martes, 26 de junio de 2012

La rebelion de Lucifer.
"La existencia de otras razas extraterrestres es una realidad, los de Orión, buscaron un nuevo hogar, y llegaron a nuestro sistema solar"

 
 
 

LA LLEGADA DE LUCIFER

Capítulo 1

 
Demasiada agua en mí alrededor, trataba de nadar pero en vano lo hacía porque ningún lugar era firme para descansar, apenas mis pies tocaban el fondo que no estaba cubierto por arena sino por rocas que mucho me lastimaban.
Era un gran mar, mire hacia donde mire, todo era un mar y un tenue viento provocaba que el límite de las aguas en mi cuello, elevaran pequeños oleajes hasta cubrirme rozando mi cabeza.  Cuanta energía había en este mar, apacible pero que sin duda, desbordaron mis emociones.  Desde hacia seis días el mismo sueño, pero éste, el séptimo fue diferente.
Un viviente bajó del cielo, como si tuviera alas invisibles o colgado por cables que mis ojos no podían ver.
El viviente estaba vestido con el más fino lino blanco, ningún otro color que no fuese blanco en él, a excepción, del color de su piel morena y su cabellera castaña oscura pasando escasamente el hombro.  Su rostro delgado pero no raquítico, tan hermoso que sería del deseo y fantasía de muchas mujeres.  No acusaba problema o malestar este ser, por el contrario, un rostro apacible y una tenue sonrisa como para otorgarme la suficiente tranquilidad que en él, podía hallar la ayuda necesaria y abandonar este mar de emociones.   
Para mi sorpresa, el viviente se posó sobre las aguas y caminó sobre ellas.  Imposible que esto fuera real pero lo estaba haciendo, más yo, cubierto de agua hasta el cuello.
Él me habló:
 
- “Camina con Fe ciega, pues ella te mostrará la verdad absoluta que tan solo es Verdad”
 
Luego de eso, caminó otros pasos más acercándose hacia mí, descubrí que en su mano llevaba un libro pequeño, pero nada me dijo sobre él.
Noté otra cosa que no había visto antes y era que en el cielo siete estrellas en lo alto brillaban con gran fulgor.  Las siete estrellas estaban dispuestas en forma de cruz muy bien visible.
Y vi, que siete trompetas en lo alto, se disponía a tocar y no comprendí absolutamente nada de lo que mis ojos veían.
El viviente las miró y comprendí que ya iban a sonar.  Así lo hicieron y las siete trompetas sonaron juntas como el estruendo de todos los vientos y huracanes del mundo.  Una de las estrellas, cuyo brillo era cegador, cayó del cielo y hacia el mar tomó raudo rumbo.  No había duda que el caos estaba por dominar el gran abismo que nos ahogaba.  Lo inevitable sucedió.  La gran tragedia aconteció.  Justamente detrás de él, para que lo pudiésemos ver, pues más gente había cerca de mí, la estrella que estaba en el cielo colapsó en el inmenso mar.  Todo se estremeció, incluso yo mismo temí por mi vida hasta que una gran ola se elevó y se dirigió hasta este lugar desconocido.  Tan alta era ésta, que no iba a sobrevivir si este viviente no me prestaba asistencia en lo inmediato.
Miré atrás, porque voces de súplicas y llantos le gritaban al viviente, peor él, tan solo dijo pocas palabras que ninguno obedeció:
 
- “Levántense y caminen sobre las aguas”  “Simplemente tengan Fe”
 
El pedido o la ayuda era muy extraño, más nadie hizo caso y con gran euforia trataron de nadar hacia el lado opuesto, hacia donde se dirigía la ola, como si le pudiesen ganar en velocidad cuando ninguna tierra firme existía en aquel lado, sin embargo, esa muchedumbre que suplicó por auxilio continuó nadando para alejarse de la ola, del viviente y de mí.
Un lapso de tiempo controló mi Ser la duda.  Dos eran las opciones para elegir pues debía hacerlo.
No sé que me impulsó en creer en ese viviente y caminé tropezándome con las piedras que abajo estaban hasta que un escalón sorpresivamente halló mi pie, lo subí y un segundo le continuó.  Sin duda era la asistencia que necesitaba de él, pero ¿hasta donde podía llegar si  la ola estaba por alcanzarme?
Siete escalones eran en total y con el último llegué.
El viviente extendió su mano y me pidió que lo hiciera.
 
- “Ten Fe”
 
No le dije nada ni lo cuestioné, pero la confianza con que me lo dijo fue suficiente para creerle y nada tenía por perder.  Moví mi pie derecho para dar el primer paso sobre el agua en donde ya no había más escalón, ni nada firme debajo, solo el mar.
La ola aumentaba su tamaño para que cualquiera se llenara de horror con solo verla, pero nada le dije y nada le imploré al viviente para que me sacara del lugar, porque en escasos segundos, ambos íbamos a morir ahogados.  El viento golpeaba mi rostro con ferocidad, pero mi valentía impulsaba mi cuerpo.
La decisión ya la había tomado y di el primer paso con gran seguridad, llevando hacia delante, todo mi peso y no me hundí.  Con gran confianza y seguro de mí mismo, di el segundo y nada sucedió o mejor dicho, sucedió lo impensado, simplemente no caí, solo me desplacé sobre las aguas que estaban turbulentas.
Con mi mano extendida fui hacia él, apreté las suyas con gran necesidad y la gran ola casi llegó.
En un instante miré hacia arriba y era imposible ver el cielo, el tamaño de esa muralla acuática era de enormes proporciones y solo podía ver eso, agua y más agua hasta que nos alcanzó irremediablemente.
No tuve miedo, solo Fe como él lo pidió y las aguas pasaron por ambos costados como el río más caudaloso y furioso que Nilo pudiera tener.  Todo nos sobrepasó y ni una gota nos mojó, en cambio al resto de los hombres y mujeres que intentaron ganarle en velocidad, se revolcaron en un remolino hasta su profundidad.  Todos ellos habían desaparecidos.
Sorprendido por todo, el viviente me entregó el pequeño libro y me habló:
 
- “Ten Fe y paciencia, no desesperes y no seas intolerante”  “Ya no hay más tiempo, con las estrellas en el cielo y las trompetas sonando por última vez la ira de Dios se habrá consumado”
 
Nuevamente miré en lo alto y otra estrella cayó al mar.  Las otras cincos seguían en su lugar, firme y con el brillo de siempre.  Otra ola aun más grande se formó al precipitarse la luminaria del cielo.  Lo miré al viviente y él ya no estaba, comencé a temer.  Se había marchado y una segunda oleada venía hacia mí.  Mi temor e inseguridad comenzó a pesarme y comencé a hundirme por mi miedo.
Fue entonces cuando comprendí, que solo yo, era mi sustento, solo yo y mi Fe, me podían sostener y me convencí que podía caminar solo y así lo hice.  Mis pies se posaron nuevamente por encima de las olas e ignoré esa muralla de agua, que con ferocidad y sonido de bestia salvaje venía a devorarme.
Solo o acompañado con mi Fe, afronté lo que debía ser y la ola llegó.
Ni una gota me volvió a tocar.  Me sobrepasó sin dañarme y finalmente me desperté.  ¡Me desperté de este sueño horrendo e insoportable que torturaba mi mente sin piedad.
 
El mismo sueño una y otra vez se repetía casi todas las noches, más aun cuando en la soledad de mi cuarto releía las hojas de un antiguo libro que no debía leer, un libro que hablaba de Dios, de la Fe, lo sagrado, la devoción y muchas otras cosas que tanto anhelaba practicar.
Nada me importó lo que dijera mi padre.  Nada me importaba las normas irracionales e intolerantes de este reino, del cual lamentablemente formaba parte, pero que sin duda, no me representaba, no me convencía y no compartía.  Mi búsqueda era otra, una muy profunda y en mi cuarto trataba de hallarla junto a mi soledad tan fiel,  con estas hojas antiquísimas y prohibidas para este reino tan vulgar y superficial.  Estas hojas milenarias que no se podían tener, ni siquiera yo, siendo príncipe del planeta Nilo estaba autorizado, pero mi rebeldía podía aun más.  Una rebeldía desde el punto de vista de las autoridades.  Autoridad ortodoxa y rígida que no permite pensar ni mucho menos, la libertad individual que merecíamos, ejercerla con absoluto derecho en éste, tan bello mundo paradisíaco, llamado planeta Nilo.
 
Todos en el palacio estaban alborotados por la llegada poderosa que hicieron los Tifones.  Un arribo inesperado, impresionante y estremecedor temprano en la mañana.  La tierra misma tembló cuando eclipsaron nuestra luz, sus poderosas fuentes de energías hicieron que asta el mismo rey se levantara de la cama sorprendido y aterrorizado por semejante poder y tamaño colosal de sus titánicas naves.  Sin embargo y contrario con todos, mi interés era el pasado, saber y aprender. 
¡Cuanto deseaba conocer esos antiguos textos prohibidos!  Aquellos que alguna vez fueron importantes en mi mundo.  Un tiempo en que se lo llamó el Primer Tiempo y tan solo hoy se disfruta de la grandeza de palacios y jardines tan esplendorosos como en ningún otro planeta de este sistema solar, pero nadie podía hablar de espiritualidad ni de Fe, mucho menos, de devoción o sacrificio.  Destinado todo eso, a la marginación absoluta y persecución, decretado por mi propio padre, años atrás.  Yo en cambio rozaba lo ilegal.  Se podría decir, una paradoja imperial.
Desde mi ventana podía ver todo el entusiasmo que despertó la llegada pacífica de esa gran flota del espacio exterior.  Nuestros ojos, por minutos, quedaban hipnotizados al ver en lo alto, el esplendor de los Tifones.  Una raza extranjera y lejana que había acaparado toda la atención nuestra y paralizando en consecuencia, casi todas nuestras actividades.
No había ni uno que no alzara en algún momento sus cabezas para mirar a lo alto y hacer algún tipo de comentario al respecto.
Una flota de seres muy poderosos que se hacían llamar Tifones del planeta Tifón, colapsado en la constelación de Orión y obligados a vagar por el espacio infinito por muchos cientos de años.  Un éxodo forzado hasta el extremo mismo y con la esperanza quizás, de una tierra prometida para sus ciudadanos que debieron aceptar vivir encerrados en naves de transportes, siendo el acero el paisaje continuo para todos.  Una vida poco poética y placentera.
Miles de naves estaban suspendidas fuera de nuestra atmósfera, pero siete eran las que se destacaban y ellas con una forma muy particular, sus fuselajes brillaban con la fuerza y el resplandor de las estrellas.  Siete colores las diferenciaban y sin duda que la blanca era quién se destacaba del resto.
Corrí la cortina del gran ventanal, pues en este palacio todo era en grandes proporciones.  Observé la majestuosidad e identifiqué una estrella blanca, la más bella por cierto, luego estaba la azul mi preferida, las otras eran: verde, roja, amarilla, rosa y violeta.  Sus tamaños desproporcionados, opacaban a cualquiera de las nuestras.  Solo nuestras edificaciones en tierra y jardines podían competir con ellas. 
Si existía un orgullo en Nilo eran los palacios, los más grandes y lujosos que se puedan haber visto en toda la larga historia como mundo avanzado.  Sin embargo los muros nunca fueron levantados por nosotros ni por mi padre ni por el abuelo de su abuelo.
La leyenda dice que nuestros antepasados, los de la Primera Era o Primer Tiempo consiguieron la grandeza material y espiritual, pero algo sucedió en Nilo.
Sin duda que lo material se había alcanzado.
La raza de Nilo se multiplicó cuando ya toda estada edificado.  Cuando las columnas y los techos existían mucho antes que el río Madre corriera por esta región del planeta.
¿Qué fue de estos palacios misteriosos y por qué no se sabe más nada de su pasado?
¿Por qué se prohibieron los textos antiguos?
¿Por qué no quieren que se estudie lo primitivo, lo que fue primero, el origen?  Si esas son nuestras raíces.  Aquello fue el comienzo de este árbol que se ramificó en todas direcciones.
¿Será que no quieren que se sepa el pasado de nuestro planeta?  La grandeza material sin duda se consiguió, se mantuvo y se multiplicó.  Pero… ¿y la grandeza espiritual?  ¿Qué fue de esos Iniciados?  Porque sé que los hubo.  ¡Los mataron a todos, uno por uno al igual que los templos y escrituras!
Mi padre fue el responsable.  Nadie lo cuestionó, menos aun cuando obtuvo la victoria de nuestro eterno rival, el planeta Gehena.  Quién seguramente estaba detrás de los recientes ataques a nuestras naves comerciales lunares.
¿Grandeza espiritual?  Acá no la veo y en cierta forma, tampoco se que significa, pues nunca me la enseñaron.  Todo lo que me rodea es en pos de los bienes y acumulación de tesoros.  Sin duda que son hermosos, pero mi corazón late con fuerza, cuando escucha alguna antigua leyenda de nuestros comienzos o con historias sorprendentes que están prohibidas conocerlas en detalle.
La memoria se borró en la mente de los habitantes de Nilo, todo el remoto pasado y lo que no es tanto en el tiempo también.
 
