ninguno de sus hijos, tampoco lo exterminaría. Si Lucifer, el ángel más bello y brillante que
habitó los cielos, desertó, traicionó y combatió a Dios Padre y pese a su
actitud no fue aniquilado ¿cómo ustedes pueden ser extinguidos de este proyecto
humano? ¡Para nada! El verdadero sentido de hacer perecer todo lo
que está sobre la tierra, son las obras materiales y los seres corporales que
habitan en él, pero nunca el Alma. Es un
derecho divino la vida eterna. ¿Cómo
Dios Padre va querer dar por concluida esta tarea que recién comienza? Solo se trata de corregir lo que los mismos
hombres y seres en evolución han alterado, por su codicia y por la tentación de
los ángeles caídos.
-
¿No se puede corregir sobre lo que ya está., educando a las nuevas
generaciones?
-
¿Se puede enderezar un árbol de 30 metros de alto y bien torcido?
-
No.
-
Tampoco a esta humanidad en el árido. Se
debe comenzar de nuevo y corregir al máximo los errores, pero mientras existan
seres como Semyaza y Azazel, seduciendo y tentando a los hombres, las
alteraciones seguirán siendo una realidad.
Hay que ser precavidos a sus dulces estímulos.
- Semyaza y
Azazel ¿fueron responsables de la caída del Edén, como la tierra para hacer
evolucionar a los hombres? – Adnarel estaba muy entusiasmada en conocer la
verdad y no iba a permitir que alguna duda sobre lo que aconteció en tiempo
atrás sobre el árido y el Edén permaneciera en su mente.
- No, pero el espíritu transgresor
fue el mismo. Eva al percibir que el
proyecto no era tan satisfactorio como deseaban, pensó acertado hacer unos ajustes
al Plan Original. Ese fue un gran error
involuntario porque el plan no era de ellos, sino un Plan Supremo que estaba
correctamente trazado, solo era cuestión de tiempo y ella fue tentada por otros
seres en evolución y aceptó sus propuestas, de la misma forma como ocurre
actualmente con Semyaza y Azazel. – Sin que nadie lo dijera, esto era lo que
todos querían conocer. La historia del
Edén, su tribu y el fracaso, era el tema que más interés despertaba en todos,
mucho más que los ángeles caídos. La agitación
de los seguidores de Enoc quedó al descubierto por completo cuando Adnarel hizo
la tan punzante pregunta y el escriba no ocultaría la verdad de lo
acontecido. Todos incluso el profeta,
cargaron de enorme emoción la cumbre de la colina de Dundaín, era la historia
más atrayente de todas y no todos la conocían, ahora, estaban a punto de saber
mucho más de lo que sus oídos escucharon.
La boca de Enoc daría las verdaderas palabras de lo sucedido y eran
todos conscientes que el Escriba era un elegido de los Santos del Cielo y por
consiguiente, el único que podía dar luz a esta historia tan apasionante y
traumática a la vez del origen del hombre sobre la tierra. Enoc, continuaba su relato apasionado y
verdadero.
-
¡Deben comprender este punto central! – Hizo fuerte hincapié en esto. - Cuando
mentes superiores establecen un plan divino, saben de su demora en cada
etapa. La paciencia es la virtud del
sabio y Eva lo transgredió, no por maldad sino por sentir frustración a una
tarea que parecía estar mal encaminada, pero no solo Eva se equivocó, fueron
muchos más.
-
Pero ellos fueron los responsables.
- Sí, fueron responsables y pagaron
por su desobediencia inocente. Los
conocimientos vertidos fuera del Edén, es decir, a las tribus que existían más
allá de las murallas del Edén, aceleraron los procesos de evolución. Si los aprendices del Jardín hubiesen sido
seres en avanzado estado de evolución y lo adquirido bien empleado, no hubiesen
existido reprimendas mayores. Pero esto
no ocurrió, las tribus que circundaban el emplazamiento del Jardín del Edén no
tenían ni lo básico para aprender y se degeneraron por completo. Esta fue la primera trasgresión en el Edén,
generada por ellos mismos, es decir, desde el interior. Luego llegó la segunda trasgresión con la
llegada de Semyaza como Azael y los otros ángeles. Les dieron a las tribus primitivas las
herramientas necesarias para utilizarlas con fines violentos y saldar cuentas
entre clanes rivales, su estado salvaje era alto y con armas en las manos, solo
generaron más destrucción y muerte. El
proyecto original nuevamente se alteró con consecuencias nefastas...
- ¿Puedes contarnos como fue ese día
en que los ángeles bajaron del cielo? – Iyasusael intervino rápidamente. Los corazones de todos parecían agitados, más
que emocionados, la necesidad de conocer era mucha y Iyusasel y Adnarel tomaron
la iniciativa para interrogar exhaustivamente a Enoc. Por el contrario, el escriba, estaba feliz
que sus seguidores tuvieran la intención de conocer el origen de las cosas, de
los errores y las virtudes que suscitaron en los comienzos.
-
Te lo contaré porque hace bastante tiempo que transcurrió: Los gigantes de hoy, los que se extienden por
toda la tierra, fueron y son los hijos de los ángeles caídos y el pecado su razón
de vivir. Dos transgresiones hubo, como
les he dicho desde los comienzos, pero luego, los errores se multiplicaron como
la enfermedad incurable y los gigantes que se diseminaron por todo el árido y
más allá también, son resultado final del pecado de los ángeles rebeldes y la
falta de amor entre los hombres. – Enoc se dispuso a iniciar la narración que
los atraparía por largas horas en la cima, si el sol radiaba fuerte, poco
importó, pues el escriba conocía muy bien la historia y ninguno se la perdería. Se acomodaron en sus lugares, levantando un
poco de polvo del lugar. En kilómetros a
la redonda no se podía ver ningún estanque de agua, lo que mostraba la gran
aridez de la región, peor aún en la cima, pero grandes jarras de agua habían
llevado los seguidores y bebieron con enorme necesidad, tanto, como la
necesidad de saber.
El
relato del Escriba del Cielo comenzó con gran entusiasmo, lo que sobrevino,
cientos de años atrás, cuando los ángeles eran benditos en el cielo.
EL
EDEN
Capítulo 3
Es el año 5063 a .C. o 559 años después
de la Creación
cuando esto sucedió.
Aconteció la llegada de los ángeles
del cielo a la tierra y sucedió lo que no debía ser.
Azazel, vigilante de lo alto, descendió
a la tierra y su luz, su energía vital, se condensó y se materializó en cuerpo
humano. Encarnó para cumplir con su
sagrada misión y llegar hasta el mismo Paraíso Terrenal.
Los enormes picos montañosos del bello
Líbano, estaban a la vista del ángel y como estructúrales columnas, sostenían
el cielo celeste desde los cimientos mismos de la madre tierra. Cubierta por abundante nieve y algunas nubes
en lo alto, captaba la mirada y atención de Azazel, entre contemplación y
fascinación.
Uno
de los tantos ángeles, que debía cumplir con la tarea de controlar y supervisar
los eventos en el árido, al oriente del Edén y las tierras cercanas al Jardín,
al occidente del Líbano, pero era este ángel, quien debía informarse de lo
acontecido en el Paraíso, más allá del Líbano occidental, por la península que
se incrusta en el gran mar de Eritrea, hasta las tierras extremas de las
montañas de Chipre. Comprender los
últimos sucesos del Jardín, fuera de él y las consecuencias que esto implicó,
con ojos humanos y no, de ángel del Altísimo.
