"La existencia de otras razas extraterrestres es una realidad, los de Orión, buscaron un nuevo hogar, y llegaron a nuestro sistema solar"
LA LLEGADA DE LUCIFER
Capítulo 1
Demasiada
agua en mí alrededor, trataba de nadar pero en vano lo hacía porque ningún
lugar era firme para descansar, apenas mis pies tocaban el fondo que no estaba
cubierto por arena sino por rocas que mucho me lastimaban.
Era
un gran mar, mire hacia donde mire, todo era un mar y un tenue viento provocaba
que el límite de las aguas en mi cuello, elevaran pequeños oleajes hasta
cubrirme rozando mi cabeza. Cuanta
energía había en este mar, apacible pero que sin duda, desbordaron mis
emociones. Desde hacia seis días el
mismo sueño, pero éste, el séptimo fue diferente.
Un
viviente bajó del cielo, como si tuviera alas invisibles o colgado por cables
que mis ojos no podían ver.
El
viviente estaba vestido con el más fino lino blanco, ningún otro color que no
fuese blanco en él, a excepción, del color de su piel morena y su cabellera
castaña oscura pasando escasamente el hombro.
Su rostro delgado pero no raquítico, tan hermoso que sería del deseo y
fantasía de muchas mujeres. No acusaba
problema o malestar este ser, por el contrario, un rostro apacible y una tenue
sonrisa como para otorgarme la suficiente tranquilidad que en él, podía hallar
la ayuda necesaria y abandonar este mar de emociones.
Para
mi sorpresa, el viviente se posó sobre las aguas y caminó sobre ellas. Imposible que esto fuera real pero lo estaba
haciendo, más yo, cubierto de agua hasta el cuello.
Él
me habló:
-
“Camina con Fe ciega, pues ella te mostrará la verdad absoluta que tan solo es
Verdad”
Luego
de eso, caminó otros pasos más acercándose hacia mí, descubrí que en su mano
llevaba un libro pequeño, pero nada me dijo sobre él.
Noté
otra cosa que no había visto antes y era que en el cielo siete estrellas en lo
alto brillaban con gran fulgor. Las
siete estrellas estaban dispuestas en forma de cruz muy bien visible.
Y
vi, que siete trompetas en lo alto, se disponía a tocar y no comprendí
absolutamente nada de lo que mis ojos veían.
El
viviente las miró y comprendí que ya iban a sonar. Así lo hicieron y las siete trompetas sonaron
juntas como el estruendo de todos los vientos y huracanes del mundo. Una de las estrellas, cuyo brillo era
cegador, cayó del cielo y hacia el mar tomó raudo rumbo. No había duda que el caos estaba por dominar
el gran abismo que nos ahogaba. Lo
inevitable sucedió. La gran tragedia aconteció. Justamente detrás de él, para que lo
pudiésemos ver, pues más gente había cerca de mí, la estrella que estaba en el
cielo colapsó en el inmenso mar. Todo se
estremeció, incluso yo mismo temí por mi vida hasta que una gran ola se elevó y
se dirigió hasta este lugar desconocido.
Tan alta era ésta, que no iba a sobrevivir si este viviente no me
prestaba asistencia en lo inmediato.
Miré
atrás, porque voces de súplicas y llantos le gritaban al viviente, peor él, tan
solo dijo pocas palabras que ninguno obedeció:
-
“Levántense y caminen sobre las aguas”
“Simplemente tengan Fe”
El
pedido o la ayuda era muy extraño, más nadie hizo caso y con gran euforia
trataron de nadar hacia el lado opuesto, hacia donde se dirigía la ola, como si
le pudiesen ganar en velocidad cuando ninguna tierra firme existía en aquel lado,
sin embargo, esa muchedumbre que suplicó por auxilio continuó nadando para
alejarse de la ola, del viviente y de mí.
Un
lapso de tiempo controló mi Ser la duda.
Dos eran las opciones para elegir pues debía hacerlo.
No
sé que me impulsó en creer en ese viviente y caminé tropezándome con las
piedras que abajo estaban hasta que un escalón sorpresivamente halló mi pie, lo
subí y un segundo le continuó. Sin duda
era la asistencia que necesitaba de él, pero ¿hasta donde podía llegar si la ola estaba por alcanzarme?
Siete
escalones eran en total y con el último llegué.
El
viviente extendió su mano y me pidió que lo hiciera.
-
“Ten Fe”
No
le dije nada ni lo cuestioné, pero la confianza con que me lo dijo fue
suficiente para creerle y nada tenía por perder. Moví mi pie derecho para dar el primer paso
sobre el agua en donde ya no había más escalón, ni nada firme debajo, solo el
mar.
La
ola aumentaba su tamaño para que cualquiera se llenara de horror con solo verla,
pero nada le dije y nada le imploré al viviente para que me sacara del lugar,
porque en escasos segundos, ambos íbamos a morir ahogados. El viento golpeaba mi rostro con ferocidad,
pero mi valentía impulsaba mi cuerpo.
La
decisión ya la había tomado y di el primer paso con gran seguridad, llevando
hacia delante, todo mi peso y no me hundí.
Con gran confianza y seguro de mí mismo, di el segundo y nada sucedió o
mejor dicho, sucedió lo impensado, simplemente no caí, solo me desplacé sobre
las aguas que estaban turbulentas.
Con
mi mano extendida fui hacia él, apreté las suyas con gran necesidad y la gran
ola casi llegó.
En
un instante miré hacia arriba y era imposible ver el cielo, el tamaño de esa
muralla acuática era de enormes proporciones y solo podía ver eso, agua y más
agua hasta que nos alcanzó irremediablemente.
No
tuve miedo, solo Fe como él lo pidió y las aguas pasaron por ambos costados
como el río más caudaloso y furioso que Nilo pudiera tener. Todo nos sobrepasó y ni una gota nos mojó, en
cambio al resto de los hombres y mujeres que intentaron ganarle en velocidad,
se revolcaron en un remolino hasta su profundidad. Todos ellos habían desaparecidos.
Sorprendido
por todo, el viviente me entregó el pequeño libro y me habló:
-
“Ten Fe y paciencia, no desesperes y no seas intolerante” “Ya no hay más tiempo, con las estrellas en
el cielo y las trompetas sonando por última vez la ira de Dios se habrá
consumado”
Nuevamente
miré en lo alto y otra estrella cayó al mar.
Las otras cincos seguían en su lugar, firme y con el brillo de
siempre. Otra ola aun más grande se
formó al precipitarse la luminaria del cielo.
Lo miré al viviente y él ya no estaba, comencé a temer. Se había marchado y una segunda oleada venía
hacia mí. Mi temor e inseguridad comenzó
a pesarme y comencé a hundirme por mi miedo.
Fue
entonces cuando comprendí, que solo yo, era mi sustento, solo yo y mi Fe, me
podían sostener y me convencí que podía caminar solo y así lo hice. Mis pies se posaron nuevamente por encima de
las olas e ignoré esa muralla de agua, que con ferocidad y sonido de bestia
salvaje venía a devorarme.
Solo
o acompañado con mi Fe, afronté lo que debía ser y la ola llegó.
Ni
una gota me volvió a tocar. Me sobrepasó
sin dañarme y finalmente me desperté.
¡Me desperté de este sueño horrendo e insoportable que torturaba mi
mente sin piedad.
El
mismo sueño una y otra vez se repetía casi todas las noches, más aun cuando en
la soledad de mi cuarto releía las hojas de un antiguo libro que no debía leer,
un libro que hablaba de Dios, de la
Fe , lo sagrado, la devoción y muchas otras cosas que tanto
anhelaba practicar.
Nada
me importó lo que dijera mi padre. Nada
me importaba las normas irracionales e intolerantes de este reino, del cual lamentablemente
formaba parte, pero que sin duda, no me representaba, no me convencía y no
compartía. Mi búsqueda era otra, una muy
profunda y en mi cuarto trataba de hallarla junto a mi soledad tan fiel, con estas hojas antiquísimas y prohibidas
para este reino tan vulgar y superficial.
Estas hojas milenarias que no se podían tener, ni siquiera yo, siendo
príncipe del planeta Nilo estaba autorizado, pero mi rebeldía podía aun más. Una rebeldía desde el punto de vista de las
autoridades. Autoridad ortodoxa y rígida
que no permite pensar ni mucho menos, la libertad individual que merecíamos, ejercerla
con absoluto derecho en éste, tan bello mundo paradisíaco, llamado planeta
Nilo.
Todos
en el palacio estaban alborotados por la llegada poderosa que hicieron los Tifones. Un arribo inesperado, impresionante y
estremecedor temprano en la mañana. La
tierra misma tembló cuando eclipsaron nuestra luz, sus poderosas fuentes de
energías hicieron que asta el mismo rey se levantara de la cama sorprendido y
aterrorizado por semejante poder y tamaño colosal de sus titánicas naves. Sin embargo y contrario con todos, mi interés
era el pasado, saber y aprender.
¡Cuanto deseaba conocer esos antiguos textos
prohibidos! Aquellos que alguna vez
fueron importantes en mi mundo. Un
tiempo en que se lo llamó el Primer Tiempo y tan solo hoy se disfruta de la
grandeza de palacios y jardines tan esplendorosos como en ningún otro planeta
de este sistema solar, pero nadie podía hablar de espiritualidad ni de Fe,
mucho menos, de devoción o sacrificio.
Destinado todo eso, a la marginación absoluta y persecución, decretado
por mi propio padre, años atrás. Yo en
cambio rozaba lo ilegal. Se podría
decir, una paradoja imperial.