Un secreto guardo muy celosamente.  Un tesoro que no se pesa sino que se siente.  No es oro, pero lo vale para mí.  Nueve hojas, de lo que fue alguna vez, un viejo libro.  Aquellos que existieron hace mucho tiempo y su mal estado me obligan a casi no tocarlas.  Todos los días las leo una y otra vez, tratando de hallar respuesta, como ahora, frente a mi ventana, contemplado el jardín mejor cuidado de todas las provincias y la nueva visita en el cielo a quién debía atender, pero no tenía pensado, baja al salón en estos momentos para discutir o interiorizarme de los últimos sucesos.
A más de 20 metros de altura, está mi cuarto, eso da una fiel medida de las proporciones desmesuradas de estas construcciones antiguas.  El río Madre se lo puede ver a lo lejos.  Pese a la distancia, la claridad de sus aguas se puede apreciar, con los vivos y maravillosos rayos solares.  Todos nuestros palacios están en una isla que como me enteré, no existía y se la construyó con varios anillos de aguas de protección, un diseño tradicional en todas las ciudades principales de los mundos.  La capital misma está en el centro del islote, los templos y edificaciones majestuosas rodean al palacio con una altura inferior, pero no dejar de ser grandes y majestuosos.   Nada debía ser superior a la morada de mi padre, el rey Sáulo.
Más allá del río Madre, los bosques no se detienen.  Como una alfombra verde, hasta donde alcanza la vista, tapiza nuestro planeta Nilo, pues decenas son los ríos que corren hacia el oriente, el mismo curso de las estrellas, siguiéndolas, día y noche.
Ninguno de estos ríos tienen orígenes en ninguna montaña, el agua emana de ríos subterráneos muy grandes y por una poderosa fuerza se elevan y se distribuyen hacia todo la región.  Eso hace tan fértil el suelo y la presencia de plantas cubriendo todo los campos posibles.  Se conoce a nuestro planeta como la esfera verde y bien puesto está.  Mire donde se mire, árboles, cultivos y más flora gobierna el mundo, solo dos océanos hay pero la superficie terrestre es mayor en porcentaje.
Por encima y despuntando entre el follaje, aparecen los enormes edificios que sirven de viviendas a nuestra población.  Un espectáculo que nunca me canso de ver.  Hasta el último censo, cuatro mil millones de habitantes y todos tienen actividades diarias, nadie se queda de brazos cruzados.  No hay en ellos malestares pero sí, una ambición de poseer más de lo que tienen y eso es lo que me estuvo preocupando en los últimos años, una ambición desmedida comencé a percibir en todos los habitantes y para mí, no era buena señal de convivencia, por el contrario, mi padre, creía que eso generaba competencia e incentivo a consumir y desarrollar aun más de lo que ya existía.  Yo, no lo justificaba para nada y era tema de continuas discusiones.
Los habitantes lo tenían todo, nada les falta, sus necesidades cubiertas por completo, sin embargo iniciaron una carrera por poseer más de lo que podían usar.  Fue entonces cuando pude notar en los últimos meses, como las actividades, incluso las de esparcimiento, ya no los contenían.  Un estado de desconcierto, un deseo a cambio germinaba en sus corazones y ellos no lo percibían.  Algo me indicaba que en los siguientes años, la situación de Nilo, no sería la misma.  Mi corazón intuía algo malo y eso, era malo decirlo.  Prohibido estaba intuir, adivinar, profetizar.  Mi padre encolerizaba al saber sobre estas cosas, por eso, estuve obligado a medir mis palabras, pese a ser su hijo y futuro heredero del trono.
Una de las hojas que conservo con tanto recelo, hablaba sobre ese sentimiento que es bello y peligroso a la vez, el “deseo”
Me preocupaba este nuevo estado de ánimo.  Me inquieta la situación y el desconcierto de lo que pudiera pasar en Nilo.  Bien clara son las escrituras cuando se refiere al deseo y a otros sentimientos de muy bien suenan pero en la práctica, nada de eso se manifiesta.
Comprendí que el deseo se tornaba un arma de doble filo, altamente peligroso para uno y para el resto.  Pues el sentimiento de deseo, no cesa nunca de pedir más y más.  Pretendiendo bienes materiales y jamás sacia su sed.  Siempre el  deseo por la materia termina cegando hasta el más intelectual de los hombres.
Por el contrario, las escrituras afirmaban que desear sentimientos espirituales, es más consolador e iluminador que cualquier riqueza en oro o plata.  Nadie quería hablar al respecto y muchas otras me hicieron callar con severas amenazas.  Nadie quiere hasta el día de hoy, que lo espiritual rija nuestro mundo y ninguno me lo puede explicar.  Ningún sacerdote sobrevivió a la matanza de mi padre.  Ninguno.
Me rehúsa a la idea que todo se hubiese perdido por completo.  La advertencia en esa hoja, sobre los problemas que traerían el deseo insaciable a lo material, ya se estaba manifestando en las calles de Nilo y nadie lo ve.  Simplemente lo tratan como un tema más, sin embargo, yo, percibo que esto empeorará, no se porqué, pero mi atracción a que algo más debe existir, nadie puedo sacármelo de la cabeza.
 
Se ha dicho, que en un lugar, muy al norte, un templo sobrevivió a la destrucción, provocado por mis familiares cuando recién había nacido, pero nunca lo hallé.  Jamás me topé con esa Casa Eterna y Grandiosa del Señor, en mis varios escapes clandestinos.  De muchas formas la llamaron.  Si estaba allí, muy bien escondida se resguardaba.  Tampoco supe y no comprendí el nombre de ese Señor a quien tanta veneración se le tenía.  Ni su nombre ni su rostro.  Nada hallé.  Dos veces con mis guardias y sirvientes llegué al supuesto lugar, pero solo árboles, plantas y flores, nada más.  Un poco más de lo mismo.  La Gran Casa allí no estaba.  Ninguna construcción sobrepasaba en lo alto.  Creo en su existencia, pero algo tuve que haber hecho mal.  Algún error cometía para no llegar a la Casa del Señor.  Sé que está por ahí, mi corazón me lo dice y fue el único sitio que mi padre no pisó.
Este pensamiento de búsqueda no puedo exponerlo, todo lo que concierne a la indagación espiritual está prohibido, siendo yo príncipe, me ciegan saber sobre eso y me fastidia como nada en el mundo.  Quiero saber y el sueño lo pierdo por la noche, por esta causa.
 
Las idas y vendidas de todo el personal del palacio parecían enfermizas.  Se iba a recibir al representante de la flota Tifón y todo debía estar más reluciente que nunca.  Esa manía de desesperación que a todos les agarra en los momentos previos a un gran acontecimiento.  En lugar de disfrutar los minutos previos, por el contrario, gritos, órdenes y discusiones como si el invitado prestara atención a los insignificante detalles, que quizás, solo un rato estaría entre nosotros, pero no, todos actuaban como histéricos corriendo tras una presa.
¿No era más fácil trabajar con paciencia?
¡No!  Para mi padre y el resto… ¡no!.  Uno contagiaba al otro y por eso me alejé, nunca formaba parte de sus histerias colectivas que se propagaba como virus, desde mi padre el rey, hasta el cocinero mismo y hasta el personal de limpieza, pero todo se originaba en mi padre, el nervio principal del palacio, desde él, partía toda esa energía esquizofrénica desmesurada y descontrolada.  Muchas veces me pregunté ¿cómo no había salido igual a él?  Me parecía más a la paciencia del maestro jardinero que a mi familia.  Ese jardinero era un ejemplo para mí, más aun que los miembros corruptos del Consejo de Nilo.            
Hoy será un día muy importante.  Como príncipe del planeta Nilo, dos temas debía tratar.  El primero, la llegada de las colonias interplanetarias del planeta muerto Tifón.  Desconozco por completo las intenciones de ellos, pero un mensajero habló de intercambio y eso era lo que debía develar.
El segundo tema, un problema muy grave, pero nadie parecía darse cuenta de su magnitud, lo consideraron un tema aislado y asunto de piratas del espacio.  No estaba convencido de eso y me propuse averiguarlo.
Siempre conmigo, Udas, mi primo.  Lleva mi sangre y mismos honores, pero él, no sería sucesor al trono.  Ganas no le faltan, pero siempre estuvo a mi lado, fiel y al escucha de cada palabra mía, para aconsejarme y apoyarme en todos los problemas que pudieran surgir.  Así lo hizo con anterioridad y seguro, lo haría ahora también.
Mi corazón intuía que la tranquilidad de Nilo se alteraría y cierto temor comencé a sentir.  Un futuro incierto para el planeta o para mí.
Alguien estaba llegando.
 
- ¡Visnaiel!  ¡Visnaiel! – Era mi primo Udas, que a gritos y golpes, se presentaba en la puerta de mi cuarto.  Sus golpes eran inconfundibles.
- ¡Aguarda! – Le abrí y le permití pasar.
- Primo, siempre encerrado en tu cuarto. – Llevaba en cima la mejor ropa que se podía poner.  Quería estar bien presentable par recibir a nuestro agasajado Tifón.
- Es bueno de vez en cuando.
- Sí.  Pero no siempre.  Te la pasas aquí en soledad, como si esto pudiera divertirte.
- No es mi intención divertirme. – Sin duda que ambos teníamos impresiones distintas.  Mi necesidad de algo interno, no se satisfacía con las cosas que el reino podía darme, nada en el palacio ni en la ciudad me causaban placer.  Lo mío era otra cosa y esas nueve páginas tenían mucho que ver para mi futura vida.
- Si no te diviertes ¿para qué quieres vivir?  Vamos, se están por reunir todos en el salón.
- Aun no bajaré.  – En ese momento me di cuenta que las hojas habían quedado en la mesa de mi biblioteca y con unos pasos más los descubriría.  No era falta de confianza, pero como dicen sobre esos escritos, “son prohibidos” y era mi secreto que debía mantenerlo de la misma forma.  Nadie debía saber sobre ellos.   
- Hay que tratar el tema...
- Sí… esta bien, vamos. – Lo tomé del brazo para que no viera los papeles.  Mí arranque violento le llamó la atención, no era habitual en mí semejante reacción, pero no podía verlos y en nadie confiar.
 
Sin más, nos marchamos para la reunión.  Toda la realeza del planeta Nilo estaba ahí, esperándonos en el salón principal.  Los reyes de todas las provincias aguardando nuestra llegada.  Era nuestra primera misión, nuestro primer trabajo sin la ayuda del consejo.  Debíamos prepararnos para cuando nuestros mayores no estuvieran más.  El trono iba a ser ocupado por mí en algún momento y debía formarme en la toma de decisiones.  La que eligiera, era la que se establecería, por eso, no podía equivocarme.  En cuanto a Udas, él, regiría los ejércitos de todas las provincias y la Guardia Real, con el solo hecho de pensarlo ya me daba miedo.  La misma Guardia Real que me protegería cuando fuese rey, por eso, debíamos estar juntos.  La idea de vigilarlo no me agradaba pero tenía que ser así por más que fuese mi primo, amante de las armas y de la violencia.
Udas y yo, somos muy distintos.  Él se precipita a las decisiones y por lo general, una fuerte inclinación por el empleo de la fuerza bruta, lo cual era motivo de discordia.  Aunque desde hace mucho tiempo, la violencia no se implementaba, pero los eventos de las naves comerciales atacadas, era una preocupación, para mí muy grande, pero para el Consejo Real un asunto menor de piratas del espacio.
Por el contrario, siempre preferí el dialogo y la no violencia.  El castigo físico y la muerte ajena, no era de mi agrado.  Todas mis decisiones las basaba en la comprensión de la situación.
Nuestras diferencias hacia irrisoriamente que nos complementemos, aunque esto pareciera increíble para todos.  Uno en cierta forma anhelaba algo del otro.  Como si los opuestos se atrajeran.  No en todo, pero siempre algo tenía el otro que nos interesaba.  Yo admiraba su fuerza, coraje y valentía.  Por sobre todas las cosas, su decisión y su postura firme a no retroceder.  Por el contrario, yo, siempre me tomaba más tiempo antes de decidir.  Mi padre, me recrimina una y otra vez, mi tardanza, pero nadie podía hacerme ver que otra opción era mejor que esa.  Para mí, meditar y analizar antes de tomar una decisión era primordial.  No lo veía como tardanza ni falta de determinación.  En eso Udas, me sobrepasaba, lo que le valió muchos errores, pero todo quedaba justificado por su condición de ser parte de la familia real.  Sin embargo, sus desaciertos, perjudicó a miles de obreros y a nadie pareció importarle.  A mí sí.
 