Caminó el ángel
desde el Líbano, franqueó el río Eufrates para alcanzar el reino del bello
Jardín, pues los ríos Eufrates y Tigris, nacen de las altas montañas del
Paraíso, desde la gran península de Chipre y lo atraviesan en toda su extensión
con rumbo oriental.
Luego de un
tiempo, de caminar y de meditar en su tarea, llegó cerca de los muros externos
del Edén y no pudo esconder la gran emoción y alegría por arribar tras semanas,
al místico lugar donde las cosas se originaron.
Su rostro acusaba enorme felicidad y su cuerpo conmoción por lo que sus
ojos veían. El Edén estaba frente a él y
la maravilla despuntaba del resto.
Contempló por fuera el espléndido lugar que como un oasis en el desierto,
se destacaba de los campos mediocremente cultivados alrededor. A kilómetros de distancia, se notaba la
exagerada diferencia entre la conciencia de uno y la inconsciencia de
otros. No era cualquier lugar ni uno
más, era el Paraíso que los ángeles del cielo diseñaron para el hombre y su
expansión posterior en la tierra.
Algo salió mal.
El escaso
movimiento y el silencio reinaban por completo, dándole al corazón de Azazel
una fea impresión que no correspondía al Paraíso Terrenal. El pasto demasiado alto y los cultivos sin cosechar
daban señal de un descuido inaceptable para el proyecto divino. El mal olor comenzaba a sentirse en
proximidades del muro exterior y eso le causó pena al vigilante del cielo. Así no debía ser.
El Edén tiene un muro circular de
importante altura, lo suficiente para marcar el territorio, no para los hombres
sino para las bestias del campo, pues servían de contención. Este hermoso muro, era de ónice. Una piedra preciosa, veteada como el ágata,
de tonos verdes. La piedra, se extraía
de los territorios de Havilá, por donde surca el segundo río del Edén.
El ecosistema estaba diseñado con su
equilibrio correspondiente, pero demasiada mudez reinaba y eso, inquietaba por
completo a Azazel. La emoción del
comienzo, se reemplazó por desconcierto y preocupación. Alguien debía haber quedado, sin embargo,
parecía lo contrario. Continuó caminando
sin temor y atravesó el gran portón principal que comenzaba a cubrirse con
hiedras desde su base hasta las bisagras inferiores. No todo el portón estaba cubierto, pero
rápidamente iba a estarlo si no se realizaba el mantenimiento correspondiente. La desatención comenzó a evidenciarse apenas
llegó al Jardín.
Sabía que Adán, Eva y sus colaboradores
se habían marchado del Jardín, pero algo más tenía por saber. Los ángeles tenían la misión de conocer todo
lo que aconteció en tan escaso tiempo, en el paraíso y sus alrededores.
Algunos animales carnívoros y
feroces se le acercaron, pero no mostró miedo por ellos, pues poseía el poder y
la energía para dominarlos y caminó a través de las bestias con total impunidad,
pero siguió percibiendo mucha anormalidad.
Vio animales muertos y mutilados, no por obra de otros sino, por la
acción del hombre. Flechas y cortes
profundos daban señal de espadas muy filosas sobre sus cuerpos, un pecado
inadmisible, pues estos animales estaban destinados a la proliferación y
posterior envío a tierras lejanas, como parte del plan de poblar la tierra
luego del cataclismo que originó el Génesis.
Esta era otra de las funciones del Edén, no solo expandir el
conocimiento de los seres en evolución sino también, repoblar la vida animal y
vegetal tan dañada por el hundimiento de todas las tierras del planeta, quedando
por consiguiente, sumergidas en mares oscuros, niebla y caos. El Edén era el punto de partida para el verdadero
hombre en el mejor estado de conciencia y con el oro interno, cubriendo todos
los cuerpos metálicos, pues el curso primitivo reinante, los colocaban en una
categoría más apropiada a la de animal intelectual y lo que el ángel veía
confirmaba este escalón pobremente evolucionado.
Continuó por el camino de piedras
rectangulares, muy bien cortadas y colocadas.
Llegó hasta la segunda muralla, hecha con bedelio, piedra que se halla
también, en la región de Havilá. Este
muro es no era alto y al igual que el primero, un portón por donde ingresar con
el mismo estado de abandono. Doce eran
las entradas y doce los caminos principales, una para cada mes del año.
El tamaño de este segundo portón era
tal, que con solo verlo, se tenía la impresión de lo maravilloso que era y el centro
mismo del Edén, aun superior y majestuoso, se construía en la mente de
cualquiera que llegara hasta allí. La
altura del portón era igual a un gran árbol centenario y pese a semejante tamaño
y peso, muy fácil de abrir. Precisamente
calibrada, ambas hojas, se las podían mover con ambas manos y un leve empujón
del visitante, accionaba la apertura de las mismas.
Azazel comenzó a desear el lugar,
una fuerza extraña lo envolvía con enorme magnetismo. Un deseo peligroso para él y quizás, una desventurada
tentación para otras tribus, como los asuritas, un pueblo violento y ambicioso,
que había usurpado el Jardín cuando los edenitas se marcharon. Estos hombres proliferaron en la región que
baña el tercer río que sale del Edén, dicha región lleva por nombre, Asur.
Azazel, como ángel y enviado del
Altísimo, debía controlar e impedir, que todo sentimiento humano lo atrapase.
Los indicios que observaba a cada
paso, decían otra cosa de lo que se conocía.
La anomalía del lugar no
correspondía a lo último que se sabía del Edén y las preguntas surgieron una
tras otras en la mente del ángel, sin respuesta visible.
Nada parecía asegurar la presencia
de los asuritas. El silencio humano
estaba presente, solo los animales parecían ser los dueños del Jardín y eso, era
muy mala señal.
Las primeras viviendas estaban a la
vista, es decir, entre el segundo y tercer muro de contención. La tercera muralla, que aún faltaba por
llegar, era de importante tamaño y poseía incrustaciones de fino oro, decorando
hermosamente el lugar. Ningún movimiento
en las casas se percibía, tan solo el vuelo de las aves en el lugar y nada
más. Era el mediodía y esto resultaba
extraño. Cuando debía ser la hora más
fluida de gente debiendo exhibir innumerables actividades. Por el contrario, una parálisis total
envolvía la ciudad que circundaba el corazón del Edén y éste, parecía detenido
en el tiempo.
Estas casas entre el segundo y
tercer muro estaban destinadas a todos los hombres y mujeres que realizaban la
mayor cantidad de tareas en los campos, además del aprendizaje espiritual para
relacionarse y enseñar a las tribus en evolución más allá del Edén. Estas viviendas en el círculo de tierra
intermedio, tenían la suficiente proporción para que todos sus integrantes vivieran
cómodamente y nada les faltara. Espacio
había para todos y por ello, no se pagaba.
Azazel aceleró su paso porque lo que vio
no podía ser. Se acercó a uno de los
hogares que lo conducía por el camino elegido
y temió por lo que entendió que era a la distancia. Pudo certificar a su pesar lo que intuía a lo
lejos, la pintura ya no estaba en los muros y el negro existente era el hollín
que la cubría íntegramente. Se asomó sin
cautela por la puerta que no existía y apreció que el techo estaba consumido,
solo escasos restos sobrevivieron al voraz fuego. Las otras viviendas próximas tenían las
mismas características patéticas que jamás pensó hallar en el Edén. Un incendio
deliberadamente provocado las destruyó íntegramente. Restos de vegetales y árboles incendiados
alrededor daban testimonio de una destrucción cada vez mayor hacia el centro de
la ciudad, como si la maldad hubiese traído los infiernos al mismo Edén. Esto, era un verdadero insulto.