Desde mi ventana podía ver todo el entusiasmo que
despertó la llegada pacífica de esa gran flota del espacio exterior. Nuestros ojos, por minutos, quedaban
hipnotizados al ver en lo alto, el esplendor de los Tifones. Una raza extranjera y lejana que había
acaparado toda la atención nuestra y paralizando en consecuencia, casi todas
nuestras actividades.
No había ni uno que no alzara en algún momento sus
cabezas para mirar a lo alto y hacer algún tipo de comentario al respecto.
Una flota de seres muy poderosos que se hacían llamar Tifones
del planeta Tifón, colapsado en la constelación de Orión y obligados a vagar
por el espacio infinito por muchos cientos de años. Un éxodo forzado hasta el extremo mismo y con
la esperanza quizás, de una tierra prometida para sus ciudadanos que debieron
aceptar vivir encerrados en naves de transportes, siendo el acero el paisaje
continuo para todos. Una vida poco
poética y placentera.
Miles de naves estaban suspendidas fuera de nuestra
atmósfera, pero siete eran las que se destacaban y ellas con una forma muy
particular, sus fuselajes brillaban con la fuerza y el resplandor de las
estrellas. Siete colores las
diferenciaban y sin duda que la blanca era quién se destacaba del resto.
Corrí la cortina del gran ventanal, pues en este
palacio todo era en grandes proporciones.
Observé la majestuosidad e identifiqué una estrella blanca, la más bella
por cierto, luego estaba la azul mi preferida, las otras eran: verde, roja,
amarilla, rosa y violeta. Sus tamaños
desproporcionados, opacaban a cualquiera de las nuestras. Solo nuestras edificaciones en tierra y
jardines podían competir con ellas.
Si existía un orgullo en Nilo eran los palacios, los
más grandes y lujosos que se puedan haber visto en toda la larga historia como
mundo avanzado. Sin embargo los muros
nunca fueron levantados por nosotros ni por mi padre ni por el abuelo de su
abuelo.
La leyenda dice que nuestros antepasados, los de la Primera Era o Primer
Tiempo consiguieron la grandeza material y espiritual, pero algo sucedió en
Nilo.
Sin duda que lo material se había alcanzado.
La raza de Nilo se multiplicó cuando ya toda estada
edificado. Cuando las columnas y los
techos existían mucho antes que el río Madre corriera por esta región del
planeta.
¿Qué fue de estos palacios misteriosos y por qué no se
sabe más nada de su pasado?
¿Por qué se prohibieron los textos antiguos?
¿Por qué no quieren que se estudie lo primitivo, lo
que fue primero, el origen? Si esas son
nuestras raíces. Aquello fue el comienzo
de este árbol que se ramificó en todas direcciones.
¿Será que no quieren que se sepa el pasado de nuestro
planeta? La grandeza material sin duda se
consiguió, se mantuvo y se multiplicó.
Pero… ¿y la grandeza espiritual?
¿Qué fue de esos Iniciados? Porque
sé que los hubo. ¡Los mataron a todos,
uno por uno al igual que los templos y escrituras!
Mi padre fue el responsable. Nadie lo cuestionó, menos aun cuando obtuvo
la victoria de nuestro eterno rival, el planeta Gehena. Quién seguramente estaba detrás de los
recientes ataques a nuestras naves comerciales lunares.
¿Grandeza espiritual?
Acá no la veo y en cierta forma, tampoco se que significa, pues nunca me
la enseñaron. Todo lo que me rodea es en
pos de los bienes y acumulación de tesoros.
Sin duda que son hermosos, pero mi corazón late con fuerza, cuando
escucha alguna antigua leyenda de nuestros comienzos o con historias
sorprendentes que están prohibidas conocerlas en detalle.
La memoria se borró en la mente de los habitantes de
Nilo, todo el remoto pasado y lo que no es tanto en el tiempo también.
Un secreto guardo muy celosamente. Un tesoro que no se pesa sino que se siente. No es oro, pero lo vale para mí. Nueve hojas, de lo que fue alguna vez, un
viejo libro. Aquellos que existieron
hace mucho tiempo y su mal estado me obligan a casi no tocarlas. Todos los días las leo una y otra vez,
tratando de hallar respuesta, como ahora, frente a mi ventana, contemplado el
jardín mejor cuidado de todas las provincias y la nueva visita en el cielo a
quién debía atender, pero no tenía pensado, baja al salón en estos momentos
para discutir o interiorizarme de los últimos sucesos.
A más de 20 metros de altura, está mi cuarto, eso da una
fiel medida de las proporciones desmesuradas de estas construcciones antiguas. El río Madre se lo puede ver a lo lejos. Pese a la distancia, la claridad de sus aguas
se puede apreciar, con los vivos y maravillosos rayos solares. Todos nuestros palacios están en una isla que
como me enteré, no existía y se la construyó con varios anillos de aguas de
protección, un diseño tradicional en todas las ciudades principales de los
mundos. La capital misma está en el
centro del islote, los templos y edificaciones majestuosas rodean al palacio
con una altura inferior, pero no dejar de ser grandes y majestuosos. Nada debía ser superior a la morada de mi
padre, el rey Sáulo.
Más allá del río Madre, los bosques no se detienen. Como una alfombra verde, hasta donde alcanza
la vista, tapiza nuestro planeta Nilo, pues decenas son los ríos que corren
hacia el oriente, el mismo curso de las estrellas, siguiéndolas, día y noche.
Ninguno de estos ríos tienen orígenes en ninguna
montaña, el agua emana de ríos subterráneos muy grandes y por una poderosa
fuerza se elevan y se distribuyen hacia todo la región. Eso hace tan fértil el suelo y la presencia
de plantas cubriendo todo los campos posibles.
Se conoce a nuestro planeta como la esfera verde y bien puesto
está. Mire donde se mire, árboles,
cultivos y más flora gobierna el mundo, solo dos océanos hay pero la superficie
terrestre es mayor en porcentaje.
Por encima y despuntando entre el follaje, aparecen
los enormes edificios que sirven de viviendas a nuestra población. Un espectáculo que nunca me canso de
ver. Hasta el último censo, cuatro mil
millones de habitantes y todos tienen actividades diarias, nadie se queda de
brazos cruzados. No hay en ellos
malestares pero sí, una ambición de poseer más de lo que tienen y eso es lo que
me estuvo preocupando en los últimos años, una ambición desmedida comencé a
percibir en todos los habitantes y para mí, no era buena señal de convivencia,
por el contrario, mi padre, creía que eso generaba competencia e incentivo a
consumir y desarrollar aun más de lo que ya existía. Yo, no lo justificaba para nada y era tema de
continuas discusiones.
Los habitantes lo tenían todo, nada les falta, sus
necesidades cubiertas por completo, sin embargo iniciaron una carrera por
poseer más de lo que podían usar. Fue
entonces cuando pude notar en los últimos meses, como las actividades, incluso
las de esparcimiento, ya no los contenían.
Un estado de desconcierto, un deseo a cambio germinaba en sus corazones
y ellos no lo percibían. Algo me indicaba
que en los siguientes años, la situación de Nilo, no sería la misma. Mi corazón intuía algo malo y eso, era malo
decirlo. Prohibido estaba intuir,
adivinar, profetizar. Mi padre
encolerizaba al saber sobre estas cosas, por eso, estuve obligado a medir mis
palabras, pese a ser su hijo y futuro heredero del trono.
Una de las hojas que conservo con tanto recelo,
hablaba sobre ese sentimiento que es bello y peligroso a la vez, el “deseo”
Me preocupaba este nuevo estado de ánimo. Me inquieta la situación y el desconcierto de
lo que pudiera pasar en Nilo. Bien clara
son las escrituras cuando se refiere al deseo y a otros sentimientos de muy bien
suenan pero en la práctica, nada de eso se manifiesta.
Comprendí que el deseo se tornaba un arma de doble
filo, altamente peligroso para uno y para el resto. Pues el sentimiento de deseo, no cesa nunca
de pedir más y más. Pretendiendo bienes
materiales y jamás sacia su sed. Siempre
el deseo por la materia termina cegando
hasta el más intelectual de los hombres.
Por el contrario, las escrituras afirmaban que desear
sentimientos espirituales, es más consolador e iluminador que cualquier riqueza
en oro o plata. Nadie quería hablar al
respecto y muchas otras me hicieron callar con severas amenazas. Nadie quiere hasta el día de hoy, que lo
espiritual rija nuestro mundo y ninguno me lo puede explicar. Ningún sacerdote sobrevivió a la matanza de
mi padre. Ninguno.
Me rehúsa a la idea que todo se hubiese perdido por
completo. La advertencia en esa hoja,
sobre los problemas que traerían el deseo insaciable a lo material, ya se
estaba manifestando en las calles de Nilo y nadie lo ve. Simplemente lo tratan como un tema más, sin
embargo, yo, percibo que esto empeorará, no se porqué, pero mi atracción a que
algo más debe existir, nadie puedo sacármelo de la cabeza.
Se ha dicho, que en un lugar, muy al norte, un templo
sobrevivió a la destrucción, provocado por mis familiares cuando recién había
nacido, pero nunca lo hallé. Jamás me topé
con esa Casa Eterna y Grandiosa del Señor, en mis varios escapes clandestinos. De muchas formas la llamaron. Si estaba allí, muy bien escondida se
resguardaba. Tampoco supe y no comprendí
el nombre de ese Señor a quien tanta veneración se le tenía. Ni su nombre ni su rostro. Nada hallé.
Dos veces con mis guardias y sirvientes llegué al supuesto lugar, pero
solo árboles, plantas y flores, nada más.
Un poco más de lo mismo. La Gran Casa allí no
estaba. Ninguna construcción sobrepasaba
en lo alto. Creo en su existencia, pero
algo tuve que haber hecho mal. Algún
error cometía para no llegar a la
Casa del Señor. Sé que
está por ahí, mi corazón me lo dice y fue el único sitio que mi padre no pisó.