- ¿En que estás pensando primo? – Me dijo con su característica voz de mando.
- En nuestro primer trabajo. – Le respondí, mientras bajábamos las enormes escaleras del palacio.
- ¡Mira!  Bajamos, escuchamos, nos vamos y vemos lo que quieren estos colonos.
- Con tranquilidad. – Le dije mirándolo de reojo y advirtiéndole lo mismo de siempre.
- No seas tan tranquilo.  Si nos conviene, pactamos, si no es de nuestro favor, que se retiren y continúen viaje.
- Es una muy buena oportunidad para conocer...
- ...No empieces de nuevo primo. – Me interrumpió antes de poder terminar. - ¿Qué quieres conocer?  Vives encerrado, estudiando no se qué y te alejas de la gente.
- ¿La gente?
- Sí, los necesitamos para negociar. – En su mente siempre cabía lugar para los mismos temas, negocio, expansión, armas, oro, eso me desagradaba.  Su forma de ver a las personas, solo como potencial aliado comercial y redituable.  No existía otra cosa para él que eso.  Era mi primo y nada podía hacer al respecto.
- Tú hablas de negocio, pero a mí me enferman sus estúpidos comentarios.  No encuentro a uno, que sea digno con quien dialogar por más de 15 minutos.
 
El último escalón ya había sido sobrepasado y al ingresar al salón principal, toda una multitud de príncipes, gobernantes y todo tipo de gente noble, saturaba el hall central del palacio preciosamente decorado con el más reluciente mármol en todo el extenso piso, desde su entrada hasta el trono de mi padre, y no solo de un todo, sino, de varios, para hacer del palacio, una reserva maravillosa de tan espléndidas piezas.       
Sin duda estaban a nuestra espera.  A más de uno los pude ver molesto por nuestra tardanza, en realidad, lo estaban conmigo.  Prefería yo, no verlos, uno era peor que el otro.  Elegantemente vestidos, capas del más fino material, joyas en sus pechos, oro, plata e infinitos colores había en todos ellos.  Con orgullos exhibían enorme joyas y hermosos ropajes de sedas.  Todo esto, se empañaba cuando abrían sus bocas.
Nunca ocuparon sus tiempos en los progresos del pueblo.  Llevaron a cubrir sus necesidades y nada más.  Hasta allí quedó el esfuerzo de sus gobernantes.  Todo lo que vino después, fue para engordar de riquezas sus palacios.
Sentí desprecio por ellos y temor por mi primera tarea.  Udas por el contrario, se sentía rey cuando jamás lo sería.  Solo podía aspirar a ocupar el lugar que ocupó su padre alguna vez, muerto después de las batallas con Gehena por la supuesta resistencia de los sacerdotes guerreros.  Nunca me quedó bien clara esa historia.
Mi amado padre estaba en su trono.  Me fui acercando a él.  Miré a lo alto y el techo del palacio era realmente enorme, muy pero muy alto estaban los bloques de mármol blanco.  El trono de mi padre, elevado por siete escalones y a ambos lados dos columnas, cada una de ellas, un metro de espesor, eso mostraba la magnitud de la construcción.  El pueblo jamás había entrado aquí, solo aquellos de alto rango o posición social lo conocían.  Morirían sin haber visto jamás esta maravilla arquitectónica, heredada de los Primeros Tiempos.
 
- ¡Hijo acércate! – Levantó su mano, indicándome que debía hacer, sentado en su trono y con el correspondiente al de mi madre vacío.  Ella murió tiempo atrás, cuando solo era un niño. – ¡Sobrino, acércate! – Lo mismo para Udas.  Ambos llegamos hasta donde comenzaban los escalones.
A ambos les digo, que el pueblo de Nilo, deposita tosa su confianza en la tarea que han de comenzar.  Deberán tratar y resolver favorablemente a Nilo, la decisión que tomen por sobre todas las cosas.  Nada debe interponerse y nada debe evitar que sus logros enriquezcan a este planeta. – Era mi padre.  Nada podía decir en su contra.  Su ambición al oro y los bienes son iguales a nuestros antepasados y al de todos los presentes.  Ese era mi temor, poder cumplir con estas premisas que poco me importaban, pese a los reproches de Udas, por mi aislamiento, esto me confirmaba lo acertado que estaba.
Oro, oro.  Todo estaba medido en oro.  Su color es hermoso, pero no me hacía feliz ver ese material por el cual todos se rasgaban las vestiduras.
Sin duda, las nueve hojas tenían razón, el oro y las riquezas, motivaban al deseo a tener más y más.
En mi mente una pregunta se manifestaba desde hace rato.  ¿Qué ocurriría si ese deseo no podía ser satisfecho?  ¿Abría un desenlace final y trágico?  ¿Retornaría la pelea entre los gobernantes o el pueblo de Nilo?  Manifestaciones de descontentos ya los he percibido y no me gustaba nada, por ahora en forma verbal, pero nadie podía asegurarme que un rebrote de violencia no fuese factible.
Quizás  sea ese el motivo por el cual se destruyeron todos los registros antiguos.  Los libros que se referían al estudio del espíritu y a algo que llamaban “alma”.  En varias hojas, comprobé la existencia de esa palabra y que tanto molestó a mi padre cuando se lo pregunté.
Mi teoría era buena.  Había que destruir esos escritos, de lo contrario, su contenido, destruiría las normas establecidas desde hace algún tiempo.  Normas y leyes rígidas y muy autoritarias a mi modo de comprender las cosas.  Quería una respuesta y no me iba a detener.
Calculador como ninguno, mi padre arregló el arribo de este representante de los viajeros de Tifón en un horario especial.  Para cuando el sol estuviera justo por encima del templo.  Penetrando los rayos solares por las aberturas en lo alto y así, generando un efecto luminoso de grandeza que se reflejaba en todas las paredes y piso de mármol blanco.  Solo las columnas del palacio y el oro eran distintos.  Las columnas son de un material bello, piedra Ónice.  Así se los llaman también a los habitantes del norte de Nilo, que extraen esta piedra verde que al pulirla, no tiene igual.  Una piedra única con un brillo y un veteado digno de realeza.
Sin duda que el palacio era de lo más lindo, pero solo era eso, un palacio.
El representante había llegado.  Descendió con su nave que no pude ver, pero los comentarios eran unánimes de los que cerca estaban a la gran puerta.  ¡Majestuoso!  Era lo que se escuchaba.
El nombre de ese representante es el príncipe Lucifer.
Por lo que me habían informado, interpreté que era mucho más que un mensajero.  Dilucidé que se trataba de un alto individuo en la jerarquía de su colonia interplanetaria.  Lucifer.  Sonaba muy potente.
Tal cual lo habían calculado.  A la hora precisa, la puerta principal acogió al príncipe y acompañantes.  Nuestros visitantes entraron.
Emergiendo por la sombra provocada por el umbral y avanzaron por el salón.  Un cofre llevaban quienes iban por delante, se podía apreciar que estaba muy pesada, el esfuerzo que debían emplear los ocho hombres fornidos que trasladaban el gran cofre con bárrales que por el brillo eran de oro, llamó la atención de todos.  El cofre o arca también poseía su tradicional color dorado, sin duda se trataba del mismo material.
Las miradas de todos estaban concentradas en el arca, más que del ilustre visitante.
Por detrás, ingresó él, Lucifer.  Muy alto era este príncipe, más que los guardias que vinieron con él y los nuestros.  Todos sin excepción estaban vestidos de blanco.  Grandes túnicas blancas, tan blancas como las nubes de un bello día.  No había en ellos ningún adorno colgando, pero sí Lucifer exhibía bordados con hilos que también parecían ser de fino oro en su pechera, la figura de una estrella brillando.  La capa se enganchaba con dos cadenas de seis eslabones cada uno para cada extremo, también eran de oro y un bordado vertical en la capa, de estrellas pequeñas una encima de otra, hasta casi tocar el piso.
Noté algo particular, su rostro y sus manos, brillaban, como si la piel generara luz, pero solo se lo pude ver a Lucifer, el resto era como cualquiera de nosotros, en cambio Lucifer, tenía una atracción peculiar, generaba un magnetismo que me hipnotizaba por completo.  Cuando pasó por uno de los sectores de sombras, su luz seguía impregnada en él y no era el efecto del sol filtrándose por el techo.
Nadie pareció notarlo.  Sus miradas se centraron en esa arca misteriosa.  Que sin duda en su interior habría presentes muy valiosos, si por fuera era oro, por dentro no podía ser menos.
Se detuvieron y dejaron el obsequio muy cerca de nosotros, ellos no podían subir las escaleras.
Se paró muy firme Lucifer, miró a mi padre y le habló con voz potente y segura.
- ¡Un presente traigo de un mundo lejano!  ¡Presente que será de agrado para los ojos y deleite del rey! – Un solo gesto bastó para que sus hombres abrieran el arca, cuya tapa era curva hacia arriba.  Al abrirla, el oro y las joyas que había en su interior provocaron la exclamación de todos.  Como si tuvieran hormigas se movían de un lado a otro.
Comentarios y más comentarios surgieron de improvisto.  Lucifer los miró, se volteó y percibió la reacción de cada uno.
Yo por el contrario, solo un instante miré el obsequio, no puedo negar que el brillo del más fino oro surgió delante del trono de mi padre.  Lucifer también era astuto.  Ordenó detener el cofre, en el preciso lugar donde uno de los rayos solares le dio de lleno, para provocar el destello de luz en el metal y en algunos diamantes que instantáneamente centelló con el haz de luz.  Fue una actitud muy hábil por su parte, pero detuve mi vista en su reacción.  Lo observé y pude entender que nos estaba analizando, nos estaba estudiando.  Pudo ver él, la enorme alegría que se proyectó en los miembros del Consejo de Nilo al ver las riquezas.
Los había seducido.
Él, analizó a los míos, pero yo lo analicé a él.  Por lo pronto no podía hacer conjeturas de lo ocurrido.  De algo estaba seguro, Lucifer, los conquistó a todos y solo dijo un par de palabras.  La luz que emanaba de su piel, seguía tan reluciente como el mismo oro, eso sí, me atrapó y me intrigó, pues nadie parecía ver la luminiscencia de su piel.  Estaban delante de él, pero ninguno se percataba de eso.
No había dudas, hoy iba a ser un día muy importante y mis nervios comenzaron a crecer irremediablemente.  Udas no sacaba la vista del cofre.
- Nuestro viaje fue largo y agotador, pero nuestro anhelo de llegar a un mundo estable y deshabitado no desaparecerá jamás.  Estos presentes son para el rey y para que él lo disfrute como más le convenga. – Lucifer sin darse cuenta o haciéndolo con intenciones, condicionó para que los regalos traídos sean de propiedad de exclusiva de mi padre.  No habría reparto de oro. – ¡Este presente es solo eso, nuestro saludo a vuestro planeta Nilo, bello como ninguno otro desde el cielo!   ¡Sin dudas, el más esplendoroso y exquisito de todos los que he visitado! – Me resultó típico de un diplomático, pues en la dirección que venía, debieron de pasar y relacionarse con otros mundos tan espléndidos o más que el nuestro.  Sin duda, sus palabras eran para congraciarse con mi padre.
- ¡Agradezco su apreciación y oportuna visita, al igual que los presentes! – Con una reverencia Lucifer inclinó su cabeza. – ¡Díganos Lucifer!  ¿En qué podemos ser útiles?
- ¡Muchas necesidades tenemos desde que nuestro planeta Tifón fue destruido por el cosmos, nuestra población creció y muchos materiales necesitamos para nuevas naves!  ¡También requerimos otros elementos numerosos, una lista larga pero para nada costosas ni complicadas!  ¡De todas formas, será retribuida cada ayuda de ustedes, con creces! – Sáulo abrió los ojos.
 