No pudo resistir Azazel y su mirada cayó
al suelo por tan terrible daño, injustificado y malvado. El Edén, tenía como una de las finalidades
primordiales, expandir el amor entre las personas. Partir del hermoso Jardín hasta todas las
comarcas vecinas y las lejanas y predicar la paz, el amor, la fraternidad y
unión entre los seres y por el contrario, lo que había sido gestado con la más
noble y bella intención, estaba consumido por el fuego y la ira de las personas
inconsciente.
Fue inevitable el sentimiento de
desolación y frustración en el espíritu del ángel. Parado en el camino, dudó continuar. Lo que estaba viendo no era lo que se sabía y
todo lo que padeció el Edén, fue en un lapso de tiempo escasamente breve,
tanto, que el olor de las maderas consumidas aun reinaba en el lugar.
Levantó su cabeza, esto era la realidad,
esto, era la verdad inequívoca que todo había resultado mal. De la desesperanza surgió un sentimiento de furia
que no debía fluir en un vigilante del cielo, pero brotó pese al intento de no
manifestarlo. Sentimiento oculto o
guardado que ya no podía ser reprimido por más que quisiera, pues sus ojos
veían y su corazón sufría el fracaso de los hombres en este nuevo amanecer de
la humanidad. Su ceño se frunció, al
igual que todo su rostro, contraído y endurecido.
Lo último que se sabía era que los
asuritas habían marchado contra las tribus de los alrededores del Edén, pero no
que hayan entrado al Jardín y le provocaran daño alguno, puesto que Adán no era
un ser guerrero, no poseía ejército y no participaría de ninguna contienda
armada, no por cobardía, sino porque no era parte de sus principios. Esta, era la misión de los Vigilantes,
ponerse al tanto de lo que aconteció en el Jardín del Edén.
El ataque no estaba lejano en el
tiempo, las secuelas así lo demostraban y no podía comprender Azazel, por qué
las altas jerarquías del cielo habían permitido que la ciudad circunvecina del
corazón del Edén pasara por semejante calamidad y fracaso. Si esta era la situación en los barrios
periféricos ¿qué era del centro mismo de la ciudad? Pronto lo iba a saber y aceleró sus pasos
como su corazón lo estaba haciendo también.
Un tanto agitado se lo veía y no era
para menos, era un ángel, que de la luz, se materializó en la carne y todo lo
que el hombre gozaba y padecía, lo iba a sentir de igual manera. Debía Azazel, lidiar con este estado corporal
y de vencer toda tentación propia del ser humano, confirmar así, su jerarquía
celestial.
Continuó por el principal camino
oriental para alcanzar el centro del Jardín que no era ya, tan bello como debía
ser. Destrucción por doquier era la
escena inaceptable del lugar. Movilizado
no solo por sus pies, sino, por la bronca, el tercer muro y el portón ya estaba
a la vista y vio que la enorme puerta estaba abierta por completo. Este tercer portón era más grande que los dos
anteriores, al igual que el muro, su altura había aumentado y rodeaba por
completo el alma del Edén.
La descomunal puerta de hierro, abierta
de par en par lo aguardaba. Azazel tenía
una leve esperanza de hallar a alguien vivo y saber por él, lo sucedido. Un morador podía surgir en cualquier momento,
lo intuía o quería convencerse de tal pensamiento. Sin embargo, el silencio humano era quien
gobernaba irrefutablemente.
Franqueó el gigantesco portal, tan
bellamente trabajado y decorado como los dos anteriores, pero rápidamente, esta
apreciación arquitectónica, fue opacada por lo que vio en los siguientes
pasos. Armas dispersadas por el camino y
los jardines laterales, contrastaban por completo con la idea de un jardín en
la tierra para la paz y el amor entre los prójimos. La insensatez había llegado antes que Azazel.
El techo del palacio central, hogar de
Adán y Eva, estaba a la vista por encima del crecido y tupido follaje. Pese a ver armas y escombros en el camino, la
vista de los techos del centro mismo del Paraíso, le dio un hilo de esperanza y
se entusiasmó con la idea de estar caminando directo a ellos.
Continuó por el sendero del jardín
interno, las viviendas quedaron atrás y la señal de pelea humana era más que evidente. Pedazos de rocas y baldosas arrancadas del
camino parecían haberse usado como proyectiles para una batalla que, de seguro
aconteció con gran malicia. A cada metro
ganado, la pequeña esperanza, se desvanecía por tan creciente destrucción y
odio.
Faltaba poco. Aceleró aun más los pasos y una barricada de
escombros se interpuso en el camino, como si la defensa del lugar hubiese sido
ordenada por el propio Adán contra un enemigo incierto y despiadado. Tal cual mostraban los indicios de haber sido
así. Obstáculos apilados en forma
desprolija, daban a entender a Azazel, que fueron arrojados con suma
desesperación e improvisación, debido a un ataque avanzando desde los muros de
contención exteriores.
Pasó por encima de los escombros y tan mal
apilados estaban, que cayó hacia el otro lado con dolorosa caída. Azazel, había caído en su búsqueda de la
verdad y halló sentimientos profundos que un ángel no debía exponer. Sentimientos de bronca, ira y rabia
insoportable, lo estaban dominando, verdaderos ejércitos de egos profundos y
demoníacos. Azazel desde el suelo y con
sus ropas sucias por el polvo y las cenizas de la destrucción, maldijo e
insultó repetidamente con horrible deseo de venganza, a su autor anónimo. Apoyó las manos en el sucio camino y
lentamente se incorporó con más palabras ofensivas a un destinatario que ni él
conocía y era su motivo a partir de ahora, saberlo, no para estar informado,
sino, porque el odio había surgido y sin darse cuenta, lo estaba controlando. Azazel, en esta caída, simbolizó lo que de
aquí en más, muchos otros ángeles adoptarían también.
Se incorporó con todo el dolor provocado
por las rocas y maderas desparramadas en el lugar, y ante él, la imagen que
observó, quedó gravada en la retina de sus ojos llenos de ira. Fue, lo más triste que vio en su vida. El maravilloso Templo Circular de la Oración estaba a escasos
cien metros. Consumido por el fuego y
con muchas de sus estatuas y mamposterías destruidas en el suelo, daban señal
que la maldad había copado el lugar y con una saña imposible de aceptar para el
Edén y las razas en evolución.
La estructura del templo mismo, aún
seguía erguida, los bloques de piedra ónice resistieron la brutal agresión,
aumentando su deseo por conocer lo que aconteció en el lugar más sagrado y que
manos ignorantes no vacilaron en destruir el corazón mismo del Jardín, cuando
estaba destinado para el bien de todos.
Tal como lo había presentido desde el
comienzo, el corazón del lugar creado para la conciencia del hombre, se había
detenido con la violencia desmesurada de inadaptados desconocidos.
Azazel, corrió hacia una de las puertas
del templo, que también era de enormes proporciones, a diferencia de los portones
del jardín, fue confeccionada en madera y por el fuego mismo solo se veían
restos carbonizados en las grandes bisagras que alguna vez, la sostuvieron,
sobrevivían penosamente.
Ingresó y sus ojos se abrieron como
la luna llena. No pudo evitar dejar caer
varias lágrimas por sus mejillas y una mezcla de sentimientos lo abrumó por
completo. Su cabeza ardía de dolor. Ya no se trataba de desolación, sino, de
energías muy negativas. Ira, bronca,
acidez y por sobre todas las cosas, venganza.