Este pensamiento de búsqueda no puedo exponerlo, todo
lo que concierne a la indagación espiritual está prohibido, siendo yo príncipe,
me ciegan saber sobre eso y me fastidia como nada en el mundo. Quiero saber y el sueño lo pierdo por la
noche, por esta causa.
Las idas y vendidas de todo el personal del palacio
parecían enfermizas. Se iba a recibir al
representante de la flota Tifón y todo debía estar más reluciente que
nunca. Esa manía de desesperación que a
todos les agarra en los momentos previos a un gran acontecimiento. En lugar de disfrutar los minutos previos,
por el contrario, gritos, órdenes y discusiones como si el invitado prestara
atención a los insignificante detalles, que quizás, solo un rato estaría entre
nosotros, pero no, todos actuaban como histéricos corriendo tras una presa.
¿No era más fácil trabajar con paciencia?
¡No! Para mi
padre y el resto… ¡no!. Uno contagiaba
al otro y por eso me alejé, nunca formaba parte de sus histerias colectivas que
se propagaba como virus, desde mi padre el rey, hasta el cocinero mismo y hasta
el personal de limpieza, pero todo se originaba en mi padre, el nervio
principal del palacio, desde él, partía toda esa energía esquizofrénica
desmesurada y descontrolada. Muchas
veces me pregunté ¿cómo no había salido igual a él? Me parecía más a la paciencia del maestro jardinero
que a mi familia. Ese jardinero era un
ejemplo para mí, más aun que los miembros corruptos del Consejo de Nilo.
Hoy será un día muy importante. Como príncipe del planeta Nilo, dos temas
debía tratar. El primero, la llegada de
las colonias interplanetarias del planeta muerto Tifón. Desconozco por completo las intenciones de
ellos, pero un mensajero habló de intercambio y eso era lo que debía develar.
El segundo tema, un problema muy grave, pero nadie
parecía darse cuenta de su magnitud, lo consideraron un tema aislado y asunto
de piratas del espacio. No estaba
convencido de eso y me propuse averiguarlo.
Siempre conmigo, Udas, mi primo. Lleva mi sangre y mismos honores, pero él, no
sería sucesor al trono. Ganas no le faltan,
pero siempre estuvo a mi lado, fiel y al escucha de cada palabra mía, para
aconsejarme y apoyarme en todos los problemas que pudieran surgir. Así lo hizo con anterioridad y seguro, lo
haría ahora también.
Mi corazón intuía que la tranquilidad de Nilo se
alteraría y cierto temor comencé a sentir.
Un futuro incierto para el planeta o para mí.
Alguien estaba llegando.
- ¡Visnaiel!
¡Visnaiel! – Era mi primo Udas, que a gritos y golpes, se presentaba en
la puerta de mi cuarto. Sus golpes eran
inconfundibles.
- ¡Aguarda! – Le abrí y le permití pasar.
- Primo, siempre encerrado en tu cuarto. – Llevaba en
cima la mejor ropa que se podía poner.
Quería estar bien presentable par recibir a nuestro agasajado Tifón.
- Es bueno de vez en cuando.
- Sí. Pero no
siempre. Te la pasas aquí en soledad,
como si esto pudiera divertirte.
- No es mi intención divertirme. – Sin duda que ambos
teníamos impresiones distintas. Mi
necesidad de algo interno, no se satisfacía con las cosas que el reino podía
darme, nada en el palacio ni en la ciudad me causaban placer. Lo mío era otra cosa y esas nueve páginas
tenían mucho que ver para mi futura vida.
- Si no te diviertes ¿para qué quieres vivir? Vamos, se están por reunir todos en el salón.
- Aun no bajaré.
– En ese momento me di cuenta que las hojas habían quedado en la mesa de
mi biblioteca y con unos pasos más los descubriría. No era falta de confianza, pero como dicen
sobre esos escritos, “son prohibidos” y era mi secreto que debía mantenerlo de
la misma forma. Nadie debía saber sobre
ellos.
- Hay que tratar el tema...
- Sí… esta bien, vamos. – Lo tomé del brazo para que
no viera los papeles. Mí arranque
violento le llamó la atención, no era habitual en mí semejante reacción, pero
no podía verlos y en nadie confiar.
Sin más, nos marchamos para la reunión. Toda la realeza del planeta Nilo estaba ahí,
esperándonos en el salón principal. Los
reyes de todas las provincias aguardando nuestra llegada. Era nuestra primera misión, nuestro primer
trabajo sin la ayuda del consejo.
Debíamos prepararnos para cuando nuestros mayores no estuvieran
más. El trono iba a ser ocupado por mí
en algún momento y debía formarme en la toma de decisiones. La que eligiera, era la que se establecería,
por eso, no podía equivocarme. En cuanto
a Udas, él, regiría los ejércitos de todas las provincias y la Guardia Real , con el
solo hecho de pensarlo ya me daba miedo.
La misma Guardia Real que me protegería cuando fuese rey, por eso,
debíamos estar juntos. La idea de
vigilarlo no me agradaba pero tenía que ser así por más que fuese mi primo,
amante de las armas y de la violencia.
Udas y yo, somos muy distintos. Él se precipita a las decisiones y por lo
general, una fuerte inclinación por el empleo de la fuerza bruta, lo cual era
motivo de discordia. Aunque desde hace
mucho tiempo, la violencia no se implementaba, pero los eventos de las naves
comerciales atacadas, era una preocupación, para mí muy grande, pero para el Consejo
Real un asunto menor de piratas del espacio.
Por el contrario, siempre preferí el dialogo y la no
violencia. El castigo físico y la muerte
ajena, no era de mi agrado. Todas mis
decisiones las basaba en la comprensión de la situación.
Nuestras diferencias hacia irrisoriamente que nos
complementemos, aunque esto pareciera increíble para todos. Uno en cierta forma anhelaba algo del
otro. Como si los opuestos se
atrajeran. No en todo, pero siempre algo
tenía el otro que nos interesaba. Yo
admiraba su fuerza, coraje y valentía.
Por sobre todas las cosas, su decisión y su postura firme a no
retroceder. Por el contrario, yo,
siempre me tomaba más tiempo antes de decidir.
Mi padre, me recrimina una y otra vez, mi tardanza, pero nadie podía
hacerme ver que otra opción era mejor que esa. Para mí, meditar y analizar antes de tomar una
decisión era primordial. No lo veía como
tardanza ni falta de determinación. En
eso Udas, me sobrepasaba, lo que le valió muchos errores, pero todo quedaba
justificado por su condición de ser parte de la familia real. Sin embargo, sus desaciertos, perjudicó a
miles de obreros y a nadie pareció importarle.
A mí sí.
- ¿En que estás pensando primo? – Me dijo con su
característica voz de mando.
- En nuestro primer trabajo. – Le respondí, mientras
bajábamos las enormes escaleras del palacio.
- ¡Mira!
Bajamos, escuchamos, nos vamos y vemos lo que quieren estos colonos.
- Con tranquilidad. – Le dije mirándolo de reojo y
advirtiéndole lo mismo de siempre.
- No seas tan tranquilo. Si nos conviene, pactamos, si no es de
nuestro favor, que se retiren y continúen viaje.
- Es una muy buena oportunidad para conocer...
- ...No empieces de nuevo primo. – Me interrumpió
antes de poder terminar. - ¿Qué quieres conocer? Vives encerrado, estudiando no se qué y te
alejas de la gente.
- ¿La gente?
- Sí, los necesitamos para negociar. – En su mente
siempre cabía lugar para los mismos temas, negocio, expansión, armas, oro, eso
me desagradaba. Su forma de ver a las
personas, solo como potencial aliado comercial y redituable. No existía otra cosa para él que eso. Era mi primo y nada podía hacer al respecto.
- Tú hablas de negocio, pero a mí me enferman sus
estúpidos comentarios. No encuentro a
uno, que sea digno con quien dialogar por más de 15 minutos.
El último escalón ya había sido sobrepasado y al ingresar
al salón principal, toda una multitud de príncipes, gobernantes y todo tipo de
gente noble, saturaba el hall central del palacio preciosamente decorado con el
más reluciente mármol en todo el extenso piso, desde su entrada hasta el trono
de mi padre, y no solo de un todo, sino, de varios, para hacer del palacio, una
reserva maravillosa de tan espléndidas piezas.
Sin duda estaban a nuestra espera. A más de uno los pude ver molesto por nuestra
tardanza, en realidad, lo estaban conmigo.
Prefería yo, no verlos, uno era peor que el otro. Elegantemente vestidos, capas del más fino
material, joyas en sus pechos, oro, plata e infinitos colores había en todos
ellos. Con orgullos exhibían enorme
joyas y hermosos ropajes de sedas. Todo
esto, se empañaba cuando abrían sus bocas.
Nunca ocuparon sus tiempos en los progresos del
pueblo. Llevaron a cubrir sus
necesidades y nada más. Hasta allí quedó
el esfuerzo de sus gobernantes. Todo lo
que vino después, fue para engordar de riquezas sus palacios.
Sentí desprecio por ellos y temor por mi primera
tarea. Udas por el contrario, se sentía
rey cuando jamás lo sería. Solo podía
aspirar a ocupar el lugar que ocupó su padre alguna vez, muerto después de las
batallas con Gehena por la supuesta resistencia de los sacerdotes
guerreros. Nunca me quedó bien clara esa
historia.
Mi amado padre estaba en su trono. Me fui acercando a él. Miré a lo alto y el techo del palacio era
realmente enorme, muy pero muy alto estaban los bloques de mármol blanco. El trono de mi padre, elevado por siete
escalones y a ambos lados dos columnas, cada una de ellas, un metro de espesor,
eso mostraba la magnitud de la construcción.