Sin duda que mi padre lo iba a ayudar, si este oro, era un simple presente, el pago por sus necesidades iba a ser muy lucrativas.  No se negaría.
- Mi hijo Visnaiel y mi sobrino Udas, estarán con usted.  Hay una habitación preparadas para ustedes, allí podrán dialogar y resolver todo cuanto surja... – Interrumpí a mi padre, porque quería cambiar los planes, lo cual no le gustó.
- Perdón padre – Me voltee y le pedí las disculpas. – Me gustaría conocer su nave y sus costumbres.  Prefiero ir con ellos. – Lo miró a Lucifer, no estaba seguro de mi ocurrencia.
- Será un honor contar con tan ilustre príncipe en mi nave.  Dará mucho prestigio a mi tripulación y a mi gente,  su visita es aceptada.
- Muy bien.  Cuando lo deseen pueden iniciar las conversaciones. – La aprobación estaba dada. – Habíamos preparado una bienvenida, pero se han alterado un poco las cosas, quiero decir que si gusta... – Con tono de vergüenza intentaba explicar lo que tenía planeado pero Lucifer lo interrumpió.
- ... Será otro placer, que vengan las mujeres también. – Quedamos todos mudos por lo que acababa de decir.  ¿Cómo sabía él, que mi padre, pensó en los placeres carnales, en las necesidades que podían tener?  Me rehusaba a que tuviera cierta capacidad mental.  Lo miré la igual que todos, pero Lucifer, fijó su mirada en mí.  Era un mensaje sus ojos, pues mi mente no dejó de analizarlo desde el momento que entró.  Parecía como si él lo supiera.
Ordenó a los suyos retirarse y cuando comenzó a caminar hacia la gran puerta, mi padre una vez más no pudo con su corazón duro.
- ¡Disculpe!  ¡Disculpe Lucifer!  - Giró su cabeza sin dar vuelta su cuerpo, eso fue desafiante para mí - ¿Cómo están ustedes... acostumbrados... a...
- ... Pagamos con oro.  En Tifón, el oro era muy común verlo con solo quitar algunas rocas.  No se preocupe.  Le pagaré con oro.  Nuestros palacios no tenían mármol.  Todo se recubría con oro. – El silencio los apoderó a todos.  No se si por conocer las preguntas antes que fueran terminadas o por el simple hecho de decir la palabra “oro”.  Conociendo a mi gente, seguro que era por el oro.         
 
Lo miré a Udas y fuimos hacia la comitiva para marcharnos.
Sus pasos eran más largos que los nuestros, siempre estaba adelante con los suyos y no le dábamos alcance, esa actitud no me gustó.  Por el contrario, Udas, lo comenzó a admirar, en voz muy baja, no dejaba de hablarme del oro y de lo que podría llegar a tener en comisión.
Yo tenía otra inquietud, mi atracción hacia él no lo negaba, pero no por su riqueza, sino por su condición mental, por su estado de análisis constante que tuvo con los presentes.  Midió cada reacción de ellos incluso la mía.  Él notó una rareza en mí como yo en él.  No solo sus pasos lo llevaba delante de nosotros, sino también, su mente estaba anticipada, eso, para mí era oro, eso era riqueza y la luz que proyectaba su piel solo era visto por mí.
- ¡Udas!  ¡No ves la luz! – Insistía yo en la pregunta en voz muy baja.
- La única luz que veo es el brillo del oro.
- ¿Estás diciéndome la verdad?  ¡Tiene luz en su rostro y en sus manos!
- Primo.  Estás loco o tus ojos necesitan tratamiento.
- Estoy bien, pero veo luz.
- ¿De qué color?  ¿Dorado?
- No.
- Entonces estás loco.  Yo veo oro en él.
- Entonces ¿le puedes apreciar un color?
- ¡No Visnaiel!  ¡Veo el oro que nos va a entregar con lo que negociemos! ¡Oro!  ¡Mucho oro!
- ¡Udas!  No puede ser que no lo veas, está delante de nosotros, resplandece blanco pero por momentos, surgen manchas negras...  – Hice una pausa. - ... está bien, no me hagas caso.
 
En vano era seguir hablando con él.  Su mente estaba fija en otra cosa y yo no sabía si mi vista me engañaba o algo mal funcionaba en mí.
Salimos del templo y Lucifer ingresó a su nave.  De tras nuestro, venían las mujeres que iban a ser deleite de ellos.  Las esperamos e ingresamos todos.
Esta vez, si nos esperó en su interior y nos invitó a conocer la pequeña nave, como él la calificaba, que de pequeña, no tenía nada.
 
 
 

PRIMERA TENTACION

Capítulo 2

El viaje duró muy poco.  La nave madre, estaba muy cerca e ingresamos a ella.  Muy grande, espaciosa y desde el hangar nos llevó a un recinto formidable.
Este lugar contaba con muchas comodidades, más de las necesarias y si quería impactarnos, lo había conseguido.  No había oro en el lugar, pero la decoración fastuoso.  El color rojo, púrpura y escarlata, un estilo de pasión y muy sugestivo para el descanso y los placeres carnales predominaban.  Esta no era la imagen que tuve de él cuando lo vi por primera vez.  Pero esto era lo que mis ojos veían ahora.  Mi primera impresión fue equivocada.
Las mujeres enloquecidas, Udas, más aun.  Música suave y muy sensual salían de las paredes, pero no me percataba de donde exactamente.
- Pónganse cómodos. – Los sillones eran almohadones dispersos por todo el suelo, una mesa muy baja servía para ser usada, pues nada había sobre ella.  El lugar poseía pequeñas ventanas oscuras, como si no se quisiera que por fuera se viera las actividades en su interior, que desde ya, estaba claro para que serbia esto.
Prácticamente estábamos sentados en el suelo, las almohadas no tenían mucho volumen pero cómodas al fin.  Todo muy extraño, las sillas no existían y los muebles tampoco, solo tapizados, cortinas y decorados con fuertes colores, predominando siempre el rojo.
La nave se movió, sin duda nos estábamos alejando de la superficie.
- ¡Acomódate a mi lado Udas! – Le dijo Lucifer a mi primo.  Por el contrario, dejó que yo conservara mi lugar, me quería ver de frente, a los ojos.  Yo también por cierto.
- Nos has dicho que tienes una lista de elementos que necesitas.
- Si, no son cosas extrañas, simplemente para la elaboración de nuevas naves.  Los minerales, los quiero en bruto, tenemos la capacidad de realizar la fundición y moldear las piezas. - Aun no habíamos dialogado sobre la oferta y la demanda y ya decía “quiero”  Por lo visto, Lucifer estaba acostumbrado a exigir, eso me molestaba, el autoritarismo y la soberbia me fastidiaban.
Un sonido llamó la atención.
- ¡Ventana! – Dijo Lucifer y un gran ventanal se abrió delante de nosotros.  Estábamos en la orbita de Nilo, ante nosotros una verdadera maravilla que nos dejó la boca abierta.
- ¡Aquella, la luz que más brilla es mi nave y mi tripulación! – Ante nosotros, la gran flota Tifón.  ¡Magnífica!  ¡Maravillosa!  Cientos de naves pequeñas, comparadas con las centrales.  Las cientos de naves formaban un gran círculo externo.  Luego siete naves mayores.  Imposible decir el tamaño de ellas, su colosal envergadura eclipsaba a la más grande de la nuestra y ni siquiera se la podía comparar.  Sin duda, que la señalada por Lucifer era la más sorprendente.
- ¡Es bellísima! – No pude evitar decir lo que pensaba.
- Mira.  La que está por delante de todas, la que más brilla, la de luz blanca es el orgullo que me satisface.  Ninguna se compara con la mía, ninguna es tan poderosa y majestuosa.  Ni siquiera se la podrá igualar.  Desde largas distancia, el resto de las naves se pierde en el espacio, pero la mía, se la puede divisar sin dificultad.
- ¡Es la luz más bella!
- Ese es el nombre de mi nave.  Luz Bella.
Lucifer estaba mostrando una arrogancia mayor que mi padre y sin duda su nave era la más linda.  El brillo de Luz Bella opacaba al resto, que también eran preciosas, pero la suya, era distinta, al igual que Lucifer, un raro magnetismo me hacía pensar mucho en él, pese a las actitudes que no eran de mi agrado.  Por momentos me gustaba y por otros, me causaba repulsión.  Este ser a quién le seguía viendo emitir luz brillante de su piel, pero ahora lo no era con la misma intensidad que en el salón del palacio.  Por el contrario, mayor resplandor negro que antes.
- Nuestro viaje parece eterno en ese vasto espacio, pero no todo es tan tortuoso.
- ¿Están buscando un planeta desabitado para reposar finalmente? – Le pregunté.
- Nuestro sistema solar colapsó y las galaxias vecinas sufrieron severos trastornos, tuvieron consecuencias nefastas.  Hemos comprobado que todos los planetas tienen sus ciclos de cambios traumáticos y ese provoca la muerte de todos su habitantes.  Aprendimos que todos los sistemas solares, sufren lo mismo que nosotros cuando estábamos en Tifón.  Por consiguiente el espacio es el lugar más seguro, libres de terremotos he inundaciones.
- Pero no pueden disfrutar de la naturaleza y todo el ecosistema de ella.  Es algo único.
- ¿De qué sirve tener árboles si son todos iguales?  Los ríos cambian sus cursos pero todos tienen agua.  Algunos planetas tienen mares y es igual que los ríos, nada más que de mayor tamaño y distinto sabor.  – La justificación era un tanto ridícula para un príncipe. – Al tiempo, te cansas de ver todo eso y tampoco puedes recorrer mucho a pie. 
- Tienes vehículos para hacerlo.
- Estoy seguro que la mayor parte del tiempo, no sales de los límites de tu palacio. – No se equivocaba. – La muchedumbre, el pueblo, por ser pobre, tampoco va más allá de lo que sus piernas lo puedan llevar.  De todas formas ellos, solo recorren la distancia de sus casas al trabajo y nada disfrutan de esa naturaleza que dices. – Ahora estaba comenzado a conocerlo.
- ¿Qué crees que es mejor que eso?
- Vivir la vida a cada instante como si fuera el último suspiro.  Aprovechar todo cuanto se tenga al alcance, si es una mujer, ir con ella, si es un negocio hacerlo ya, si es alimento lo que hay en la mesa, comerlo todo y un poco más, uno nunca sabe si mañana algo faltará.
- Si se hace lo correcto, no hay motivo para que mañana falte la provisión o cualquier otro elemento necesario.
- Nunca lo sabes.
- Lo sé.  Si me ocupo de ello.
- Tú te puedes ocupar, pero otro puede llevártelo.  ¿Y después qué?
- Es un pensamiento negativo ese.  Te abres a que se manifieste algo malo.
- ¡No me hables de manifestaciones! – No le gustó mis palabras. - Tu mente solo ejecuta órdenes del momento.  No se anticipa ni previene nada. – Lucifer, intentaba cerrar mi mente, pero sin darse cuenta, por el contrario la abrió, me planteó un razonamiento mental, me negó que tal cosa pudiera ser ejercida en nuestra conciencia, pero sin duda, al mencionarlo, algo sabía.  Desde hace mucho tiempo, en Nilo, nadie habló de sobre esto.  Lucifer tenía que conocer más.
Miraba con enorme deseo a las mujeres, pero aun, seguía mostrándose diplomático, con mucha soberbia pero estricto aun.  Quería soltarse pero mi presencia lo incomodaba, Udas por el contrario, más suelto que nunca.
- Debemos ser positivos y que hacemos la tarea bien.
- Eso dijeron en Tifón y nada quedó. – En ese momento, sacó de su túnica blanca, una daga, parecía muy filosa, la mostró por su belleza y la clavó en la mesa frente a Udas. - Mira mi amigo, debes agudizar tu vista, limpiar tu nariz para un mejor olfato, tus oídos bien abiertos y tu tacto sagaz para aprovechar oportunidades únicas.
- ¡Opino lo mismo! – A gritos intervino Udas.  No pudo con su genio y tomó de la empuñadura la daga, la quitó y tocó su hoja.  Muy afilada.  Se le pudo ver el gesto.  Su tentación fue más fuerte, pude ver como Lucifer lo miró de re ojo, pero él no se percató que lo observaba.  No era la primera vez, pero ya sabía lo que iba a pasar.  Quien agarra un cuchillo, sabiendo que su filo puede sorprenderlo, no resisten tocar su punta.  Eso hizo Udas y se pinchó dejando que algunas gotas de sangre comenzaran a salir por la herida en la mano derecha.
- Ves.  Tu primo tiene la apertura que a ti te falta.  No debes pensar más allá de mañana, la oportunidad es hoy y si con oro debe ser la paga, oro tendrán. – Intenté evitar que tocara la punta, pero lo hizo muy rápido.  Lucifer, no le importó el corte, no atinó a pedir ningún trapo para limpiarlo, solo halagarlo y tuvo buen efecto en él.
Mi amigo Lucifer. – Pese al corte y con la oportunidad de sumarse a la conversación habló de lo que mejor sabía.  – Por cada tonelada de metal bruto para fundición ¿cuánto es el valor que tu calculas?
- Un arca de oro como la que has traído por diez mil toneladas de metal.
- ¡Trato hecho! – No se dio cuenta Udas de su palabra, se precipitó a una decisión sin consultarme ni siquiera con la mirada.  Lucifer, no lo dudó y llevó su mano para cerrar trato, pese a que Udas dejaba brotar sangre.  Mi primo no tuvo más remedio que dársela y el pacto entre ellos se marcó con sangre.  Esa imagen no me gustó.  Eso para mí fue una señal y no de las buenas.   Comencé a incomodar.
 