Eran los nuevos sentimientos que lo gobernaban por completo.
Tenía respeto Azazel por el lugar
santo al que ingresaba, pese a su estado calamitoso. Cuidadosamente y con pasos cortos y lentos,
avanzó hacia el centro mismo de Templo Circular de la Oración para ver lo más
Sagrado de lo sagrado.
El Árbol de la Vida estaba destruido,
quemado por completo, consumido por la barbarie humana.
Un pequeño parque circular rodeaba el
calcinado árbol y doce bancos blancos dobles, que servían de descanso para
contemplarlo, lo rodeaban como las constelaciones lo hacen con el sol. Ahora, el Árbol de la Vida solo reflejaba la muerte
que afloraba en los hombres. Los seres
salvajes y en especulativa evolución, expusieron sus espíritus destructivos,
demoníacos y lamentables con este acto descontrolado.
Para Azazel, era un verdadero
fracaso. En su corazón comenzó a maquinar
otras ideas y esto, lo motivaba rápidamente.
Las horas pasaron y el crepúsculo asomó. La luz estaba desapareciendo y las sombras
avanzaban con demasiada rapidez. No
podía marcharse el vigilante celestial, pues
esperaba a Semyaza, un ángel poderoso y
príncipe de muchas jerarquías del cielo. Él también encarnaría para esta misión y el
encuentro sería en el propio Edén.
Semyaza debía informarse previamente, sobre todo lo acontecido en el
territorio de Asur, al oriente del Jardín.
Quizás él, tendría la respuesta que Azazel no encontraba.
La noche llegó más cerrada que
nunca, para los ojos mortales del ángel, que acostumbrado estaba a existir en
la luz, esto, le parecía las tinieblas,
pero debía aprender esta nueva condición corporal para ser, un verdadero
príncipe de los cielos. Bajar a la más absoluta
tinieblas y caos, sin la menor perturbación.
Vencer sus más profundos egos, además de la misión primordial por la que
había llegado a la tierra, lo que mucho le estaba costando.
La demora del encarnado Semyaza
debía tener algún motivo justificado, creía Azazel. Se alejó entonces del palacio y lo rodeó por
completo, los mismos signos de violencia se repetían metro a metro. El hogar de Adán y Eva también estaba
destruido y saqueado, ningún utensilio ni mueble quedaba para usar. Nada había quedado. Luego de inspeccionar los edificios
complementarios, regresó al Palacio del destruido Árbol de la Vida.
En sus muros internos, bajorrelieve,
muchos símbolos geométricos, codificando la Creación. El dibujo del Árbol de la Vida , con sus diez nodos y veintidós
líneas, siendo estos, los diez números divinos o Sefirotes de Dios el Creador y
las veintidós líneas que las unen, las veintidós letras del alfabeto
edenita. Los diez Sefirotes de Dios
Creador, y los veintidós letras de los hombres, son, las treinta y dos rutas de
la Sabiduría Secreta.
Es este Árbol de la Vida geométrica, el idioma de
lo divino y lo terrenal, el cielo y la tierra, en una única representación,
pues los hombres fueron hechos, a imagen y semejanza de Dios, Lo de arriba, se fusiona con lo de abajo.
Están también, las leyes grabadas
para realizar el Plan Divino del Edén, que Adán y Eva habían escrito con su
propio esfuerzo y por orden de una mente superior.
En Arameo Arcaico, se destacaba la
primera ley y hacía referencia a alimentar el espíritu de los seres en
evolución sin transgredir las restantes leyes, haciéndolo con debida paciencia
y comprensión hacia las tribus fuera del Edén en su lógico estado de
inconciencia e ignorancia espiritual. Otras
leyes, aludían a los derechos básicos para sustentar sus vidas en fraternidad y
nada les iba a faltar. Además, las
autoridades, no podían ejercer sobre la población actos de autoritarismo ni aplicar
castigos, mucho menos torturas psíquicas o físicas.
Las leyes eran numerosas, todas
apuntaban a vivir en armonía con el medio ambiente y entre ellos mismos, en
completa unión entre los seres vivos y unión con uno mismo.
Pese a tantas leyes de buena
intención, algo había salido mal.
El frío se hizo sentir. Tomó varias ramas y hojas secas, las amontonó
dentro del templo y la fogata dio el calor suficiente para cambiar el tétrico
clima. El fuego atrajo a varios animales
pequeños, no era la noche que había pensado pasar, estaba seguro que los hijos
de Asur ocupaban el Edén y lo hubiesen recibido como un verdadero ángel del
cielo en su llegada, sin embargo la realidad era otra y la desolación su
compañía.
Pudo escuchar un ruido a sus espaldas,
el aullido de un lobo también. El ángel
encarnado no tenía miedo pero ya no estaba seguro de nada, pues todo lo que había
vio hasta ahora, no debía haber sido.
Comprendió que de aquí en más, cualquier cosa podía suceder y en esta
noche tan especial, también. Los ruidos
persistieron y parecían pasos rompiendo ramas.
Cada vez más cerca. Como si una
bestia del campo, se preparaba para asecharlo.
No era cobarde y mucho menos se escondió
por lo inesperado. Abandonó su postura
pasiva y salió del templo sin puertas.
Se dirigió a la espesura de las plantaciones por donde creía que
provenían los sonidos. Por allí no había
camino, no podía ser un hombre, no era lógico, pero en su mente se preguntaba
¿qué era lógico aquí, en el Edén? Por
supuesto que nada, era la respuesta que rápidamente surgió y como todo lo que
había en el Jardín, estaba mal.
Los lobos no paraban de aullar a lo
lejos o quizás perros salvajes con amenaza de alimentarse y llamando a la
jauría para devorar lo que fuera. No
dudó un instante que él, podía ser su próximo bocado.
Los pasos continuaron, eran, estaban
ahí, muy cerca, tan cerca que se animó a abrir el gran Aspleniun que tapaba la
visión, de lo que podía ser su primera amenaza.
Azazel no estaba tranquilo, en medio de la oscuridad respiró hondo, con
sus manos las dividió y estaba frente a sus ojos, no lo podía creer, a punto de
morirse de un infarto se le fue encima, no se sabía quien tenía más miedo si
Azazel o su compañero, Semyaza.
- ¿Me quieres matar de un susto? –
Le reprochó Azazel entre las hojas de la gran planta.
- ¿Qué es esta locura? – Fueron sus
primeras palabras. - ¿Cómo pudo haber pasado algo así? – Semyaza salía de entre
la vegetación y con gran dificultad, caminó con Azazel muy sorprendido.
- Me pregunto lo mismo. – Ambos
tenían más preguntas que respuestas. - ¿No podrías haber venido por el sendero?
- Es lo que estuve haciendo, pero debí
apartarme, unos perros hambrientos me desearon para ser su plato del día. Levanté mi mano y pude detenerlos... se
tranquilizaron. ¡Esto no es el Edén que
tenía entendido! ¡Los animales no atacan
a los hombres, menos lo harían con nosotros! – Sus exclamaciones estaban
cargadas de mucha energía y falta de comprensión por lo que vio.