El pueblo jamás había entrado aquí, solo aquellos de alto rango o
posición social lo conocían. Morirían
sin haber visto jamás esta maravilla arquitectónica, heredada de los Primeros
Tiempos.
- ¡Hijo acércate! – Levantó su mano, indicándome que
debía hacer, sentado en su trono y con el correspondiente al de mi madre
vacío. Ella murió tiempo atrás, cuando
solo era un niño. – ¡Sobrino, acércate! – Lo mismo para Udas. Ambos llegamos hasta donde comenzaban los
escalones.
A ambos les digo, que el pueblo de Nilo, deposita tosa
su confianza en la tarea que han de comenzar.
Deberán tratar y resolver favorablemente a Nilo, la decisión que tomen
por sobre todas las cosas. Nada debe
interponerse y nada debe evitar que sus logros enriquezcan a este planeta. –
Era mi padre. Nada podía decir en su
contra. Su ambición al oro y los bienes
son iguales a nuestros antepasados y al de todos los presentes. Ese era mi temor, poder cumplir con estas
premisas que poco me importaban, pese a los reproches de Udas, por mi
aislamiento, esto me confirmaba lo acertado que estaba.
Oro, oro. Todo
estaba medido en oro. Su color es
hermoso, pero no me hacía feliz ver ese material por el cual todos se rasgaban
las vestiduras.
Sin duda, las nueve hojas tenían razón, el oro y las
riquezas, motivaban al deseo a tener más y más.
En mi mente una pregunta se manifestaba desde hace
rato. ¿Qué ocurriría si ese deseo no
podía ser satisfecho? ¿Abría un
desenlace final y trágico? ¿Retornaría
la pelea entre los gobernantes o el pueblo de Nilo? Manifestaciones de descontentos ya los he
percibido y no me gustaba nada, por ahora en forma verbal, pero nadie podía
asegurarme que un rebrote de violencia no fuese factible.
Quizás sea ese
el motivo por el cual se destruyeron todos los registros antiguos. Los libros que se referían al estudio del
espíritu y a algo que llamaban “alma”.
En varias hojas, comprobé la existencia de esa palabra y que tanto
molestó a mi padre cuando se lo pregunté.
Mi teoría era buena.
Había que destruir esos escritos, de lo contrario, su contenido,
destruiría las normas establecidas desde hace algún tiempo. Normas y leyes rígidas y muy autoritarias a
mi modo de comprender las cosas. Quería
una respuesta y no me iba a detener.
Calculador
como ninguno, mi padre arregló el arribo de este representante de los viajeros
de Tifón en un horario especial. Para
cuando el sol estuviera justo por encima del templo. Penetrando los rayos solares por las
aberturas en lo alto y así, generando un efecto luminoso de grandeza que se
reflejaba en todas las paredes y piso de mármol blanco. Solo las columnas del palacio y el oro eran
distintos. Las columnas son de un
material bello, piedra Ónice. Así se los
llaman también a los habitantes del norte de Nilo, que extraen esta piedra
verde que al pulirla, no tiene igual.
Una piedra única con un brillo y un veteado digno de realeza.
Sin
duda que el palacio era de lo más lindo, pero solo era eso, un palacio.
El representante había llegado. Descendió con su nave que no pude ver, pero
los comentarios eran unánimes de los que cerca estaban a la gran puerta. ¡Majestuoso!
Era lo que se escuchaba.
El nombre de ese representante es el príncipe Lucifer.
Por lo que me habían informado, interpreté que era
mucho más que un mensajero. Dilucidé que
se trataba de un alto individuo en la jerarquía de su colonia
interplanetaria. Lucifer. Sonaba muy potente.
Tal cual lo habían calculado. A la hora precisa, la puerta principal acogió
al príncipe y acompañantes. Nuestros
visitantes entraron.
Emergiendo por la sombra provocada por el umbral y
avanzaron por el salón. Un cofre
llevaban quienes iban por delante, se podía apreciar que estaba muy pesada, el
esfuerzo que debían emplear los ocho hombres fornidos que trasladaban el gran
cofre con bárrales que por el brillo eran de oro, llamó la atención de
todos. El cofre o arca también poseía su
tradicional color dorado, sin duda se trataba del mismo material.
Las miradas de todos estaban concentradas en el arca,
más que del ilustre visitante.
Por detrás, ingresó él, Lucifer. Muy alto era este príncipe, más que los
guardias que vinieron con él y los nuestros.
Todos sin excepción estaban vestidos de blanco. Grandes túnicas blancas, tan blancas como las
nubes de un bello día. No había en ellos
ningún adorno colgando, pero sí Lucifer exhibía bordados con hilos que también
parecían ser de fino oro en su pechera, la figura de una estrella brillando. La capa se enganchaba con dos cadenas de seis
eslabones cada uno para cada extremo, también eran de oro y un bordado vertical
en la capa, de estrellas pequeñas una encima de otra, hasta casi tocar el piso.
Noté algo particular, su rostro y sus manos,
brillaban, como si la piel generara luz, pero solo se lo pude ver a Lucifer, el
resto era como cualquiera de nosotros, en cambio Lucifer, tenía una atracción
peculiar, generaba un magnetismo que me hipnotizaba por completo. Cuando pasó por uno de los sectores de
sombras, su luz seguía impregnada en él y no era el efecto del sol filtrándose
por el techo.
Nadie pareció notarlo.
Sus miradas se centraron en esa arca misteriosa. Que sin duda en su interior habría presentes
muy valiosos, si por fuera era oro, por dentro no podía ser menos.
Se detuvieron y dejaron el obsequio muy cerca de
nosotros, ellos no podían subir las escaleras.
Se paró muy firme Lucifer, miró a mi padre y le habló
con voz potente y segura.
- ¡Un presente traigo de un mundo lejano! ¡Presente que será de agrado para los ojos y
deleite del rey! – Un solo gesto bastó para que sus hombres abrieran el arca,
cuya tapa era curva hacia arriba. Al
abrirla, el oro y las joyas que había en su interior provocaron la exclamación
de todos. Como si tuvieran hormigas se
movían de un lado a otro.
Comentarios y más comentarios surgieron de
improvisto. Lucifer los miró, se volteó
y percibió la reacción de cada uno.
Yo por el contrario, solo un instante miré el
obsequio, no puedo negar que el brillo del más fino oro surgió delante del
trono de mi padre. Lucifer también era
astuto. Ordenó detener el cofre, en el
preciso lugar donde uno de los rayos solares le dio de lleno, para provocar el
destello de luz en el metal y en algunos diamantes que instantáneamente
centelló con el haz de luz. Fue una
actitud muy hábil por su parte, pero detuve mi vista en su reacción. Lo observé y pude entender que nos estaba
analizando, nos estaba estudiando. Pudo
ver él, la enorme alegría que se proyectó en los miembros del Consejo de Nilo
al ver las riquezas.
Los había seducido.
Él, analizó a los míos, pero yo lo analicé a él. Por lo pronto no podía hacer conjeturas de lo
ocurrido. De algo estaba seguro,
Lucifer, los conquistó a todos y solo dijo un par de palabras. La luz que emanaba de su piel, seguía tan
reluciente como el mismo oro, eso sí, me atrapó y me intrigó, pues nadie
parecía ver la luminiscencia de su piel.
Estaban delante de él, pero ninguno se percataba de eso.
No había dudas, hoy iba a ser un día muy importante y
mis nervios comenzaron a crecer irremediablemente. Udas no sacaba la vista del cofre.
- Nuestro viaje fue largo y agotador, pero nuestro
anhelo de llegar a un mundo estable y deshabitado no desaparecerá jamás. Estos presentes son para el rey y para que él
lo disfrute como más le convenga. – Lucifer sin darse cuenta o haciéndolo con
intenciones, condicionó para que los regalos traídos sean de propiedad de exclusiva
de mi padre. No habría reparto de oro. –
¡Este presente es solo eso, nuestro saludo a vuestro planeta Nilo, bello como
ninguno otro desde el cielo! ¡Sin
dudas, el más esplendoroso y exquisito de todos los que he visitado! – Me
resultó típico de un diplomático, pues en la dirección que venía, debieron de
pasar y relacionarse con otros mundos tan espléndidos o más que el
nuestro. Sin duda, sus palabras eran
para congraciarse con mi padre.
- ¡Agradezco su apreciación y oportuna visita, al
igual que los presentes! – Con una reverencia Lucifer inclinó su cabeza. –
¡Díganos Lucifer! ¿En qué podemos ser
útiles?
- ¡Muchas necesidades tenemos desde que nuestro
planeta Tifón fue destruido por el cosmos, nuestra población creció y muchos
materiales necesitamos para nuevas naves!
¡También requerimos otros elementos numerosos, una lista larga pero para
nada costosas ni complicadas! ¡De todas
formas, será retribuida cada ayuda de ustedes, con creces! – Sáulo abrió los
ojos.
Sin duda que mi padre lo iba a ayudar, si este oro,
era un simple presente, el pago por sus necesidades iba a ser muy
lucrativas. No se negaría.
- Mi hijo Visnaiel y mi sobrino Udas, estarán con
usted. Hay una habitación preparadas
para ustedes, allí podrán dialogar y resolver todo cuanto surja... – Interrumpí
a mi padre, porque quería cambiar los planes, lo cual no le gustó.
- Perdón padre – Me voltee y le pedí las disculpas. –
Me gustaría conocer su nave y sus costumbres.
Prefiero ir con ellos. – Lo miró a Lucifer, no estaba seguro de mi
ocurrencia.