No estaba seguro de que hacer.  Las dudas y el temor me estaban invadiendo.  En escasos minutos se pactó con un ser que no conocíamos y yo, nada más que yo, veía en él, esa luz extraña en toda su piel.  Nadie lo podía percibir.  ¿Por qué podía ser?  Nada me gustaba, solo por ahora, presentimientos, nada grave aun veían mis ojos, la compostura y cortesía seguían presentes, no era más que un engaño seductor lo cual acrecentaba mis dudas
Uno de los sirvientes, acercó un gran bracero, que se sostenía por tres patas a un metro y medio de altura.  El carbón estaba bien encendido.  Se levantó Lucifer, llevó su plato con una pata de cerdo y lo arrojó al fuego.  Todos los miramos por esta actitud de quemar la comida y se notó nuestra reacción.
- Es un sacrificio, una costumbre para que jamás nos falte el alimento. – Dijo Lucifer.
- ¿Es una adoración a alguien?
- No hay nadie a quién adorar, solo a nosotros mismos.  Con este acto, queda demostrado para nuestros ojos, que nada nos falta y por ello, tenemos de sobra.  Arrojar el alimento al fuego al comienzo, es buena suerte y siempre nos acompañará.
- ¿Más aun si es carne?
- Carne y si es de cerdo, mejor.
- ¿Toda tu raza hace esto desde tiempo atrás?
- No todos. – Su rostro quería mostrarme un rasgo secreto o místico a tal acto, no me convenció. – Solo aquellos que buscamos superarnos a nosotros mismos.
- ¿Ese acto de sacrificar la carne, le otorga el poder de superación?
- Míralo de esta manera.  Si arrojamos comida, es porque hay, de lo contrario sería imposible hacerlo, sobra y para que siga así, sacrificamos parte de ella.  Nos vemos obligado a superarnos para que nunca falte.
- Planifican para el futuro.
- No, vivimos con intensidad el presente, de esa forma y con el esfuerzo cotidiano se obtiene solo.
- ¿Pero cual es tu esfuerzo cotidiano?
- La toma de decisiones.
- ¿Eso requiere esfuerzo?
- Todo tiene su esfuerzo.  Todos los días es como edificar un gran edificio.
- Se necesita mucha gente para eso.
- Gente, oro y esfuerzo.
- Pero el esfuerzo lo hace la masa de gente.  Ni tú ni yo lo hacemos. – Le objete
- A nuestra medida lo hacemos.  ¿Por qué te preocupas tanto por la muchedumbre si ellos son como el ganado?
- ¿Qué quieres decir? – Fruncí el seño, no me gustó su punto de vista.
- La muchedumbre es un grupo numeroso de individuos que nace, viven y mueren por el trabajo.  No conocen otra cosa que trabajar. – Sus palabras tampoco fueron del agrado de las señoritas que hacían compañía.
- Por que no se le da otra opción. – Le contesté.
- ¡Así!  ¡Dale opciones a tu pueblo y verás como te comen los ojos!  ¡Dale plenitud de decisión y verás como tu reino y el mío se derrumba! – Era la primera vez que levantaba la voz, no muy fuerte, pero un cambio se produjo.
- No necesariamente te traicionarán. – Afirmé con total seguridad y con mis manos, gesticulando mi correcta apreciación.
- ¿Traicionarán?
- Sí.  No tienen porque traicionarte si hacemos las cosas bien.
- ¡Escúchame príncipe! – Su tono era sarcástico. - Con el tiempo aprenderás la verdad y no todo es poesía.  Cuantos hombres de tú pueblo le conoces las caras, sus nombres y donde viven.
- No conozco a muchos… - Cierta culpa sentí e intenté justificarme. -  Atiendo las tareas del palacio.
- ¿Atiendes las tareas del palacio?  ¡...Visnaiel!  ¡En los palacios todo es aburrimiento! – Seguía con su tono elevado. - Todo está en orden, en el tuyo y en mi nave, como la de cualquier otro reino, pues no eres tu quién lo limpia ni eres tú quién lo arregla si algo se deteriora, todo lo hacen los obreros, la masa de gente, tu pueblo y el mío, aquellos que jamás vistes las caras ni sabes donde residen.  No los conoces, por lo tanto no te pueden traicionar.  Solo traicionan los amigos.
- Es lo que le digo siempre Lucifer. – Udas aportó lo necesario para que la conversación se pusiera áspera. - No sale del edificio, siempre estudiando vaya a saber uno qué.
- ¿Estudias en soledad? – Me quería acorralar, si él poseía la capacidad de leer mi mente, descubriría mi secreto y las nueve hojas que con tantos celos atesoraba.
- Es la mejor forma.
- ¡Soledad!  En mi colonia hay muchos que hacen lo mismo, pasa el tiempo y más se encierran en su locura...
- ¡Es lo que le digo! – Udas no podía dejar pasar una oportunidad. – Se volverá loco con las historias del pasado.
- Será una vida muy triste la tuya Visnaiel.  Te hablarán de cosas que nunca puedes ver ni probar.  Al final de tú existencia, cuando des el último suspiro, comprobarás todo el tiempo perdido y nada podrás hacer para recuperarlo.
- ¡Hay que vivirla! – Udas seguía aprovechando.
- Debes vivirla a pleno.  Satisfacer tus necesidades ahora, porque mañana no sabes si seguirás caminando con tus pies.
No pierdas el tiempo con cosas del pasado y mucho menos si te hablan de lo que tus ojos no ven.  Perderás el tiempo sin duda, perderás tu vida preciosa irremediablemente, perderás tu única existencia en el universo.  Única, sola e irrepetible vida corporal. – Las mujeres y Udas apoyaban cada palabra de Lucifer, me sentía solo, acosado y con más dudas que antes.  Nadie comía, ni siquiera Lucifer.
- Mi querido Visnaiel.  Aprovecha tu tiempo y tu vida, porque otro lo hará por ti. – Una leve mirada a mi primo hizo para indicarme un mensaje. – No te encierres y apártate de la soledad que te inhibe hasta para hablar. – Eso era lo que él quería. – Di lo que quieras, donde quieras y cuando quieras.  No tengas miedo a decir nada incluso si es ofensivo, más aun.  Si tu postura es firme y tienes que agredir a alguien con palabras, hazlo, por más que nadie se atreva.  Se duro con tu oponente, no le des tiempo ni siquiera para pensar.  Hazlo tu primero, habla sin cesar, repite una y otra vez lo mismo, incluso si debes deslizar, alguna historia no tan real, pero si tu motivo es bueno hazlo igual.
- ¿Te refieres a mentir?
- Mentir, mentirita, mentira piadosa, argumento poco creíble, historia falaz, etc.  Ponle el nombre que quieras, pero si eso te ayuda para cometer tu acto, verás como esa supuesta mentira de tanto repetirla con convencimiento se transformará en verdad.  Será verdad al final del cuento.  Pero debes trabajar para eso.  Tómalo como esfuerzo.  Tómalo como un nuevo emprendimiento pues lo harás con un objetivo.  ¡Habla tanto como puedas, no calles, no permitas que te cierren la boca y si es necesario ofender al necio e ignorante que delante de ti está y te sobrepasa, hazlo igual! – Estaba exaltándose -  ¡No merece ni siquiera debatir contigo, no es más que una escoria, tú eres príncipe y ellos, no son nada!  ¡Querrán ser como tú, pero la nobleza corre por tú sangre y no se puede contra eso!  ¡Pelea por tu decisión y arremete al instante, no los escuches, porque con dulces y escasas palabras te pueden engañar o te pueden robar tu riqueza! – Ni un insecto volaba, ni uno de los presentes movió siquiera un pelo.  La energía de Lucifer era paralizadora,  ni siquiera podía contestar, era mi intención hacerlo, demostrarle que estaba equivocado pero era imposible, nos dominaba con la palabra y seguro que su poder de convicción y persuasión era enorme.
- Coman y disfruten de los paltos deliciosos. – De pronto, así como elevó su tono, bajó.  Un corte abrupto, tajante, como si lo hubiese hecho con esa daga filosa y puntiaguda.  Lucifer me estaba mostrando el enorme poder de la palabra, pero una energía que me daba más escalofríos que admiración.  No obstante, no podía dejar de pensar en su magnetismo.  Dominaba la situación.
Tomó con una servilleta una pata de cerdo y le dio el primer mordisco, no uso los cubiertos, lo cual fue imitado por todos, Udas el primero.  Quién sirvió los alimentos, llenó las copas de una bebida que no hacía falta degustarla para saber que era vino con un alto grado de alcohol y un color rojo fuego.  Las copas eran todas de oro, al igual que los cubiertos y los platos que no se para que los habían traído, pues se estaban alimentaban con las manos.
- Es una bebida especial, hecha por mí.  Algo fuerte, pero estimula los sentidos.  ¡Prueben!  ¡Prueben! – Uno a uno fueron probando el vino que en realidad era una mezcla.  Yo no atiné a nada, ni a beber ni a comer.  Lucifer, se percató de mi negativa, pero midió tiempos, aun no iba a decirme nada.
- ¿Qué te parece Udas?
- Es la bebida más tentadora que he probado.  Quema como un horno, no puedo dejar de tomar un nuevo sorbo.  Arde en mi paladar y en mi estómago explota, pero sabe a dulce cuando la bebo.
- Es mi bebida preferida.
- Sin duda también es la mía.  ¿Es una mezcla? – Preguntó Udas.
- Un cóctel, con ingredientes que dudo que existan hierbas parecidas en el planeta y en todo el sistema solar.
- No lo dudo. – No terminó de decir eso, que otro sorbo, más prolongado que el primero dio con entusiasmo.
- Así debe ser la vida Visnaiel.  Está hecha para disfrutarla y tú te la pierdes.  ¿Seguirás en esa postura intransigente y apacible?  Toma tu decisión hoy, hoy debe ser especial.  Aprende de tu primo y estas bellas mujeres que nos acompañan. – Lucifer parecía leerme el pensamiento.  Antes de que todo esto comenzara.  Estaba seguro que hoy, sería un día muy especial, para bien o para mal. - Tú debes disfrutar y tu gente debe servirte. – Sus palabras iban acompañada con su dedo acusador.
- ¿Y donde está el ejemplo que un rey o príncipe debe dar? – Intenté cuestionarlo para hacerle comprender de sus equivocadas palabras, pero él, tenía argumentos de sobra.
- ¿Ejemplo?  A nadie le importa los ejemplos.  La muchedumbre solo quiere tener a alguien a quien adorar.  Un rey a quien rendirle tributo.  Un príncipe en quién depositar su esperanza para cuando llegue ese gran día de la coronación.
¡Sí!  Que no te extrañe lo que te digo.  Así es el pueblo.  Pueden estar varios años esperando ese momento tan importante para ellos.  Son capaces de dar hasta su vida por el rey o por el príncipe.  Ellos se regocijan con las joyas y las riquezas que ornamentan sus superiores.  ¿Y sabes por qué?
- No.
- Porque ellos, nunca tendrán tantas riquezas, ni siquiera, poseerán una.  Por eso veneran a los reyes y príncipes.  Por eso te veneran a ti  y a tu padre.  Así nunca hagas nado por ellos, solo limitándote a darle lo justo y necesario y mucho trabajo para que no piensen.  Así debes manejar tu reino para cuando seas rey.  La muchedumbre es un gigante de pequeño cerebro.  Ellos no piensan, no razonan ni mucho menos viven la vida.  Ellos están para servir, para adorarte, para que tú vivas la vida, como la puedes vivir ahora.  Libérate de tus ataduras, de tu silencio y soledad.  Solo tú te amarras cuando puedes volar, ir de aquí para allá, recibir honores, halagos, bienes y riquezas por el simple hecho de ser un príncipe o ¿acaso quieres que todos sean de la realeza?
- ¿Por qué no pensar así?
- ¿Y quién va a trabajar si todo son príncipes y reyes?  ¿Saldrás tú a recoger las sobras de las casas? – Udas y las mujeres decían, no, con sus cabezas. - ¿Tú te esforzarás a levantar nuevos templos y edificaciones para tu gobierno?
- No.  Seguro que no.  De hecho no es necesario tantos templos.
- ¡Otro error! – Agitando sus dedos en señal de negatividad.
- Los que ya están, alcanzan.
- Nunca alcanza.  Tu pueblo debe estar siempre trabajando.  Tienes que mantenlos en actividad siempre.
- Lo hacen.
- Pero no de la forma apropiada.
- ¿Cuál es esa? – No fui yo quien lo preguntó, sino mi primo.  Él si estaba interesado en sus palabras y consejos.
- Trabajando más tiempo para ustedes. – No hice la pregunta, pero la respuesta era hacia mí. – Y luego, por tu gracia, le das varios días de descanso, con el simple motivo que se lo merecen.
- Esos días de descanso ya los tienen.
- Por eso, modifícalo, quítaselos en forma metódica y progresiva, retribuye por eso y luego, otórgales esos días en tu nombre o en tu conmemoración.
- Ellos sabrán que yo se los quité.  ¿Cómo luego venerarán ese día si se los doy?  En realidad es retribuirle lo que ya estaba.
- ¡Error!  Quién se lo quite, que sea el Consejo.  Ellos deben ser los malos, serán ellos los acusados.  Luego tú se los devuelves.  ¡Un poco de astucia Visnaiel! – La ironía de Lucifer era descomunal, tan grande como su gran nave.
- ¿Qué necesidad hay de semejante maniobra? – No me gustaba nada sus ideas.  Solo especulaciones y engaños.  Esos no formaban parte de mi comprensión de la vida y el respeto al prójimo.
- La necesidad que tienen todos los príncipes de los mundos que he conocido y todos, los han hecho.  ¡Funciona! – Lo aseguraba tajantemente. - Es una formula que la emplean todos.  Mira a la gente, a tu pueblo desde arriba.  Desde tu balcón.  ¿Eso lo haces?
- Los miro, pero para apreciar la naturaleza, no tengo otra intención.