- La energía vital nos protege, pero
no hay duda que esto colapsó. Ven,
acércate. – Azazel lo invitó a ir al templo y cuando Semyaza vio la destrucción,
se detuvo y tomó una bocanada de aire, como si estuviera por ahogarse. No lo podía creer, como tampoco lo quiso
Azazel en su primera impresión. El
horror y sorpresa por lo que veía, lo dejó inmóvil. Por unos instantes, permaneció fijo, abrumado,
desconcertado, hasta que su compañero lo tironeó de la bella túnica blanca, un
tanto rasgada por haber penetrado en el espeso Jardín.
- ¡Por el reino de los Cielos! ¡Tenía la esperanza que todo fuera mentira,
pero he escuchado la verdad! ¡Entonces,
el Árbol de la Vida …!
- ¡Sí! El Árbol también. – Con resignación y dolor
en su voz lo admitió y aún no habían ingresado al Templo de la Oración.
- ¿Por qué tanta idiotez? – Sus
manos refregaron su rostro y su cabeza negaba la triste realidad.
- Todo está destruido, ni un mueble,
ni artefacto he encontrado, nada, solo el sendero de Géminis, tiene restos de
cuerpos de animales y muchos signos de violencia humana, las viviendas de
varios sectores, con el mismo espectáculo amargo. El fuego consumió todo. – Mientras le contaba
Azazel, entraron por uno de los portales del Templo. Semyaza miró los restos de las grandes
bisagras, lo único que se mantenía por completo. Frente a ellos, lo que quedaba del Árbol de la Vida , se exponía como un seco
y calcinado árbol del desierto.
- Cuanta tristeza habrá en el cielo
cuando sepan que todo fue en vano.
- Pero dime, has dicho que te
contaron algo. ¿Qué sabes tú? –
Rápidamente Azazel entendió que algo debió de enterarse fuera de los límites
del Edén.
- Muy cerca llegué de la tierra de
Asur, pero la energía negativa me impidió penetrar al centro mismo y me alejé
del río Tigris. Tan fuerte fue, que creí
cometer un pecado si lo hacía. Me
dispuse entonces a informarme cuanto pude en las aldeas vecinas y vi la pobreza
extrema a medida que me alejaba del río.
En mi corazón comprendí de inmediato que algo andaba muy mal, peor de lo
que podría ser. Cuando salí en esta
misión, me instruyeron bien sobre los últimos informes de las tierras al
oriente del Paraíso, el mismo Rafael me asistió, pero comprendo ahora, la
insistencia de partir en lo inmediato y encarnar para entender las cosas desde
una perspectiva humana. – Ambos se sentaron en uno de los bancos, de cara a lo
que alguna vez fue el más maravilloso Árbol. Solo el pequeño fogón daba satisfacción en el
lugar.
- ¿Qué viste? – Impaciente por
saber, gesticulaba con sus manos para que fuera al grano.
- Solo miseria. Peor de lo que podía imaginar. Bien temprano era por la mañana y pocos
campesinos encontré trabajando la tierra.
Me acerqué a dos de ellos que se sorprendieron al verme, se
arrodillaron, mi altura, mi cabellera y presencia se impuso ante sus ojos, eso
me produjo un alivio grande, anteriormente creía que ya no creían en los Vigilantes
del Cielo, pero estos dos hombres, padre e hijo se alegraron de verme. – El
ruido de algunas ramas verdes se escuchaba con agradables chasquidos y un tono
rojizo iluminaba por completo el desolado Templo de la Oración.
- ¿Y qué ocurrió?
- Los bendije en nombre del Creador
y me lo agradecieron. Luego fuimos hasta
un sector donde no había cultivo, pero sí, troncos que hacían una suerte de
bancos. Estaban un tanto cansados de
trabajar y ciertamente, era mucho para ellos dos.
Me contaron con tristeza en sus rostros
que la noche anterior, un grupo de bándalos le destrozaron parte de su cultivo
y hurtaron mucho del fruto de su campo.
Estaban afligidos, pero poco a poco noté que la alegría volvía a ellos,
por el solo hecho de estar conmigo. ¡Tú
sabes Azazel que esta es la primera misión que Rafael me encomienda fuera del Reino
de los Cielos de suma importancia, y no pretendo defraudarlo! Nada se compara con esta.
El cambio de energía en ambos fue muy
positivo y no cesaron de agradecer mi presencia, más no tuve otro remedio que
interrogarlos. Lo que escuché, es tan
parecido a la destrucción que mis ojos ven ahora en el Edén. Todo eran historias de pelas, muerte y
caos. En la tierra de Asur, el respeto
de los líderes de las tribus más evolucionadas hacia los campesinos se había
perdido y se hicieron intolerantes y ambiciosos. Muchos de los que habitaban en el centro de
la ciudad y al margen del Tigris, se dividieron y agruparon según sus clanes y
la enemistad se acentuó, disputándose el poder con el derramamiento de sangre.
– Un gesto de reacción espontánea tuvo Azazel con lo que escuchó, pero no
preguntó nada. - Ocurrió algo inesperado.
Tuvieron noticias de una guerra en el sur de Asur, es decir, al margen
del río, pues mi relato transmitido por el campesino, corresponde a la región
norte de Asur, la más pobre y humillada.
- ¿Tiene algo que ver con el Edén? –
No pudo contenerse su compañero y lo interrogó de la misma manera que lo hizo
Semyaza con los campesinos.
- ¡Mucho! – La repuesta fue
contundente. - El campesino no supo decirme cuando comenzó todo, sí pudo
asegurarme que se llevaron a tres de sus hijos mayores a quién tanto
amaba. El rey de Asur, que gobierna la
tierra del tercer río, juntó un número grande de hombres. Era una campaña de expansión.
- ¿Qué ocurrió con sus hijos?
- Jamás los volvió a ver, ni nadie
le explicó lo que les pasó. Algunos,
regresaron, pero únicamente los que moraban en el centro de Asur y poco querían
hablar. La furia y la decepción estaban
grabadas en sus rostros, incluso cree el campesino, que los responsables de los
saqueos en el campo, son los mismos guerreros del rey de Asur, gente de su
propio pueblo.
Supo que las tribus que habían
recibido las enseñanzas de los sacerdotes del Edén, fueron atacadas por los
guardias más salvajes del rey Asur, para quitarle los alimentos y los metales
que habían extraídos de las montañas.
Franquearon el río Gihón con la oscuridad a su favor y los hogares de
Cus fueron destruidos por completo. Lo
hicieron por la noche e incendiaron las chozas de todos. El fuego fue tan grande y devorador, que
otras tribus vecinas comprendieron que no se trataba de un incendio natural y
salieron en ayuda. Una de estas tribus,
fue el pueblo de Havilá, pero no se imaginaron que los asuritas estaban
dispuestos a aniquilarlos a ellos también en su afán de conquista territorial. En pocas horas, los guerreros salvajes de
Asur atravesaron todo Cus, mataron a la ayuda que había partido inocentemente
de Havilá, cruzaron el río Fisón e incendiaron la ciudad de Havilá, sin tener
piedad de mujeres y niños. Una batalla
sangrienta se desarrolló en la noche y se extendió hasta las puertas del Edén,
con quienes huían de la masacre injustificada.
Adán, no dio instrucción alguna para
ayudar belicosamente a esta gente, el Edén no tenía ejército, lo que enfureció
a los trabajadores del Jardín. La
primera desobediencia en masa se produjo, muchos edenitas saltaron la muralla y
rescataron a cuantos havilaitas pudieron de la tragedia. También decenas de edenitas, sacaron por
primera vez su destructividad y mataron a muchos de los asuritas al pie de los
muros con las herramientas de cultivos.
Cuentan, que algunos edenitas estaban exaltados y en sus rostros, se
dibujaba el gozo por matar seres humanos.