- Será un honor contar con tan ilustre príncipe en mi
nave. Dará mucho prestigio a mi
tripulación y a mi gente, su visita es
aceptada.
- Muy bien.
Cuando lo deseen pueden iniciar las conversaciones. – La aprobación
estaba dada. – Habíamos preparado una bienvenida, pero se han alterado un poco
las cosas, quiero decir que si gusta... – Con tono de vergüenza intentaba
explicar lo que tenía planeado pero Lucifer lo interrumpió.
- ... Será otro placer, que vengan las mujeres
también. – Quedamos todos mudos por lo que acababa de decir. ¿Cómo sabía él, que mi padre, pensó en los
placeres carnales, en las necesidades que podían tener? Me rehusaba a que tuviera cierta capacidad
mental. Lo miré la igual que todos, pero
Lucifer, fijó su mirada en mí. Era un
mensaje sus ojos, pues mi mente no dejó de analizarlo desde el momento que
entró. Parecía como si él lo supiera.
Ordenó a los suyos retirarse y cuando comenzó a
caminar hacia la gran puerta, mi padre una vez más no pudo con su corazón duro.
- ¡Disculpe!
¡Disculpe Lucifer! - Giró su
cabeza sin dar vuelta su cuerpo, eso fue desafiante para mí - ¿Cómo están
ustedes... acostumbrados... a...
- ... Pagamos con oro.
En Tifón, el oro era muy común verlo con solo quitar algunas rocas. No se preocupe. Le pagaré con oro. Nuestros palacios no tenían mármol. Todo se recubría con oro. – El silencio los
apoderó a todos. No se si por conocer
las preguntas antes que fueran terminadas o por el simple hecho de decir la
palabra “oro”. Conociendo a mi gente,
seguro que era por el oro.
Lo miré a Udas y fuimos hacia la comitiva para
marcharnos.
Sus pasos eran más largos que los nuestros, siempre
estaba adelante con los suyos y no le dábamos alcance, esa actitud no me
gustó. Por el contrario, Udas, lo
comenzó a admirar, en voz muy baja, no dejaba de hablarme del oro y de lo que
podría llegar a tener en comisión.
Yo tenía otra inquietud, mi atracción hacia él no lo
negaba, pero no por su riqueza, sino por su condición mental, por su estado de
análisis constante que tuvo con los presentes.
Midió cada reacción de ellos incluso la mía. Él notó una rareza en mí como yo en él. No solo sus pasos lo llevaba delante de
nosotros, sino también, su mente estaba anticipada, eso, para mí era oro, eso
era riqueza y la luz que proyectaba su piel solo era visto por mí.
- ¡Udas! ¡No
ves la luz! – Insistía yo en la pregunta en voz muy baja.
- La única luz que veo es el brillo del oro.
- ¿Estás diciéndome la verdad? ¡Tiene luz en su rostro y en sus manos!
- Primo. Estás
loco o tus ojos necesitan tratamiento.
- Estoy bien, pero veo luz.
- ¿De qué color?
¿Dorado?
- No.
- Entonces estás loco.
Yo veo oro en él.
- Entonces ¿le puedes apreciar un color?
- ¡No Visnaiel!
¡Veo el oro que nos va a entregar con lo que negociemos! ¡Oro! ¡Mucho oro!
- ¡Udas! No
puede ser que no lo veas, está delante de nosotros, resplandece blanco pero por
momentos, surgen manchas negras... –
Hice una pausa. - ... está bien, no me hagas caso.
En vano era seguir hablando con él. Su mente estaba fija en otra cosa y yo no
sabía si mi vista me engañaba o algo mal funcionaba en mí.
Salimos del templo y Lucifer ingresó a su nave. De tras nuestro, venían las mujeres que iban
a ser deleite de ellos. Las esperamos e
ingresamos todos.
Esta vez, si nos esperó en su interior y nos invitó a
conocer la pequeña nave, como él la calificaba, que de pequeña, no tenía nada.
PRIMERA TENTACION
Capítulo 2
El viaje duró muy poco. La nave madre, estaba muy cerca e ingresamos
a ella. Muy grande, espaciosa y desde el
hangar nos llevó a un recinto formidable.
Este lugar contaba con muchas comodidades, más de las
necesarias y si quería impactarnos, lo había conseguido. No había oro en el lugar, pero la decoración
fastuoso. El color rojo, púrpura y
escarlata, un estilo de pasión y muy sugestivo para el descanso y los placeres
carnales predominaban. Esta no era la
imagen que tuve de él cuando lo vi por primera vez. Pero esto era lo que mis ojos veían
ahora. Mi primera impresión fue
equivocada.
Las mujeres enloquecidas, Udas, más aun. Música suave y muy sensual salían de las
paredes, pero no me percataba de donde exactamente.
- Pónganse cómodos. – Los sillones eran almohadones
dispersos por todo el suelo, una mesa muy baja servía para ser usada, pues nada
había sobre ella. El lugar poseía
pequeñas ventanas oscuras, como si no se quisiera que por fuera se viera las
actividades en su interior, que desde ya, estaba claro para que serbia esto.
Prácticamente estábamos sentados en el suelo, las
almohadas no tenían mucho volumen pero cómodas al fin. Todo muy extraño, las sillas no existían y
los muebles tampoco, solo tapizados, cortinas y decorados con fuertes colores,
predominando siempre el rojo.
La nave se movió, sin duda nos estábamos alejando de
la superficie.
- ¡Acomódate a mi lado Udas! – Le dijo Lucifer a mi
primo. Por el contrario, dejó que yo
conservara mi lugar, me quería ver de frente, a los ojos. Yo también por cierto.
- Nos has dicho que tienes una lista de elementos que
necesitas.
- Si, no son cosas extrañas, simplemente para la
elaboración de nuevas naves. Los
minerales, los quiero en bruto, tenemos la capacidad de realizar la fundición y
moldear las piezas. - Aun no habíamos dialogado sobre la oferta y la demanda y
ya decía “quiero” Por lo visto, Lucifer
estaba acostumbrado a exigir, eso me molestaba, el autoritarismo y la soberbia
me fastidiaban.
Un sonido llamó la atención.
- ¡Ventana! – Dijo Lucifer y un gran ventanal se abrió
delante de nosotros. Estábamos en la
orbita de Nilo, ante nosotros una verdadera maravilla que nos dejó la boca
abierta.
- ¡Aquella, la luz que más brilla es mi nave y mi
tripulación! – Ante nosotros, la gran flota Tifón. ¡Magnífica!
¡Maravillosa! Cientos de naves
pequeñas, comparadas con las centrales.
Las cientos de naves formaban un gran círculo externo. Luego siete naves mayores. Imposible decir el tamaño de ellas, su
colosal envergadura eclipsaba a la más grande de la nuestra y ni siquiera se la
podía comparar. Sin duda, que la
señalada por Lucifer era la más sorprendente.
- ¡Es bellísima! – No pude evitar decir lo que
pensaba.
- Mira. La que
está por delante de todas, la que más brilla, la de luz blanca es el orgullo
que me satisface. Ninguna se compara con
la mía, ninguna es tan poderosa y majestuosa.
Ni siquiera se la podrá igualar.
Desde largas distancia, el resto de las naves se pierde en el espacio,
pero la mía, se la puede divisar sin dificultad.
- ¡Es la luz más bella!
- Ese es el nombre de mi nave. Luz Bella.
Lucifer estaba mostrando una arrogancia mayor que mi
padre y sin duda su nave era la más linda.
El brillo de Luz Bella opacaba al resto, que también eran preciosas,
pero la suya, era distinta, al igual que Lucifer, un raro magnetismo me hacía
pensar mucho en él, pese a las actitudes que no eran de mi agrado. Por momentos me gustaba y por otros, me
causaba repulsión. Este ser a quién le
seguía viendo emitir luz brillante de su piel, pero ahora lo no era con la
misma intensidad que en el salón del palacio.
Por el contrario, mayor resplandor negro que antes.
- Nuestro viaje parece eterno en ese vasto espacio,
pero no todo es tan tortuoso.
- ¿Están buscando un planeta desabitado para reposar
finalmente? – Le pregunté.
- Nuestro sistema solar colapsó y las galaxias vecinas
sufrieron severos trastornos, tuvieron consecuencias nefastas. Hemos comprobado que todos los planetas
tienen sus ciclos de cambios traumáticos y ese provoca la muerte de todos su
habitantes. Aprendimos que todos los
sistemas solares, sufren lo mismo que nosotros cuando estábamos en Tifón. Por consiguiente el espacio es el lugar más
seguro, libres de terremotos he inundaciones.
- Pero no pueden disfrutar de la naturaleza y todo el
ecosistema de ella. Es algo único.
- ¿De qué sirve tener árboles si son todos
iguales? Los ríos cambian sus cursos
pero todos tienen agua. Algunos planetas
tienen mares y es igual que los ríos, nada más que de mayor tamaño y distinto
sabor. – La justificación era un tanto
ridícula para un príncipe. – Al tiempo, te cansas de ver todo eso y tampoco
puedes recorrer mucho a pie.
- Tienes vehículos para hacerlo.
- Estoy seguro que la mayor parte del tiempo, no sales
de los límites de tu palacio. – No se equivocaba. – La muchedumbre, el pueblo,
por ser pobre, tampoco va más allá de lo que sus piernas lo puedan llevar. De todas formas ellos, solo recorren la
distancia de sus casas al trabajo y nada disfrutan de esa naturaleza que dices.
– Ahora estaba comenzado a conocerlo.
- ¿Qué crees que es mejor que eso?
- Vivir la vida a cada instante como si fuera el
último suspiro. Aprovechar todo cuanto se
tenga al alcance, si es una mujer, ir con ella, si es un negocio hacerlo ya, si
es alimento lo que hay en la mesa, comerlo todo y un poco más, uno nunca sabe
si mañana algo faltará.