- Deberías.  Desde lo alto, verás que todos los hombres y mujeres son tan pequeños y diminutos como hormigas. – Intuía lo que iba a decir.
- Ellas trabajan para la reina. – Le contesté.
- ¡Así es!  ¡Estás aprendiendo Visnaiel!  Ellos están para trabajar.  Ellos están para servirte y mientras más proyectos tengas en mente, mas edificios y palacios eleves para tu grandeza, el pueblo lo hará con entusiasmo y fascinación.       
- No pueden estar fascinados si tanto trabajo les doy.
- Lo estarán.
- ¡No puede ser!
- Si puede ser.  Los pueblos son ignorantes y tú tienes que aprovechar eso.
- ¡Es mi pueblo!
- ¿Tu pueblo?
- ¡Por supuesto! – Con fastidio le contesté.
- ¡Cómo puedes decir que es tu pueblo si tu tiempo lo consumes en un cuarto, leyendo, estudiando!  ¡Dudo que sepas, cuantos habitantes hay en el día de hoy, cuantas mujeres, cuantos hombres y cuantos niños!  ¡Lo desconocen! – Me dominó por completo. – Construye, pide sacrificio, pide grandeza y ellos trabajarán como nunca.  Elévate lo más alto que puedas.  Edifica cuanto templo ceremoniales puedas, así debas usarlo una sola vez al año.
Mas alto llegues, más orgullo sentirán los constructores.  Más escalones tengan las escaleras y más balcones posean, más admiración tendrás.  Será tu obra y te glorificarán de tan tremenda empresa.
Y si muchos mueren en la construcción, más dedicación pondrán en ella los constructores. 
Tu primera obra, debe ser mayor a la que ya tienes.
La segunda, debe ser mayor que la primera
La tercera debe sobrepasar a ambas.
¡Así se construye tu gloria!  ¡Tu nombre prevalecerá en el tiempo, tu linaje será recordado por siempre!
Más alto, más grande, más fastuoso.  No importa el costo, porque vendrán de otros mundos, admirarán tu grandeza y dirán ¿Quién como él?  ¿Quién es más glorioso que él?
Harás que todos aquellos que nunca han venido, lleguen de otros planetas y de otros sistemas solares para ver tu fama, tus logros, porque trascenderás la frontera y no dudes de eso.
Ellos llegarán y no podrán ser menos, no querrán ser inferiores y negociarán contigo como no lo hicieron con tu padre.  Verán tu esplendor y desearán imitarte, la envidia trabajará a pleno a tu favor y tú sacarás provecho de eso.  Lo harás una y otra vez.  Más y más embajadores arribarán.  Los comentarios, serán tantos y tan vastos que no te importará cual es verdad y cual es mentira, porque cuando los tengas enfrente, todos hablarán bien de ti, hasta tu enemigo.
Tu pueblo se sentirá orgulloso, por ti y porque ellos formaron parte de semejante obra, que más titánica sea, más adoración habrá.  Y si algún reino, es tan fastuoso como el tuyo, supéralo, la competencia es buena y lucrativa.  Motiva, genera y obtiene logros.
Pon tu imagen en todos los lugres, en cada palacio, en cada edificio y en todas las calles principales que puedas.  Te amarán y te apoyarán en tus emprendimientos.
Hazme caso Visnaiel.  Así funciona la mente del pueblo, mientras más ignorante sea, mientras menos desarrollen su capacidad de deducción, mejor para ti, estarán en tu mano.
¡Comienza a hacer lo que tu padre aun no ha comenzado!  ¡Hazlo ya!  ¡Sal de tu cuarto, deja esos conocimientos, llegarás a viejo y seguirás pensando en formulas mágicas y no verás nada, pues nadie te las puede enseñar! – Sin duda que Lucifer sabía algo más, estaba obviando hablar del espíritu, solo materialismo ocupaba su mente. – ¡No pienses tanto en cosas que te consume tiempo y empléalo ya mismo para tu nuevo edificio, el pueblo quiere eso!
- ¿Y si no todos creen en eso?
- Mejor aun.
- Provocará una división.
- Que se dividan, mejor para ti.
- Si hay división no hay consenso.
- ¿Para que quieres el consenso?  La decisión debe ser tuya y de nadie más.  Piensa rápido, dicta la orden y que se ejecute.
- No funciona en Nilo.  Todo se debate.
- ¡Sí… claro!  ¡Mucho debate, mucho debate y la mitad de las ellas… quedan archivadas!
- Será porque no servía de mucho.
- Imponte en cada debate con energía y convencimiento, si pasa de hoy, recuerda que mañana puedes ser alimento de gusano.
- La división apareja problemas con el tiempo.
- No si lo sabes llevar.
- No hay forma de llevarlo.
- Si que lo hay.  Si tu pueblo se divide, mejor para ti.
- Pero si se fracciona quiere decir que hay otro que opina distinto a mí.  Eso me resta gente y poder.
- Por el contrario.  Aumenta.
- Si se divide, también se fracciona la fuerza.
- No.  No se trata de dividir números.  Si no de aumentar energía y poder, es decir incrementar calidad. – Lucifer estaba explicándome razonamientos muy similares a los que poseo en las nueve hojas de los textos prohibidos, con la única diferencia que sus conceptos, estaban más cerca de lo oscuro que de la claridad, pero estaba haciendo razonamientos espirituales sin decirlo. – Cuando un pueblo se divide, cada uno toma parte por un bando, eso genera fuerza, porque ellos se identificarán por alguno de los dos.  Esa misma energía y convencimiento que los dos protagonistas impongan, contagiarán a las masas y cada grupo se alineará con mayor fuerza para apoyarte.
- Pero el otro también incrementa su fuerza.
- Por eso mismo te digo, que esta división entre la gente genera mayor poder.  Ellos se fanatizan con tu idea o con la del otro.  Debatirán tu postura en cada casa, en cada plaza, en cada calle o esquina y ambos líderes recibirán con crecer las ganancias.
- ¿Cómo se explica ese efecto?
- Porque el pueblo no piensa, no razona, mientras más ignorante sea mejor para ti o para un gobierno.  Es un proceso largo pero efectivo al final.
- Si mantengo la ignorancia entre la gente ¿cómo puedo llegar a nuevos proyectos y adelantos?
- Visnaiel... deja eso para un sector social.  Deja que esos conocimientos solo estén al alcance de un número reducido de personas, todas allegadas a ti y de noble estirpe.  De esa forma tendrás el control de todo.
Esa clase social debe ser la única que te rodee.  Otórgales privilegios y ellos te servirán incondicionalmente.
- ¿Y con el resto? – Preguntó Udas.
- El resto solo debe trabajar.  Un tiempo para el funcionamiento de este mundo.  Otro tiempo para la edificación incesante de construcciones que superen a la anterior.  Y un tiempo para el entretenimiento basado en la competencia.
- Eso provoca más división. – Udas entendió la idea.
- Por supuesto.  Mayor cantidad de división, mayor control tendrás.
- ¿Así manejas a tu colonia? – Esa pregunta fue como una aguja en el ojo.  No le gustó y me miró muy fijo, luego bajó la vista.
- Un nuevo régimen planetario se está gestando.  Un nuevo sistema habrá y quiero que ustedes formen parte de esta nueva grandeza.  El mundo de Nilo es maravilloso, tanto como mi nave. – Era increíble, su engreimiento no tenía tamaño.  Comparaba nuestro bello mundo, natural y regido por las fueras del universo con su gran nave artificial.  No niego de su hermosura, pero no puede existir comparación tal.  Fue sorprende ver el tamaño y que tan enorme volumen de aleaciones estuviera volando por tanto tiempo y desde tan lejos.  Pero así era Lucifer.  Su arrogancia podía ser aun mayor.
- Mi amigo Lucifer. – No iba a perder semejante oportunidad mi primo.
- Dime Udas.
- ¿Eso incluye una fuerza armada conjunta y de mayor poder de fuego?
- No solo que lo incluye, sino que es fundamental para el mantenimiento de nuestra paz y para que ella sea duradera.  Una flota colosal que lleve como estandarte la Libertad.  Una libertad para todos los mundos bajo nuestra protección.
- Estoy de acuerdo. – Nuevamente se volvieron a dar la mano.  Ya no goteaba sangre, pero cuando dejó su apretón, extrañamente, volvió a sangrar su herida.  Se limpió con la misma servilleta con la que estaba agarrando los trozos de cerdo.  Más anti higiénico no podía ser mi primo.
- Hay que preservar el nuevo régimen, se debe controlar todo el espacio de este sistema solar y de todos los que nos rodean para asegurarnos nuestra seguridad nacional. – Era la primera vez que escuchaba la palabra “nacional” intuí que se trataba de lo mismo que referirse al “mundo”
- No hay enemigos en Nilo desde hace mucho tiempo. – Me vi obligado a hacerle ese comentario.
- Nunca lo sabes.
- No los tenemos. – Estaba seguro yo de eso, por tal motivo insistí.
- Pero el incremento de tu fuerza atraerá a razas que se puedan tentar con tus logros.  ¿No se si me explico?
- Sí, muy bien.
- Primo. – Interfirió Udas. - Recuerda que dos cargueros fueron atacados en la última semana.
- Sí es verdad. – No podía negarlo ni ocultarlo, pese que el Consejo lo consideraba un tema menor, yo por el contrario, ¡no! y eso me ponía en una mala situación, casi, teniéndole que darle la razón por lo que acababa de decir.  Era muy astuto Lucifer.
- Algo malo puede ocurrir, y mira que oportuna la presencia de Lucifer. – Udas no cesaba de halagarlo.
- Eso también es verdad.  Muy oportuno. – Con un poco de malicia lo dije.
- Sin duda.  El rey nos ha encomendado esta misión y averiguar que ocurrió con esos dos cargueros así que...
- ...Udas no compararás me presencia con lo insignificante de esos incidentes.
- ¡No Lucifer!  ¡No quise compararlo!  Lo nuestro tiene mayor prioridad.  Hemos hablado del futuro de su colonia y mi mundo. – Lo miré con desprecio a mi primo.  No podía creer su sumisión, nunca se había rebajado tanto en tan corto tiempo. – La extracción de minerales en Nilo está muy avanzado, tenemos lunas en donde obtenemos mayor cantidad. – Lo quería devorar.  Estaba fuera de mi alcance, pero mis manos querían estrellarse en su cuello.
- ¡Udas! – Mi grito llamó la atención de todos, incluso de Lucifer. – ¡Estás hablando demás! – No pude evitar enojarme y eso pareció gustarle a Lucifer.  Fue la primera vez que me dejé llevar por mis emociones.  Perdí la cordura por las palabras de mi primo que era tan secreto, que pocos en Nilo sabían de la existencia de esta luna, de donde extraíamos acero y otros minerales con mayor facilidad.
- No te enojes Visnaiel.  Habrá mejores momentos para que sí lo hagas. – Lucifer dijo lo que no quería escuchar.
- Me sorprendes primo.  ¡No sabía que te enojabas! – Me recriminó.
- Hablas más de la cuenta. – Se lo reproché y con justa razón.
- ¿Qué sabes tú?  ¡No eres mejor que yo! – Udas estaba totalmente cambiado.  Si Lucifer ejercía atracción y división, mi corazón presentía que acababa de producirse una.
- Por favor. – Medió el anfitrión con suma calma y sus manos tratando de apaciguarnos.
Los sirvientes llegaron con más comida y todo parecía igual.  Caliente y ardiente como esta nave.  Demasiada pasión había para mi tranquila  vida.
La vista seguía siendo tan imponte como al comienzo.  Seguíamos fuera de la atmósfera y a un costado de la gran colonia interplanetaria de Lucifer.
Si este era su líder, muchos temores y sospechas rondaban en mi cabeza.  Su gente no podía ser de otra forma.  Seguro que el ejemplo debía existir, si él era esto que manifestaba, nada bueno podía esperar de su gente.
No podía comer ni un bocado.  No solo por la discusión que me cerró el estomago, sino porque otro régimen de comida era el que llevaba.
- Come Vinaiel.  Come que se enfría, esto se disfruta caliente. – Todos decían que sí.
- No gracias.  No me alimento de carne, mucho menos de cerdo.
- ¿Y qué comes?
- Alimentos derivados de lácteos, vegetales, legumbres, frutas jugosas.  Todo lo que de la naturaleza.
- El cerdo viene de la naturaleza.
- Sí pero de la animal y bastante sucio.
- Ah mira tú, tienes razón.
- ¡Bebe! ¡Come!
- No gracias.
- ¡Come!
- No.  Me debo ir. – Todos me miraron por mi desprecio.
- ¡Siéntate y come!
- No.  Mañana nos veremos.
- ¡Siéntate y come! – El tono de voz comenzaba a subir. – ¡Tu cuerpo lo necesita!
- No solo alimento necesita el cuerpo.
- ¡A no!  ¿Tú crees que ese cuerpo, tus órganos, tus extremidades se pueden sostener con pensamientos, con ideas?  ¿Crees que puede existir otra manera para sostener el físico?
- Si lo creo.
- Entonces sigues perdiendo el tiempo.  No hay nada más que tu cuerpo.  No busques lo que tus ojos no pueden ver.  No busques lo que tu lengua no puede degustar.  No malogres tu tiempo con lo que no puedes oír ni tocar.  Usa tu olfato para sentir le perfume de una bella mujer o la vida te pasará de largo, como un cometa que no regresa.
- Algunos vuelven.
- Si, pero tu serás un viejo y el cometa estará igual que cuando pasó por vez primera.
- Un gusto en conocerlo y analizaré la información que hay acá. – Me refería a los datos dentro del diamante. – Con su permiso.
- Lo tienes.
- ¡Primo! – Seguí caminando. - ¡Primo! – Me di vuelta apenas para mirarlo con mucho enojo. – No analices mucho que ya está todo arreglado con Lucifer.  ¡Este pacto no se rompe!
No le contesté.  Ya había caído es su poder.  Y sin duda no se equivocaba, el pacto lo firmó con sangre.  Mala señal para él y para nuestro mundo sin duda.
 