El muro, se había manchado con sangre.
- ¡Eso se contrapone con las enseñanzas
del Edén!
- ¡Totalmente! Las órdenes de Adán y Eva eran no intervenir,
pero algunos no hicieron caso.
Luego surgió lo inevitable, otras
tribus salvajes que habían sido víctimas de los asuritas fueron a uno de sus
pueblos, y la destrucción fue terrible.
Arrasaron por completo las aldeas, muy pocos sobrevivieron. La gran mayoría de los hombres murieron,
algunas mujeres y niños sobrevivieron y se esparcieron hacia el este en lugar
de buscar ayuda al norte.
No hace mucho, un campesino vecino le
narró el motivo de la lucha y me preguntó si quería ir con él, para escucharlo
con mis propios oídos. Puedes imaginar
Azazel cual fue mi respuesta. Creí
oportuno hacerlo en el instante y marchamos sin demora por este nuevo testigo.
- ¡Por lo que me cuentas Semyaza, los
sacerdotes transgredieron el plan original de limitarse en las enseñanzas! ¡Sabían que las tribus vecinas aún no estaban
ni siquiera, en un punto intermedio de evolución espiritual!
- Para mi decepción y la tuya, te diré que
los edenitas tampoco... – Se sorprendió Azazel por lo que escuchaba, pero luego
de unos instantes, creyó realmente que no estaba equivocado Semyaza en lo que
decía. - ...si bien su estado era superior en conocimiento, no lo eran en el
cuerpo emocional, en estado espiritual y por eso, poseer mayor conocimiento, de
nada les sirvió, por el contrario, creyeron ser superiores al resto y
menospreciaron a las tribus fuera del Edén, más allá de los cuatro ríos. Se llenaron de celos y odio cuando no debían,
conocían las nefastas consecuencias de llenar el corazón con rencor en lugar de
amor. Pese a saberlo, no pudieron asimilarlo
y aquí, está el error de los sacerdotes que respondían a Eva.
Eva tuvo el consentimiento de Adán y los
sacerdotes mayores de la Casa
de la Oración
e instruyó a sus sacerdotes para que enseñaran a los habitantes de las tierras
de Havilá y Cus nuevas técnicas de agricultura, dentro de las murallas del Edén,
pero hicieron más de lo que debían, sin darse cuenta en el afán de progresar y
eso, acarreó los problemas que surgieron rápidamente.
Estos sacerdotes, que estaban en una
etapa también de aprendizaje, pasaron mucho tiempo enseñando a los havilaitas y
algunos cusitas. Lo que narraré ahora,
es lo que el campesino vecino me transmitió.
Se supo de la preocupación y envidia
de los habitantes del Jardín que trabajaban en los campos de cultivos. Los sacerdotes de Eva, no compartían más el
tiempo con los havilaitas y se sintieron desplazados emocionalmente.
- ¡Ese debe haber sido el punto justo en
el cambio de energía en los edenitas! – Afirmó Azazel.
- ¡Exactamente! ¡Lo mismo pensé cuando escuché eso! Los celos se tornaron en un sentimiento
negativo. Proyecté mi espíritu en la
conciencia de los habitantes del Edén que con cierto conocimiento, estaban muy
lejos de alcanzar la sabiduría. No tuve
duda Azazel, fue el momento preciso o el comienzo de un quiebre en el corazón
de los habitantes. Peor aun, con Adán
ignorando el verdadero alcance de las enseñanzas a los havilaitas, más de lo
que habían convenido hacer.
Para Eva y sus sacerdotes fue muy
tentador el supuesto progreso que se estaba alcanzando.
No era el tiempo de enseñar al resto de
las tribus. Escrito debe de estar la Ley en el templo.
- Sí. Está en aquel muro. – Señaló con su dedo el
lugar exacto.
- ¿Qué dice?
- “El aprendizaje debe llevarse a
cabo por los Servidores del Edén, al llegar al alto nivel de Cultivación
Espiritual” No detalla el tiempo pero da
a entender que no interesa su demora, pues otra ley asegura que las enseñanzas
y la evangelización debe comenzar en tiempo indeterminado. Valoriza y destaca la calidad de los
evolucionados del Edén para cumplir el plan original, sin importar la posible
tardanza.
- No puede ser de otra manera. Si el maestro tiene un alto nivel, es de
esperar que su enseñanza sea acorde a él.
Esto debió de haber pasado con el Edén. – Semyaza mientras lo explicaba,
comenzaba a entender mejor el panorama.
- ¿Qué le habrá motivado a los
edenitas querer adelantar el proceso fuera del Edén si, por lo visto, aquí en
el Edén, estaban atrasados? – Azazel estaba acertando en la pegunta.
- Precisamente fue eso.
- ¿El atraso?
- ¡Sí, el atraso! El tiempo
pasaba y Eva veía cada vez más deprimido a su amado y paciente Adán. Quería ayudarlo, pero Adán, seguía insistiendo
que todo terminaría en fracaso, pues estaba convencido del retraso, pese a que la Ley le autorizaba no cumplir
su misión, en cierto tiempo.
- ¿Qué tiempo?
- El tiempo que Adán estimaba, era
el tiempo que su mente imaginaba. Adán se
estaba convenciendo del fracaso edénico, pues sostenía que el tiempo se
acortaba y su preocupación lo estaba consumiendo en la desesperación.
- ¡La Ley dice tiempo indeterminado!
- Pero él, comenzó a creer en el
fracaso de su misión en el Jardín.
- ¿Por qué habrá pensado en el
tiempo? La Ley está escrita y no hay duda
en eso.
- Ninguna duda. Pero aconteció así. Seguramente Adán no asimiló correctamente su
misión. El tiempo no lo apuraba y sin
embargo él, apuró al tiempo. La vida en
los planos astrales no es la misma que la vida carnal, aquí existe la forma de
medir el tiempo, con el paso del Sol y la Luna. En el espacio físico, el
tiempo influye en los cultivos, en los temperamentos de los individuos y en el
mismo cuerpo. Aparecieron Adán y Eva,
430 años después de la
Creación sobre la tierra y pretendieron que todo se cumpliera
en tan solo 129 años. Año, en que todo,
comenzó a pesar.
- Pasó a ser una carga… ya veo. – Reflexionaba Azazel. - No
comprendió el no tiempo de lo espiritual y el tiempo en la carne. En lo físico, las tareas y las
responsabilidades, marcaron la diferencia y los días pasaron. ¡La preocupación habrá dominado a Adán en
lugar de seguir en la ocupación de su sagrada misión!
- Es precisamente lo que contaba el
campesino. Adán estaba cada día más
preocupado y comenzó a desatender sus tareas en el Jardín, por el simple hecho
de sentarse para pensar en dicha preocupación.
No se dio cuenta que eso generó tensión aún alrededor y los errores se
multiplicaron día a día. Cuentan una historia
absurda que por esta preocupación en el tiempo de demora, no ordenó el limpiado
del sistema de cloacas de la ciudad y por consiguiente, un día de lluvia el
sistema se tapó, puedes imaginarte el resultado. Muchos vieron esto como una señal ¡Y vaya que tenían razón! Jamás había acontecido algo así. Esto y otros eventos, surgieron tontamente,
sin embargo era el resultado de la desarmonía que estaba en la mente de Adán y
de nadie más, pues él era el responsable.