- Si se hace lo correcto, no hay motivo para que
mañana falte la provisión o cualquier otro elemento necesario.
- Nunca lo sabes.
- Lo sé. Si me
ocupo de ello.
- Tú te puedes ocupar, pero otro puede
llevártelo. ¿Y después qué?
- Es un pensamiento negativo ese. Te abres a que se manifieste algo malo.
- ¡No me hables de manifestaciones! – No le gustó mis
palabras. - Tu mente solo ejecuta órdenes del momento. No se anticipa ni previene nada. – Lucifer,
intentaba cerrar mi mente, pero sin darse cuenta, por el contrario la abrió, me
planteó un razonamiento mental, me negó que tal cosa pudiera ser ejercida en
nuestra conciencia, pero sin duda, al mencionarlo, algo sabía. Desde hace mucho tiempo, en Nilo, nadie habló
de sobre esto. Lucifer tenía que conocer
más.
Miraba con enorme deseo a las mujeres, pero aun,
seguía mostrándose diplomático, con mucha soberbia pero estricto aun. Quería soltarse pero mi presencia lo
incomodaba, Udas por el contrario, más suelto que nunca.
- Debemos ser positivos y que hacemos la tarea bien.
- Eso dijeron en Tifón y nada quedó. – En ese momento,
sacó de su túnica blanca, una daga, parecía muy filosa, la mostró por su
belleza y la clavó en la mesa frente a Udas. - Mira mi amigo, debes agudizar tu
vista, limpiar tu nariz para un mejor olfato, tus oídos bien abiertos y tu
tacto sagaz para aprovechar oportunidades únicas.
- ¡Opino lo mismo! – A gritos intervino Udas. No pudo con su genio y tomó de la empuñadura
la daga, la quitó y tocó su hoja. Muy
afilada. Se le pudo ver el gesto. Su tentación fue más fuerte, pude ver como
Lucifer lo miró de re ojo, pero él no se percató que lo observaba. No era la primera vez, pero ya sabía lo que
iba a pasar. Quien agarra un cuchillo,
sabiendo que su filo puede sorprenderlo, no resisten tocar su punta. Eso hizo Udas y se pinchó dejando que algunas
gotas de sangre comenzaran a salir por la herida en la mano derecha.
- Ves. Tu primo
tiene la apertura que a ti te falta. No
debes pensar más allá de mañana, la oportunidad es hoy y si con oro debe ser la
paga, oro tendrán. – Intenté evitar que tocara la punta, pero lo hizo muy
rápido. Lucifer, no le importó el corte,
no atinó a pedir ningún trapo para limpiarlo, solo halagarlo y tuvo buen efecto
en él.
Mi amigo Lucifer. – Pese al corte y con la oportunidad
de sumarse a la conversación habló de lo que mejor sabía. – Por cada tonelada de metal bruto para
fundición ¿cuánto es el valor que tu calculas?
- Un arca de oro como la que has traído por diez mil
toneladas de metal.
- ¡Trato hecho! – No se dio cuenta Udas de su palabra,
se precipitó a una decisión sin consultarme ni siquiera con la mirada. Lucifer, no lo dudó y llevó su mano para
cerrar trato, pese a que Udas dejaba brotar sangre. Mi primo no tuvo más remedio que dársela y el
pacto entre ellos se marcó con sangre.
Esa imagen no me gustó. Eso para
mí fue una señal y no de las buenas. Comencé
a incomodar.
No estaba seguro de que hacer. Las dudas y el temor me estaban
invadiendo. En escasos minutos se pactó
con un ser que no conocíamos y yo, nada más que yo, veía en él, esa luz extraña
en toda su piel. Nadie lo podía
percibir. ¿Por qué podía ser? Nada me gustaba, solo por ahora,
presentimientos, nada grave aun veían mis ojos, la compostura y cortesía
seguían presentes, no era más que un engaño seductor lo cual acrecentaba mis
dudas
Uno de los sirvientes, acercó un gran bracero, que se
sostenía por tres patas a un metro y medio de altura. El carbón estaba bien encendido. Se levantó Lucifer, llevó su plato con una
pata de cerdo y lo arrojó al fuego.
Todos los miramos por esta actitud de quemar la comida y se notó nuestra
reacción.
- Es un sacrificio, una costumbre para que jamás nos
falte el alimento. – Dijo Lucifer.
- ¿Es una adoración a alguien?
- No hay nadie a quién adorar, solo a nosotros
mismos. Con este acto, queda demostrado
para nuestros ojos, que nada nos falta y por ello, tenemos de sobra. Arrojar el alimento al fuego al comienzo, es
buena suerte y siempre nos acompañará.
- ¿Más aun si es carne?
- Carne y si es de cerdo, mejor.
- ¿Toda tu raza hace esto desde tiempo atrás?
- No todos. – Su rostro quería mostrarme un rasgo
secreto o místico a tal acto, no me convenció. – Solo aquellos que buscamos
superarnos a nosotros mismos.
- ¿Ese acto de sacrificar la carne, le otorga el poder
de superación?
- Míralo de esta manera. Si arrojamos comida, es porque hay, de lo
contrario sería imposible hacerlo, sobra y para que siga así, sacrificamos
parte de ella. Nos vemos obligado a
superarnos para que nunca falte.
- Planifican para el futuro.
- No, vivimos con intensidad el presente, de esa forma
y con el esfuerzo cotidiano se obtiene solo.
- ¿Pero cual es tu esfuerzo cotidiano?
- La toma de decisiones.
- ¿Eso requiere esfuerzo?
- Todo tiene su esfuerzo. Todos los días es como edificar un gran
edificio.
- Se necesita mucha gente para eso.
- Gente, oro y esfuerzo.
- Pero el esfuerzo lo hace la masa de gente. Ni tú ni yo lo hacemos. – Le objete
- A nuestra medida lo hacemos. ¿Por qué te preocupas tanto por la
muchedumbre si ellos son como el ganado?
- ¿Qué quieres decir? – Fruncí el seño, no me gustó su
punto de vista.
- La muchedumbre es un grupo numeroso de individuos
que nace, viven y mueren por el trabajo.
No conocen otra cosa que trabajar. – Sus palabras tampoco fueron del
agrado de las señoritas que hacían compañía.
- Por que no se le da otra opción. – Le contesté.
- ¡Así! ¡Dale
opciones a tu pueblo y verás como te comen los ojos! ¡Dale plenitud de decisión y verás como tu
reino y el mío se derrumba! – Era la primera vez que levantaba la voz, no muy
fuerte, pero un cambio se produjo.
- No necesariamente te traicionarán. – Afirmé con
total seguridad y con mis manos, gesticulando mi correcta apreciación.
- ¿Traicionarán?
- Sí. No tienen
porque traicionarte si hacemos las cosas bien.
- ¡Escúchame príncipe! – Su tono era sarcástico. - Con
el tiempo aprenderás la verdad y no todo es poesía. Cuantos hombres de tú pueblo le conoces las
caras, sus nombres y donde viven.
- No conozco a muchos… - Cierta culpa sentí e intenté
justificarme. - Atiendo las tareas del
palacio.
- ¿Atiendes las tareas del palacio? ¡...Visnaiel!
¡En los palacios todo es aburrimiento! – Seguía con su tono elevado. -
Todo está en orden, en el tuyo y en mi nave, como la de cualquier otro reino,
pues no eres tu quién lo limpia ni eres tú quién lo arregla si algo se
deteriora, todo lo hacen los obreros, la masa de gente, tu pueblo y el mío,
aquellos que jamás vistes las caras ni sabes donde residen. No los conoces, por lo tanto no te pueden
traicionar. Solo traicionan los amigos.
- Es lo que le digo siempre Lucifer. – Udas aportó lo
necesario para que la conversación se pusiera áspera. - No sale del edificio,
siempre estudiando vaya a saber uno qué.
- ¿Estudias en soledad? – Me quería acorralar, si él
poseía la capacidad de leer mi mente, descubriría mi secreto y las nueve hojas
que con tantos celos atesoraba.
- Es la mejor forma.
- ¡Soledad! En
mi colonia hay muchos que hacen lo mismo, pasa el tiempo y más se encierran en
su locura...
- ¡Es lo que le digo! – Udas no podía dejar pasar una
oportunidad. – Se volverá loco con las historias del pasado.
- Será una vida muy triste la tuya Visnaiel. Te hablarán de cosas que nunca puedes ver ni
probar. Al final de tú existencia,
cuando des el último suspiro, comprobarás todo el tiempo perdido y nada podrás
hacer para recuperarlo.
- ¡Hay que vivirla! – Udas seguía aprovechando.
- Debes vivirla a pleno. Satisfacer tus necesidades ahora, porque
mañana no sabes si seguirás caminando con tus pies.
No pierdas el tiempo con cosas del pasado y mucho
menos si te hablan de lo que tus ojos no ven.
Perderás el tiempo sin duda, perderás tu vida preciosa
irremediablemente, perderás tu única existencia en el universo. Única, sola e irrepetible vida corporal. –
Las mujeres y Udas apoyaban cada palabra de Lucifer, me sentía solo, acosado y
con más dudas que antes. Nadie comía, ni
siquiera Lucifer.
- Mi querido Visnaiel.
Aprovecha tu tiempo y tu vida, porque otro lo hará por ti. – Una leve
mirada a mi primo hizo para indicarme un mensaje. – No te encierres y apártate
de la soledad que te inhibe hasta para hablar. – Eso era lo que él quería. – Di
lo que quieras, donde quieras y cuando quieras.