 
HABLANDO COMO UN CORDERO
Capítulo 3
Me retiré  a pasos rápidos, fui hasta el hangar de esta nave en la que no deseaba regresar.  Los guardias me escoltaron hasta allí, ellos de la misma forma que Lucifer, vestían de blanco, de arriba hasta abajo, tan cortés como aconteció en la primera apariencia que tuve de Lucifer en mi palacio, pero en su mente, los pensamientos maquinaban otra historia distinta a lo que creía al comienzo.  Estos guardias, debían ser iguales a él.
Uno de los lados del hangar tenían varias ventanas, lo cual me indicaba que seguíamos en orbita de Nilo, las lunas no las podía ver, pues estaba al otro lado.
La pequeña nave con la que vinimos estaba preparada.  Su compuerta lista, ascendí pero ningún piloto cerca.  No había nadie, miré hacia un lado y al otro, ninguno para tripularla.  ¿Qué era todo esto?  Salí hasta la rampa de acceso y los guardias ya no estaban más.  Si era soledad lo que quería no era este el lugar.
Me estaba enojando, no se si otro sentimiento surgía, si era miedo o temor.
- ¡Visnaiel! – Una voz a mi espalda me hizo estremecer hasta los huesos.  Me di vuelta y me puse de frente al interior de la nave. – ¡Eres un gran príncipe!
- ¡Lucifer!  ¿Cómo... – ¿Por donde había aparecido este personaje?  No vi ninguna otra abertura, seguro estaba que la nave se hallaba vacía cuando ingresé.  Pero de pronto, por detrás de mí surgió él.
- El universo tiene muchos misterios… y ante ti hay uno muy grande que no se distancia de ti.  Pocas oportunidades hay en la vida y debes entender cuando es el momento de aprovecharla, pues no siempre aparecen.  Una vida tenemos en la existencia y no podemos ignorarla.
Si alguien golpea tú puerta ¿la abrirás o no permitirás que ingrese?  No me contestes. – Con su mano hizo el gesto negativo para que no hablara. – Si la fortuna viene a ti ¿por qué te encaprichas a dejarla pasar?  No hace mucho tiempo, aunque sí del tiempo de ustedes.  Yo era como tú.  No todo me convencía.  No todo llenaba mi ansia de búsqueda, jamás me detuve ni la interrumpí.  Tú te preguntarás…  ¿búsqueda de qué?  Te diré que siempre hay algo que buscar.  Esas son las personas que progresan en la vida, son aquellas que abandonan la ignorancia y alcanzan el esplendor, el respeto y el honor.  Brillo tendrás en tu adultez.  Puedes estar seguro
Tienes que esforzarte por eso, tienes la oportunidad que ninguno.  ¿Cuántos habitantes hay en Nilo?  Seguramente millones.  ¿Y cuántos hay en otros sistemas solares?  Muchos más.  Sin embargo, observa por la ventanilla cuando te retires y mira la flota que estás dejando atrás.  Compáralas con las tuyas y razona.  ¡Piensa!
Toda esta flota está pendiente de ti.  Mira cuanto poder hay en ella, sin embargo, tú y tus decisiones pueden arruinar nuestro futuro o quizás nuestra supervivencia.  Sé que no quieres eso.
Aquí también hay cientos de miles de seres, amontonados en estas grandes naves y sin embargo, llegamos para hablar contigo.  Descendimos del cielo para llegar a ti y tú nos rechazas.  Puede que no te gusten nuestras costumbres o mi forma de hablar, pero creo en ti como tú en mí. – Aun no le decía nada, pero confianza ya no me garantizaba. – Con el tiempo te acostumbrarás y podrás disfrutar de mucho.  Lo que en soledad buscas, lo tengo yo, pero eso no lo revelo a nadie.  No puedo manifestarme a todos, pues como te dije, todos son muy ignorantes comparados con mi conocimiento y poder. – Acababa de decir una palabra mágica para mí.
- Sé lo que buscas. – Lucifer lo aseguró con su cabeza. - Lo sé aunque no se lo digas a nadie, pues aquí el conocimiento está prohibido, pero para mí, nada se esconde, ante mis ojos nada se oculta.  ¡Lo veo todo! – Su mirada se fijó más que nunca, tanto que me provocó ardor.  No pude sostener mis párpados y debí pestañear varias veces para evitar semejante mirada penetrante y fulminante.  Lucifer tenía algo muy profundo que quería conocer.
Cuando estés con tus padres, te vendrán dudas enormes, te bloquearás por no saber que decir y mejor deja que las cosas fluyan de esa manera.  No te precipites, tú, meditas muy bien las cosas, por eso necesito alguien como tú en mi Nuevo Orden Universal.
Todo cambiará Visnaiel, puedes estar seguro de eso, tan seguro como que ambos estamos solos y que el Universo se apresta a un gran cambio.
No te precipites ante tu padre que muy feliz se encuentra, no sea cosa que la división sea entre ustedes y tú la provoques. – Sin duda que quería hacerme sentir culpable. - Te necesito como a ninguno.  Te necesito a ti y toda tu fuerza interna que la siento fluir por tus corrientes de energía, más allá que la sangre.  Medita si quieres, piensa cuando salgas de esta nave que si no es de tu agrado, nos podremos ver en la próxima, en Luz Bella.  Te encantará, ésta es solo de recreación.
Ve con tu padre y toma el control de la situación, tu primo no es digno de ti, ni siquiera para custodio.  No te fíes de él.  Te envidia como a ninguno y eso en la familia es muy malo, cuídate de él.  Sus últimas palabras mostraron lo que en su corazón hay, y desde mucho tiempo lo tiene guardado, pero ya no quiere callar.
Es un esfuerzo en los primeros pasos, luego todo llega solo.
Tendrás brillo propio y cuando seas rey, serás mucho más que eso, serás un supremo.  Un rey entre reyes.  Vendrán a ti como lo estamos haciendo ahora y solo eres príncipe.
No me digas nada.  Ve con los tuyos que te esperan con agasajos.  Te lo mereces. – No dijo más nada y pasó por mi lado.  Sus palabras fueron impactantes, al igual que su olor a alcohol y toda una mezcla de comidas, pero sus palabras, su tono y su mirada eran realmente potentes, cautivantes y paralizadoras.
Sin duda Lucifer, sabía seducir a las personas.  Por un momento me había convencido.  En realidad en varios y la duda se enquistó en mí.
¿Qué hacer?  ¿Qué actitud tomar en este acontecimiento?  Era mi primera misión y ya discrepaba con Udas, él ya tenía todo decidido y resuelto, sin embargo, al mismo Lucifer no le caía en gracia, pero... ¿quién podía afirmarme que esto no era un juego y a mi primo decirle lo mismo? 
Me senté a la espera que alguien tripulara la nave, pero ésta cerró sus puertas.  Sus fuentes de energías se encendieron y todo el tablero se iluminó.  La nave comenzó a elevarse y nadie la tripulaba, si quería llamarme la atención, otra vez lo había conseguido, de igual modo cuando sorpresivamente surgió vaya a saber uno de donde.
Lucifer.  Un nombre fuerte, sonaba poderoso como su voz, pero si al comienzo tenía dudas ahora mis indecisiones eran más que habitantes en mi planeta.
Las diferencia con mi primo eran enormes y mucha razón tenía en advertirme de él.  Sus últimas palabras mostraron sus sentimientos, siempre tuvo celos de mí y desplazado se sintió siempre en nuestro seno familiar.  En el orden, yo estaba primero, siempre se me confiaba muchas de las tareas relativamente importantes antes que a él.
Mi primo estaba mal aunque el no lo veía así, sus celos no podían llevarlo por buen camino y me podría arrastrar a mi también, con sus aceleradas decisiones.
¿Qué hacer?  Mi mente preguntaba.
La pequeña nave salió del hangar.  Despacio y sin sentir los movimientos bruscos, giró de lugar y tuve ante mí la flota de Lucifer.  Impresionante, no me cansaría jamás de mirar toda esa belleza.  Luz Bella era la de mayor resplandor, pero había otras de enorme tamaño quizás como la de él.  Una era azul, otra verde, amarilla, violeta, roja y rosa.
Algo más había, en su centro, por el resplandor de todos esos colores no podía percibir que algo más se hallaba en su médula, no podía entender que era.  Me acerqué lo más que pude a la pequeña ventana, tanto, que mi nariz chocó con ella.
Seguramente en todas esas naves había tanta gente como en Nilo y no quería ser el responsable de sus penurias. 
Me costaba asimilar la idea que la raza Tifón dependiera de mí.  Sin duda que las últimas palabras de Lucifer me habían condicionado y puesto contra la espada y la pared.  Muy hábil para hablar y seducir.
Sucedió que mientras me alejaba, una nave de transporte se sumaba a la colonia Tifón, tenía en el frente y luego vi en su costado, un símbolo que parecía identificarlo.  Una estrella de cinco puntas.  No era de pasajero, sino una del tipo que en sus bodegas gran provisión carga, únicamente ventanas en el frente, el resto, todo como bodega o hangar.  Llegó del espacio y se sumó a la flota de Lucifer.
Penetramos la atmósfera y era inevitable una entrada bien luminosa.
No se sacudía la nave.  Pude ver como a ambos lados, otras pequeñas me escoltaban, eran cuatro en total y por su forma sin duda estaban armadas.  Delgadas, largas y con visibles protuberancias que serían sus armas.  Una escolta privilegiada para que todos me vieran llegar.  Hábil estrategia.
Suavemente fue descendiendo.  ¿Cómo lo hizo sin tripulante, no lo sé?  Pero Lucifer parecía que no agotaría sorpresas para impresionarme.
El arribo al parque frente al palacio fue el destino final.
Me levanté y cuando me dispuse a bajar, la puerta se abrió.  Estaba allí.
Mi padre y una multitud de gente me aguardaban con gritos y aplausos.  ¿Qué era esta payasada, me preguntaba?  Salí y no podía dejar de sorprenderme pero nada dije.  La puerta se cerró y la nave se elevó rápidamente.
Todos miramos y las cinco naves regresaron a Lucifer.     
 