- ¡Se preocupó por el tiempo, cuando tenía
todo el tiempo a su disposición! No
hacía mucho que las aguas del cataclismo descendieron y dejaron la tierra firme
y él ¿pretendía resultados inmediatos? – Azazel analizaba el error de Adán y
Semyaza aprobaba su correcta interpretación.
- La situación había cambiado y Eva
sentía parte de culpa, quiso ayudarlo pero empeoró la desgracia. Los edenitas estaban celosos, porque los
sacerdotes pasaban más tiempo con los havilaitas que con ellos. Se produjo otro evento que hay que confirmar,
pero se rumorea, que algunos sacerdotes edenitas, los que salían del Edén para
controlar el progreso afuera, se degeneraron por su castidad y la abstinencia
sexual colapsó. Se relacionaron con
mujeres y tuvieron embarazos extraordinarios.
- Espera Semyaza, creo saber lo que me
quieres decir.
- Lo sabes muy bien, nacieron niños con
condiciones anormales para ellos y con gestaciones prematuras. ¡Eso no lo he confirmado, pero hay
rumores...!
- ¡Algo debe de haber entonces!
- Por lo que comprendí en todos los
relatos, los habitantes del Jardín, al no tener su conciencia aun elevada, no
se percataron que los celos le habían abierto una herida en el corazón y una
infección de odio comenzó a germinar.
Ahora sí que el desastre era cuestión de tiempo.
- ¿Cómo fue el enfrentamiento?
- Las tribus vecinas del Havilá, contra atacaron
muy temprano a los asuritas en respuesta al ataque anterior del rey Asur.
- ¡El rencor y la venganza estaban a
pleno!
- Los sentimientos destructivos se
multiplicaron. No hubo aviso, pero días
antes del ataque, Adán se había enterado de los avances educativos fuera del
Edén y no eran lo que habían imaginado.
Por primera vez se escuchó un grito en el templo.
- ¡Aquí mismo!
- ¡Aquí! – Ambos contemplaron lo que
quedaba del Templo de la
Oración y no había consuelo por lo revelado. Una pena, un dolor enorme envolvió a los dos
por lo acontecido en el Sagrado de lo Sagrado, pero a su vez, una fuerte
energía los atrapó. - ¡Adán estaba enojado! – Semyaza se expresó con brío y
Azazel lo pudo sentir, no solo con su aura sino que sus ojos también se
expresaron con fuerza. - ¡Tenía Adán en ese momento, una energía negativa
enorme! ¡Había cambiado su polaridad y
el contagio se hizo con el resto de los habitantes! ¡En esos días, la negación a todo estaba más
presente y con más fuerza y carácter que nunca!
- ¡Fue como un volcán! – Agregó Azazel.
- Quizás más que eso. Estaba enojado, pero no quería desquitarse
con nadie, mucho menos con Eva. – Semyaza bajó su ímpetu y moderó su narración.
- La situación era muy confusa y los sentimientos encontrados, era difícil para
ellos comprender la magnitud de su error, pues los celos y el deseo de
desahogarse, los abrumaban.
- Déjame adivinar. Los asuritas luego tomaron revancha sobre las
tribus vecinas. Hubo una tercera batalla
y de paso atacaron el Edén. – Intentaba encontrar Azazel una explicación a la
destrucción del Jardín.
- ¡No!
Eso creí cuando me narraban los sucesos.
¡Pero no!
- ¿Entonces? – Con sus manos mostraba la
devastación de todo el lugar. - ¿Cómo se entiende lo que tenemos frente a
nuestros ojos?
- Pareciera lógico, pero no fue así
como aconteció.
- ¿Sabes lo que sucedió? – Su mirada
fue muy penetrante.
- Fueron los asuritas a los campos y
se llevaron a los hijos del primer campesino que encontré y de miles más. La guerra contra los pueblos alrededor del
Jardín estaba declarada, en especial contra las tierras de Cus y Havilá. Luego de unos días, el improvisado ejército
desde el oriente marchó hacia el occidente.
Todos con palos, piedras afiladas en la punta de las lanzas y arcos con
flechas. Debes tener en cuenta que esta
gente aun estaba con primitivos artefactos, a excepción de los guardias del rey
de Asur.
- Espera un segundo. Cuando me desplacé por el sendero de Géminis,
vi los cuerpos de animales y sus cortes no eran de piedras afiladas.
- No lo eran, porque los adelantos
que salieran del Edén, fueron la fundición de los metales extraídos de las
montañas. Lo que el primer campesino me
dijo, es que lograron hacer algunos cuchillos de metal, no muchos, pero estaban
en manos de los guerreros, si se los puede llamar así. Ellos escoltaban a rey Asur.
- No hay duda entonces. Acelerar el proceso, en manos de seres aún
primitivos, provocó el desequilibrio y la tragedia como nunca y en tan corto
tiempo. – Azazel estaba comprendiendo las enseñanzas recibidas en la morada
celestial, con respecto a dar estos conocimientos a tan temprana edad
evolutiva, luego del cataclismo.
- Así es, por eso la Ley , hace hincapié en tomarse
el tiempo necesario, hasta que el espíritu conozca y llegue a la Luz y a la Verdad , de lo contrario, no
se acelera la evolución, se adelanta la destrucción en las manos
equivocadas. Con esto queda demostrado,
que estaban escasos de buenos sentimientos, tanto para los de afuera como para
los del Jardín.
Para cuando los asuritas terminaron
de masacrar a los vecinos, llegaron al Edén.
Adán y Eva se habían marchado con miles de servidores, mientras que
otros por miedo a las represalias de los invasores, huyeron a distintos puntos
en forma muy desorganizada, pero fueron los menos. Eso es lo que creen los asuritas, pues
supieron de varios grupos nómades sin líderes aparentes.
Cuando llegaron los asuritas, el Edén,
estaba deshabitado y saquearon el lugar.
Decidieron establecerse y ocupar cada una de las viviendas.
Las noticias de la ocupación del Edén
corrió por toda la región y la gran cantidad de alimento que se encontraban en
los muros internos, era una gran tentación, debido al hambre generada por las
guerras.
Pasaron escasas semanas, hasta que las distintas tribus que ayudaron al
rey Asur se vieron con su primer problema.
- ¿Problemas internos?
- No, eso parecía factible entre los
jefes, pero no sucedió así, las comodidades en el lugar eran mucha, el Edén era
muy atractivo para seguir permaneciendo.
- Pero los animales muertos no tienen
tanto tiempo.
- Eso se debe que hasta hoy día, muchas
tribus llegan hasta el Jardín para cazar animales y marcharse.
- Como un coto de caza.
- Exacto. Pero déjame contarte lo que aconteció con los
ocupantes.
- Te escucho. – El fuego había consumido
muchas ramas y Azazel agregó más leña, pero su atención se agudizó por lo que
ahora le iba a narrar su compañero Semyaza.
- Los nuevos huéspedes, se llevaron
bastante bien. Era lógico que algunos
inconvenientes surgieran, ya que el Jardín necesitaba mantenimiento.
- Y cierto orden.
- ¡Ese fue el punto Azazel!
- Estas tribus por lo visto… no lo
tenían
- Para nada y provocó algunos
inconvenientes menores.
- ¿Eso no pudo ser motivo de pelea?
- La pelea una vez más estaba por venir
del exterior. Se dice que algunos de los
edenitas, que marcharon a las altas montañas del oeste, fueron prisioneros de otras
tribus salvajes y los torturaron de la peor manera. Era obvio que estos prisioneros eran
distintos, su forma de vestir, modales, todo indicaba que ellos provenían del
jardín
Luego de ser sometidos a todo tipo de
vejaciones, los dejaron en paz y al poco tiempo, se relacionaron con ellos.