No tengas miedo a decir nada incluso si es ofensivo, más aun. Si tu postura es firme y tienes que agredir a
alguien con palabras, hazlo, por más que nadie se atreva. Se duro con tu oponente, no le des tiempo ni
siquiera para pensar. Hazlo tu primero,
habla sin cesar, repite una y otra vez lo mismo, incluso si debes deslizar,
alguna historia no tan real, pero si tu motivo es bueno hazlo igual.
- ¿Te refieres a mentir?
- Mentir, mentirita, mentira piadosa, argumento poco
creíble, historia falaz, etc. Ponle el
nombre que quieras, pero si eso te ayuda para cometer tu acto, verás como esa
supuesta mentira de tanto repetirla con convencimiento se transformará en
verdad. Será verdad al final del
cuento. Pero debes trabajar para
eso. Tómalo como esfuerzo. Tómalo como un nuevo emprendimiento pues lo
harás con un objetivo. ¡Habla tanto como
puedas, no calles, no permitas que te cierren la boca y si es necesario ofender
al necio e ignorante que delante de ti está y te sobrepasa, hazlo igual! –
Estaba exaltándose - ¡No merece ni
siquiera debatir contigo, no es más que una escoria, tú eres príncipe y ellos,
no son nada! ¡Querrán ser como tú, pero
la nobleza corre por tú sangre y no se puede contra eso! ¡Pelea por tu decisión y arremete al
instante, no los escuches, porque con dulces y escasas palabras te pueden
engañar o te pueden robar tu riqueza! – Ni un insecto volaba, ni uno de los presentes
movió siquiera un pelo. La energía de
Lucifer era paralizadora, ni siquiera
podía contestar, era mi intención hacerlo, demostrarle que estaba equivocado
pero era imposible, nos dominaba con la palabra y seguro que su poder de
convicción y persuasión era enorme.
- Coman y disfruten de los paltos deliciosos. – De
pronto, así como elevó su tono, bajó. Un
corte abrupto, tajante, como si lo hubiese hecho con esa daga filosa y
puntiaguda. Lucifer me estaba mostrando
el enorme poder de la palabra, pero una energía que me daba más escalofríos que
admiración. No obstante, no podía dejar
de pensar en su magnetismo. Dominaba la
situación.
Tomó con una servilleta una pata de cerdo y le dio el
primer mordisco, no uso los cubiertos, lo cual fue imitado por todos, Udas el
primero. Quién sirvió los alimentos,
llenó las copas de una bebida que no hacía falta degustarla para saber que era
vino con un alto grado de alcohol y un color rojo fuego. Las copas eran todas de oro, al igual que los
cubiertos y los platos que no se para que los habían traído, pues se estaban
alimentaban con las manos.
- Es una bebida especial, hecha por mí. Algo fuerte, pero estimula los sentidos. ¡Prueben!
¡Prueben! – Uno a uno fueron probando el vino que en realidad era una
mezcla. Yo no atiné a nada, ni a beber
ni a comer. Lucifer, se percató de mi
negativa, pero midió tiempos, aun no iba a decirme nada.
- ¿Qué te parece Udas?
- Es la bebida más tentadora que he probado. Quema como un horno, no puedo dejar de tomar
un nuevo sorbo. Arde en mi paladar y en
mi estómago explota, pero sabe a dulce cuando la bebo.
- Es mi bebida preferida.
- Sin duda también es la mía. ¿Es una mezcla? – Preguntó Udas.
- Un cóctel, con ingredientes que dudo que existan
hierbas parecidas en el planeta y en todo el sistema solar.
- No lo dudo. – No terminó de decir eso, que otro
sorbo, más prolongado que el primero dio con entusiasmo.
- Así debe ser la vida Visnaiel. Está hecha para disfrutarla y tú te la
pierdes. ¿Seguirás en esa postura
intransigente y apacible? Toma tu
decisión hoy, hoy debe ser especial.
Aprende de tu primo y estas bellas mujeres que nos acompañan. – Lucifer
parecía leerme el pensamiento. Antes de
que todo esto comenzara. Estaba seguro
que hoy, sería un día muy especial, para bien o para mal. - Tú debes disfrutar
y tu gente debe servirte. – Sus palabras iban acompañada con su dedo acusador.
- ¿Y donde está el ejemplo que un rey o príncipe debe
dar? – Intenté cuestionarlo para hacerle comprender de sus equivocadas
palabras, pero él, tenía argumentos de sobra.
- ¿Ejemplo? A
nadie le importa los ejemplos. La
muchedumbre solo quiere tener a alguien a quien adorar. Un rey a quien rendirle tributo. Un príncipe en quién depositar su esperanza
para cuando llegue ese gran día de la coronación.
¡Sí! Que no te
extrañe lo que te digo. Así es el
pueblo. Pueden estar varios años
esperando ese momento tan importante para ellos. Son capaces de dar hasta su vida por el rey o
por el príncipe. Ellos se regocijan con
las joyas y las riquezas que ornamentan sus superiores. ¿Y sabes por qué?
- No.
- Porque ellos, nunca tendrán tantas riquezas, ni
siquiera, poseerán una. Por eso veneran
a los reyes y príncipes. Por eso te
veneran a ti y a tu padre. Así nunca hagas nado por ellos, solo
limitándote a darle lo justo y necesario y mucho trabajo para que no
piensen. Así debes manejar tu reino para
cuando seas rey. La muchedumbre es un
gigante de pequeño cerebro. Ellos no
piensan, no razonan ni mucho menos viven la vida. Ellos están para servir, para adorarte, para
que tú vivas la vida, como la puedes vivir ahora. Libérate de tus ataduras, de tu silencio y
soledad. Solo tú te amarras cuando
puedes volar, ir de aquí para allá, recibir honores, halagos, bienes y riquezas
por el simple hecho de ser un príncipe o ¿acaso quieres que todos sean de la
realeza?
- ¿Por qué no pensar así?
- ¿Y quién va a trabajar si todo son príncipes y
reyes? ¿Saldrás tú a recoger las sobras
de las casas? – Udas y las mujeres decían, no, con sus cabezas. - ¿Tú te
esforzarás a levantar nuevos templos y edificaciones para tu gobierno?
- No. Seguro
que no. De hecho no es necesario tantos
templos.
- ¡Otro error! – Agitando sus dedos en señal de
negatividad.
- Los que ya están, alcanzan.
- Nunca alcanza.
Tu pueblo debe estar siempre trabajando.
Tienes que mantenlos en actividad siempre.
- Lo hacen.
- Pero no de la forma apropiada.
- ¿Cuál es esa? – No fui yo quien lo preguntó, sino mi
primo. Él si estaba interesado en sus
palabras y consejos.
- Trabajando más tiempo para ustedes. – No hice la
pregunta, pero la respuesta era hacia mí. – Y luego, por tu gracia, le das
varios días de descanso, con el simple motivo que se lo merecen.
- Esos días de descanso ya los tienen.
- Por eso, modifícalo, quítaselos en forma metódica y
progresiva, retribuye por eso y luego, otórgales esos días en tu nombre o en tu
conmemoración.
- Ellos sabrán que yo se los quité. ¿Cómo luego venerarán ese día si se los
doy? En realidad es retribuirle lo que
ya estaba.
- ¡Error! Quién
se lo quite, que sea el Consejo. Ellos
deben ser los malos, serán ellos los acusados.
Luego tú se los devuelves. ¡Un
poco de astucia Visnaiel! – La ironía de Lucifer era descomunal, tan grande
como su gran nave.
- ¿Qué necesidad hay de semejante maniobra? – No me
gustaba nada sus ideas. Solo
especulaciones y engaños. Esos no formaban
parte de mi comprensión de la vida y el respeto al prójimo.
- La necesidad que tienen todos los príncipes de los
mundos que he conocido y todos, los han hecho.
¡Funciona! – Lo aseguraba tajantemente. - Es una formula que la emplean
todos. Mira a la gente, a tu pueblo
desde arriba. Desde tu balcón. ¿Eso lo haces?
- Los miro, pero para apreciar la naturaleza, no tengo
otra intención.
- Deberías.
Desde lo alto, verás que todos los hombres y mujeres son tan pequeños y
diminutos como hormigas. – Intuía lo que iba a decir.
- Ellas trabajan para la reina. – Le contesté.
- ¡Así es!
¡Estás aprendiendo Visnaiel!
Ellos están para trabajar. Ellos
están para servirte y mientras más proyectos tengas en mente, mas edificios y
palacios eleves para tu grandeza, el pueblo lo hará con entusiasmo y
fascinación.
- No pueden estar fascinados si tanto trabajo les doy.
- Lo estarán.
- ¡No puede ser!
- Si puede ser.
Los pueblos son ignorantes y tú tienes que aprovechar eso.
- ¡Es mi pueblo!
- ¿Tu pueblo?
- ¡Por supuesto! – Con fastidio le contesté.
-
¡Cómo puedes decir que es tu pueblo si tu tiempo lo consumes en un cuarto,
leyendo, estudiando! ¡Dudo que sepas,
cuantos habitantes hay en el día de hoy, cuantas mujeres, cuantos hombres y cuantos
niños! ¡Lo desconocen! – Me dominó por
completo. – Construye, pide sacrificio, pide grandeza y ellos trabajarán como
nunca. Elévate lo más alto que puedas. Edifica cuanto templo ceremoniales puedas,
así debas usarlo una sola vez al año.
Mas
alto llegues, más orgullo sentirán los constructores. Más escalones tengan las escaleras y más
balcones posean, más admiración tendrás.
Será tu obra y te glorificarán de tan tremenda empresa.
Y
si muchos mueren en la construcción, más dedicación pondrán en ella los
constructores.
Tu primera obra, debe ser mayor a la que ya tienes.
La segunda, debe ser mayor que la primera
La tercera debe sobrepasar a ambas.