 

HONORES INNECESARIOS

Capítulo 4

 
Los aplausos no cesaban, una multitud como nunca la hubo en los parques, victoreaban mí llegada como si una conquista armada hubiese obtenido.  Ni siquiera acordé el intercambio comercial, pero allí estaban todos, felices y por cautela, el silencio y una leve sonrisa exhibí para no traer confusión, pues el confundido era yo.
Había más gente que de costumbre,  más aun que cuando partí con el príncipe Lucifer.  Realmente no faltaba nadie y sus rostros no los conocía, como había dicho Lucifer.  Hablé de mi pueblo y sin embargo, todos que me agasajaban, eran totalmente ajenos a mí.
Aplausos, gritos de triunfos y unos niños con canastas, me arrojaron pétalos de rosas al pasar, a ambos lados.  Esto se hacía por motivos de casamientos o conquistas militares, pero esto, no era el caso, a no ser que ellos, interpretaran esto, como una conquista.
Avanzamos por el jardín para ingresar una vez más al templo y la misma escena enfermiza de adoración por algo que ni siquiera hice.
Quizás otro era el motivo.  Frente a mí el arca con el oro no estaba más donde fue dejado, sino arriba, al lado del trono.  No brillaba como antes pues era el atardecer sin embargo el oro tenía brillo propio, robándose todas las miradas.  Tal cual como me lo había dicho, me estaban esperando, pero nunca imaginé tremendo recibimiento y si mi padre consideraba que esto era una conquista, cuanta diferencia en sentimientos teníamos ambos.  Él, locura por las riquezas y a mí, no me perturbaban las joyas, ni el oro y tan imponente halago.
 ¿Qué hacer?  Cómo le diría a mi padre que Lucifer aun no me convencía, no había en él confianza para depositar.  Tan solo en los últimos minutos dijo cosas muy acertadas, con esa aparición sorprendente que me dejó perplejo, de la nada surgió, sin duda que era un ser distinto y si esta capacidad la empleaba para su nuevo régimen, tarde o temprano lo iba a conseguir.  A Udas ya lo había conquistado, a mi padre también y al consejo ni que hablar.  Todos estaban con él, el único que se oponía parecía ser yo, nada más que yo.  Mis dudas crecieron demasiado.
- Ven hijo, sube. – Ascendimos por las siete escaleras y llegamos al trono.  Mi padre se sentó, yo a su lado.  Mi asiento era más pequeño que el de él.  Era príncipe aunque el recibimiento fue más que eso.
- ¿Por qué tanto alboroto? – No pude evitarlo y se lo pregunté.
- Has hecho un trabajo maravilloso.  La colonia de los Tifones, la colonia más importante que está surcando el universo ha venido a nosotros de todos los mundos cercanos que hay y fíjate, nos eligieron a nosotros. – El entusiasmo que veía en él jamás lo había mostrado.
- Se trata nada más que un intercambio comercial. – Aseguré.
- ¿Nada más que eso?
- Como dice Udas.  ¡Tan solo un negocio!
- Deja a Udas de lado, sin ti esto no hubiese sido posible.
- Pero... él trató los asuntos de intercambio... – Intenté decirle que mi primo fue quién pactó, pero en su mente lo tenía borrado.
- Si, si, si... Pero Lucifer te aprecia a ti.
- ¿A mí?
- ¡A mi hijo! – Que raro, no podía con su ego.
- Padre, tengo que decirte algo.
- Después. – En ese momento entraron las bailarinas y todo un espectáculo circense de muy buena calidad y atracción para los ojos pero, no me importaba,  todo me resultaba una verdadera perdida de tiempo y mucho menos que me homenajearan, en cualquier momento debía dar un discurso a esta masa de idólatras que destetaba cada día más y muchos lo sabían.  Solo con la senadora Hio, mantenía buenas relaciones.
No pude hablar, no me dejó y quizás debía ser así.
En una de las hojas del libro prohibido decía, que los acontecimientos ocurren por una causa, el acontecimiento es el efecto que algo lo motivo y no debe impedirse que continúe.
Lo que suceda debe suceder, la energía debe fluir naturalmente como el agua de montaña, buscando el camino apropiado, así lo hacen todos los años en primavera. 
Mi intuición estaba acertada o me equivocaba con respecto a Lucifer.  Él era muy parecido a los míos, interesado en los bienes materiales pero con algunos condimentos que lo diferenciaba.
Todos me parecían patéticos.
Miré el cofre y eso era todo el motivo de tan fastuosa fiesta, pero había algo más.  Me levanté para observar mejor, habían cinco en total, uno detrás del otro, por eso no los había visto antes.
- ¿Cinco arcas? – Le pregunté a mi padre.
- Sí.
- ¿Y cuando lo trajeron?
- Antes que tú llegaras.
- No los vi partir. – Me miró con rareza.
- Que raro, Lucifer las trajo personalmente con sus hombres.
- ¿Lucifer?
- Si, Lucifer, que tiene.  ¿Quién puede tener la responsabilidad de tanto oro para trasladar?
- Estuvo conmigo todo el tiempo, no salió de la nave.
- Hijo.  ¿Tomaste mucho vino?
- ¡No!
- Se te siente el olor.
- ¡Pero yo no tomé!
- No voy a oler tu boca, pero tienes olor a alcohol.
- Ellos tomaron.
- ¡Si claro y tú no bebiste ni comiste!
- Efectivamente, no lo hice.
- No se lo que ocurrió allá, pero en algún momento no lo habrás tenido frente a ti y trajo el oro.
- Solo cuando caminé por el pasillo.
- ¡Ahí está!  ¡Vez!  ¡No estás loco! – No podía creer lo que escuchaba y de la boca de mi padre.
- No entiendo.
- Que importa si no entiendes.  Pagó por las primeras toneladas de minerales.  Gracias a ti. – Que raro me sentía, personalmente no hubiese hecho trato con los Tifones y sin embargo me están dando todo el crédito de este intercambio que parecía más lucrativo que años de esfuerzos.
Lucifer iba a cambiarnos la vida por completo, de eso ya no tenía dudas.
- Ya deben de estar por llegar.
- ¿Lucifer?
- No.  Te dije que ha venido.
- ¿Quién entonces?
- No lo conozco pero es otro enviado de los Tifones.
- ¿Otro más? – Mi sorpresa fue enorme.
- Vaya a saber uno como se rigen administrativamente.  El que viene pretende comercializar.
- Ya lo hicimos con Lucifer.
- Si pero quieren más o estos son independientes a Lucifer.  No lo sé, eso lo tienes que averiguar tú. – ¡Increíble!  ¡Tuve suficiente con Lucifer y ahora un segundo me iba a decir que yo era el Salvador del universo!  Me estaban cansando de estas situaciones llena de intrigas, confusiones  y apenas comenzaba.
- Padre.  Creo que será conveniente que lo trates tú al tema. – Me levanté y me tomó del brazo.  Su tirón tuvo tanta fuerza que me regresó al trono.  Se había enojado y yo no estaba muy lejos.
- ¡Siéntate y acostúmbrate a resolver tú lo que iniciantes! – No se equivocaba en el concepto, pero esto era comercio y poco me interesaba.
- Todo me resulta extraño. – En voz baja y a regañadientes debíamos hablar.  Todos estaban presentes, viendo a las bailarinas, el oro y a nosotros en reconocimiento por lo conseguido.
- ¿Extraño?  Lo que has conseguido te ha dado fama, mucha fama y por largo tiempo.
- No es para tanto.
- ¿A no?  Mira… ahí llega. – No era más numerosa esta delegación.  Tan solo uno.  Su vestimenta cambiaba, todo azul, la capa y los pantalones también.  Por el contrario, este tenía todo su ropaje con el color azul y algunos derivados de él, pero nada de oro ni joyas exageradas.
- ¡En nombre del príncipe Miraiel, les traigo saludos! – Alzó su mano derecha mostrando su palma.  En la izquierda llevaba una vara de madera con formato muy peculiar.  En su parte superior algo había, la protuberancia se veía claramente, como un cristal del mismo color que la vestimenta, azul.
- ¡Bienvenido! – Mi padre lo saludó de la misma manera, alzando su mano derecha pero no se levantó del asiento.  Yo, no dije nada.
- El nombre de Visnaiel es ya muy conocido en toda la flota Tifón y muy respetada su presencia.
- Díganos  ¿en qué podemos serle útil? – Preguntó mi padre
- En mucho.
- ¿Cómo cual?
- Requerimos de ciertos elementos que suponemos que ustedes pueden tener.
- Además del pedido de Lucifer.
- Desconozco lo que él ha encargado.  Me presento en nombre del príncipe Miraiel y no de Lucifer.
- ¿A dicho Miraiel?
- Bien ha oído. – Los murmullos surgieron al instante.  Eso significaba para ellos más ingreso de oro.  Mi padre no se lo perdería.
- Solo cuento está mi hijo Visnaiel para que puedan dialogar con usted, Udas no está presente, aun permanece en una de sus naves.
- En la nuestra no está.
- Ha ascendido con Lucifer.
- Usted lo ha dicho, está con Lucifer, no con nosotros. – Esto era intrigante.  Como me lo había dicho, la división era una forma de aumentar el poder pero este hombre bastante avanzado en edad, no parecía ser muy adepto a Lucifer.  Mi padre no sabía como reaccionar, era mi oportunidad de aclarar las cosas.
Si Lucifer era lo que no me gustaba, este hombre debía ser lo que sí pudiera ser de mi agrado.  Como decían los libros prohibidos.  Cuando hay un negativo, hay en forma correlativa un positivo.  Como la noche tiene el día, esta no podía ser la excepción.
- Con gusto me entrevistaré con usted. – Me levanté y esta vez no me lo prohibió.  Esa ya era una buena señal, aunque no lo vi muy entusiasmado, quizás porque no trajo oro para endulzarlo.
- Por favor.

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