- ¿Con las mujeres?
- No, me refiero a algún tipo de pacto.
- ¿Por qué dices eso?
- Por lo que aconteció después. Te lo diré.
El rey Asur, tenía dos temas que resolver, el primero, el asunto de
mantenimiento del Edén, que aunque parezca increíble, necesitaba de mucha
atención, son miles de animales que no podían ser desatendidos para no romper
el equilibrio que había, pues todo estaba limitado por el muro. En contraposición a lo que era antes el Edén,
existían jerarquías y roles muy específicos para cada individuo.
- ¡Organización!
- Ni más ni menos. Organización, lo que se contraponía con los
nuevos habitantes, pasó a desorganización y falta de capacidad para entender
que hacer. No surgió conflicto entre los
distintos líderes.
- Eso no quita que con los años
emergiera.
- Seguramente con el tiempo se cumpliría
lo que dices, pero hasta el momento todo estaba bien entre ellos.
Estas tribus de las montañas con otras,
siguieron a los edenitas que fueron torturados, ellos querían regresar al Edén
y se aliaron a los salvajes para invadir el Edén y recuperarlo. Lo hicieron con muchas mentiras que luego no
pudieron sostener, acumularon tantas falsedades y finalmente perecieron. Entraron y pelearon, la sangre colmó el
Jardín. Los líderes y muchos otros de
esta nueva incursión murieron sin pelear, creyeron que el lugar estaba maldito
y decidieron marcharse. En realidad las
aguas se habían contaminado por los cadáveres y todo tipo de desperdicios. Falta de mantención y saneamiento.
Tantos fueron los errores en el Edén que
ya ves los resultados.
- ¿Crees que de haber corregido esos
errores, se podía cumplir con el plan original?
- ¡Estoy seguro que sí! Solo el tiempo y la paciencia darían el fruto
buscado. No tengo dudas de eso. La paciencia es la mejor arma del sabio. Porque es constante y pareja, no así, las
decisiones apresuradas y bruscas, estas, son demasiadas energías en un único
momento, que provocan la caída segura y es el ego quien genera la
tragedia. La constante se pierde y el
ritmo se altera.
- Semyaza. Quizás no todo esté perdido, cuando estemos
ante Uriel y el resto de los ángeles de Cielo, se alegrarán de nuestra
conclusión. El Edén podrá resurgir y
retomar el plan original. Total, el
tiempo no es la premisa, se puede volver a intentar. – Pese al entusiasmo de
Azazel, los planes del ángel Semyaza eran otros.
- No te apresures. Esto recién comienza y debemos alcanzar a los
grupos dispersos y de ser necesario ir por Adán y Eva.
- ¿Los traeremos acá?
- No.
- ¿Entonces?
- Debemos saber que más falló. Aprender del error y corregirlo.
- ¡Eso no fue lo encomendado por
Uriel!
- No, pero... ¿lo ves presente en el
Edén?
- Aquí no están, para eso nos
encomendó en esta misión.
-
Te pregunto. ¿Cuándo Adán y Eva estaban
padeciendo sus enormes faltas, dónde estaba Uriel? ¿O Gabriel, Rafael o el
mismo Miguel? ¿Por qué permitieron que
el plan de evolución del planeta fracasara, si ellos todo lo saben? ¿Por qué no
los asistieron?
- ¡No lo sé! – Con rostro
desconcertado respondió lo único que comprendía y comenzó a dudar.
- ¡Porque ellos, no son ángeles tan
elevados como creen serlo! ¡Ni Rafael,
ni Uriel ni Miguel tienen la iluminación que pretendían para Adán y Eva! –
Azazel sintió algo muy extraño en su ser.
Los dichos de Semyaza eran desafiantes, pero no tan alejado de la verdad
como ambos lo veían. - ¡El fracaso no solo fue de Adán y Eva, sino de los
ángeles superiores que no estuvieron presentes!
- ¡Semyaza! Noto un tono extraño en tus palabras, creo
que quieres decirme algo además de lo dicho hasta ahora y es más importante lo
que estás pensando.
- El Edén no puede fracasar. Nuestro germen vital es muy poderoso y trae a
la luz, hombres superiores, muy superiores, si su tamaño es mayor a lo normal a
los salvajes y los hombres en evolución, lo será también su mente.
- Es una simple conjetura tuya.
- No. La mente superior gobierna a la mente
inferior. No tengo dudas de eso. –
Semyaza se estaba imponiendo y la soberbia crecía.
- No sé si estás en lo cierto. Pero sí creo, que debemos contactar a la
caravana de Adán. ¿Adónde te han dicho
que viajaron?
- El grupo mayor se dirigió hacia el
oriente, deben estar allí aún, muy lenta es su marcha, costeando el Tigris o el
Eufrates.
- Cierto tramo he recorrido por el
Tigris pero, no me percaté del paso de ninguna caravana.
- Quizás, hallas venido por el
margen equivocado o el éxodo fue por la orilla sur del Eufrates para no toparse
con los asuritas.
- ¡Entonces debemos comenzar la búsqueda
ya mismo!
- No hay más que hacer acá.
Ambos se incorporaron y removieron la
leña de la fogata para que su llama no fuera importante y dividida así, se
consumiera con rapidez, aunque ningún incendio podía hacer peligrar el
lugar. Ya todo estaba consumido como la
esperanza del Edén, como el Paraíso Terrenal.
Semyaza y Azazel, no dejaron en ningún
momento de pensar, analizar y suponer, todo cuanto ocurrió en el lugar. Comprendió el primer ángel en llegar, Azazel,
que su compañero de ruta, Semyaza, estaba elaborando ideas que no eran las
ordenadas por Miguel o Rafael y en cierta manera, un deseo similar lo estaba
consumiendo, la idea de resurgir el Edén rondaba en la mente de ambos y ninguno
lo mencionaba abiertamente. Pero sin
duda, la necesidad de conocer todo lo que falló, era indispensable.
El deseo los motivó. El deseo generó una energía envolvente. Más aún que la alegría del comienzo, cuando
los ángeles superiores les encomendaron la misión. Azazel y Semyaza estaban más motivados que
nuca, pues veían que la tarea se ampliaba por las sorpresas en las revelaciones
y por la magnitud de los hechos, más incógnitas irían surgiendo con el paso de
los días o semanas.
Abandonaron el corazón destruido del
Jardín. Contemplaron por última vez la
destrucción del Templo de la
Oración , con la fuerte convicción que debía ser reedificado.
Pasaron el primer gran portón. Luego los otros dos y finalmente las tierras
de Havilá estaban bajo sus pies. La
tierra del fino oro y de las piedras de bedelio y ónice con que se construyó
gran parte del Templo de la
Oración y otros edificios adyacentes usados por los setenta y
dos sacerdotes del Edén. Eligieron
caminar por la orilla sur del río Fisón, por donde no había asentamiento ni
cultivos de los campesinos.
Llegaron a la tierra
Cus y de la misma manera, lo más al sur posible hasta que el segundo río Gihón
apareció y lo franquearon, pues ambos ríos que salen del Edén, se dirigen al
oriente y luego cambian de curso hasta el mar interno de Eritrea. Los ríos Tigris y Eufrates mantienen su rumbo
oriental por dos valles muy rico en vegetación y bestias salvajes. En uno de estos valles está la tierra de Asur
y para evitarlos, caminaron por las tierras que comprenden el tercer y cuarto
río.
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