¡Así se construye tu gloria! ¡Tu nombre prevalecerá en el tiempo, tu
linaje será recordado por siempre!
Más alto, más grande, más fastuoso. No importa el costo, porque vendrán de otros
mundos, admirarán tu grandeza y dirán ¿Quién como él? ¿Quién es más glorioso que él?
Harás que todos aquellos que nunca han venido, lleguen
de otros planetas y de otros sistemas solares para ver tu fama, tus logros,
porque trascenderás la frontera y no dudes de eso.
Ellos llegarán y no podrán ser menos, no querrán ser
inferiores y negociarán contigo como no lo hicieron con tu padre. Verán tu esplendor y desearán imitarte, la
envidia trabajará a pleno a tu favor y tú sacarás provecho de eso. Lo harás una y otra vez. Más y más embajadores arribarán. Los comentarios, serán tantos y tan vastos
que no te importará cual es verdad y cual es mentira, porque cuando los tengas
enfrente, todos hablarán bien de ti, hasta tu enemigo.
Tu pueblo se sentirá orgulloso, por ti y porque ellos
formaron parte de semejante obra, que más titánica sea, más adoración
habrá. Y si algún reino, es tan fastuoso
como el tuyo, supéralo, la competencia es buena y lucrativa. Motiva, genera y obtiene logros.
Pon tu imagen en todos los lugres, en cada palacio, en
cada edificio y en todas las calles principales que puedas. Te amarán y te apoyarán en tus
emprendimientos.
Hazme caso Visnaiel.
Así funciona la mente del pueblo, mientras más ignorante sea, mientras
menos desarrollen su capacidad de deducción, mejor para ti, estarán en tu mano.
¡Comienza a hacer lo que tu padre aun no ha
comenzado! ¡Hazlo ya! ¡Sal de tu cuarto, deja esos conocimientos,
llegarás a viejo y seguirás pensando en formulas mágicas y no verás nada, pues
nadie te las puede enseñar! – Sin duda que Lucifer sabía algo más, estaba
obviando hablar del espíritu, solo materialismo ocupaba su mente. – ¡No pienses
tanto en cosas que te consume tiempo y empléalo ya mismo para tu nuevo
edificio, el pueblo quiere eso!
- ¿Y si no todos creen en eso?
- Mejor aun.
- Provocará una división.
- Que se dividan, mejor para ti.
- Si hay división no hay consenso.
- ¿Para que quieres el consenso? La decisión debe ser tuya y de nadie
más. Piensa rápido, dicta la orden y que
se ejecute.
- No funciona en Nilo.
Todo se debate.
- ¡Sí… claro!
¡Mucho debate, mucho debate y la mitad de las ellas… quedan archivadas!
- Será porque no servía de mucho.
- Imponte en cada debate con energía y convencimiento,
si pasa de hoy, recuerda que mañana puedes ser alimento de gusano.
- La división apareja problemas con el tiempo.
- No si lo sabes llevar.
- No hay forma de llevarlo.
- Si que lo hay.
Si tu pueblo se divide, mejor para ti.
- Pero si se fracciona quiere decir que hay otro que
opina distinto a mí. Eso me resta gente
y poder.
- Por el contrario.
Aumenta.
- Si se divide, también se fracciona la fuerza.
- No. No se
trata de dividir números. Si no de
aumentar energía y poder, es decir incrementar calidad. – Lucifer estaba
explicándome razonamientos muy similares a los que poseo en las nueve hojas de
los textos prohibidos, con la única diferencia que sus conceptos, estaban más
cerca de lo oscuro que de la claridad, pero estaba haciendo razonamientos
espirituales sin decirlo. – Cuando un pueblo se divide, cada uno toma parte por
un bando, eso genera fuerza, porque ellos se identificarán por alguno de los
dos. Esa misma energía y convencimiento
que los dos protagonistas impongan, contagiarán a las masas y cada grupo se
alineará con mayor fuerza para apoyarte.
- Pero el otro también incrementa su fuerza.
- Por eso mismo te digo, que esta división entre la
gente genera mayor poder. Ellos se
fanatizan con tu idea o con la del otro.
Debatirán tu postura en cada casa, en cada plaza, en cada calle o
esquina y ambos líderes recibirán con crecer las ganancias.
- ¿Cómo se explica ese efecto?
- Porque el pueblo no piensa, no razona, mientras más
ignorante sea mejor para ti o para un gobierno.
Es un proceso largo pero efectivo al final.
- Si mantengo la ignorancia entre la gente ¿cómo puedo
llegar a nuevos proyectos y adelantos?
- Visnaiel... deja eso para un sector social. Deja que esos conocimientos solo estén al
alcance de un número reducido de personas, todas allegadas a ti y de noble
estirpe. De esa forma tendrás el control
de todo.
Esa clase social debe ser la única que te rodee. Otórgales privilegios y ellos te servirán
incondicionalmente.
- ¿Y con el resto? – Preguntó Udas.
- El resto solo debe trabajar. Un tiempo para el funcionamiento de este
mundo. Otro tiempo para la edificación
incesante de construcciones que superen a la anterior. Y un tiempo para el entretenimiento basado en
la competencia.
- Eso provoca más división. – Udas entendió la idea.
- Por supuesto.
Mayor cantidad de división, mayor control tendrás.
- ¿Así manejas a tu colonia? – Esa pregunta fue como
una aguja en el ojo. No le gustó y me
miró muy fijo, luego bajó la vista.
- Un nuevo régimen planetario se está gestando. Un nuevo sistema habrá y quiero que ustedes
formen parte de esta nueva grandeza. El
mundo de Nilo es maravilloso, tanto como mi nave. – Era increíble, su engreimiento
no tenía tamaño. Comparaba nuestro bello
mundo, natural y regido por las fueras del universo con su gran nave
artificial. No niego de su hermosura,
pero no puede existir comparación tal. Fue
sorprende ver el tamaño y que tan enorme volumen de aleaciones estuviera
volando por tanto tiempo y desde tan lejos.
Pero así era Lucifer. Su
arrogancia podía ser aun mayor.
- Mi amigo Lucifer. – No iba a perder semejante
oportunidad mi primo.
- Dime Udas.
- ¿Eso incluye una fuerza armada conjunta y de mayor
poder de fuego?
- No solo que lo incluye, sino que es fundamental para
el mantenimiento de nuestra paz y para que ella sea duradera. Una flota colosal que lleve como estandarte la Libertad. Una libertad para todos los
mundos bajo nuestra protección.
- Estoy de acuerdo. – Nuevamente se volvieron a dar la
mano. Ya no goteaba sangre, pero cuando
dejó su apretón, extrañamente, volvió a sangrar su herida. Se limpió con la misma servilleta con la que
estaba agarrando los trozos de cerdo. Más
anti higiénico no podía ser mi primo.
- Hay que preservar el nuevo régimen, se debe controlar
todo el espacio de este sistema solar y de todos los que nos rodean para
asegurarnos nuestra seguridad nacional. – Era la primera vez que escuchaba la
palabra “nacional” intuí que se trataba de lo mismo que referirse al “mundo”
- No hay enemigos en Nilo desde hace mucho tiempo. –
Me vi obligado a hacerle ese comentario.
- Nunca lo sabes.
- No los tenemos. – Estaba seguro yo de eso, por tal
motivo insistí.
- Pero el incremento de tu fuerza atraerá a razas que
se puedan tentar con tus logros. ¿No se
si me explico?
- Sí, muy bien.
- Primo. – Interfirió Udas. - Recuerda que dos
cargueros fueron atacados en la última semana.
- Sí es verdad. – No podía negarlo ni ocultarlo, pese
que el Consejo lo consideraba un tema menor, yo por el contrario, ¡no! y eso me
ponía en una mala situación, casi, teniéndole que darle la razón por lo que
acababa de decir. Era muy astuto
Lucifer.
- Algo malo puede ocurrir, y mira que oportuna la
presencia de Lucifer. – Udas no cesaba de halagarlo.
- Eso también es verdad. Muy oportuno. – Con un poco de malicia lo
dije.
- Sin duda. El
rey nos ha encomendado esta misión y averiguar que ocurrió con esos dos
cargueros así que...
- ...Udas no compararás me presencia con lo
insignificante de esos incidentes.
- ¡No Lucifer!
¡No quise compararlo! Lo nuestro
tiene mayor prioridad. Hemos hablado del
futuro de su colonia y mi mundo. – Lo miré con desprecio a mi primo. No podía creer su sumisión, nunca se había
rebajado tanto en tan corto tiempo. – La extracción de minerales en Nilo está muy
avanzado, tenemos lunas en donde obtenemos mayor cantidad. – Lo quería
devorar. Estaba fuera de mi alcance,
pero mis manos querían estrellarse en su cuello.
- ¡Udas! – Mi grito llamó la atención de todos,
incluso de Lucifer. – ¡Estás hablando demás! – No pude evitar enojarme y eso
pareció gustarle a Lucifer. Fue la
primera vez que me dejé llevar por mis emociones. Perdí la cordura por las palabras de mi primo
que era tan secreto, que pocos en Nilo sabían de la existencia de esta luna, de
donde extraíamos acero y otros minerales con mayor facilidad.
- No te enojes Visnaiel. Habrá mejores momentos para que sí lo hagas.
– Lucifer dijo lo que no quería escuchar.
- Me sorprendes primo.
¡No sabía que te enojabas! – Me recriminó.
- Hablas más de la cuenta. – Se lo reproché y con
justa razón.
- ¿Qué sabes tú?
¡No eres mejor que yo! – Udas estaba totalmente cambiado. Si Lucifer ejercía atracción y división, mi
corazón presentía que acababa de producirse una.
- Por favor. – Medió el anfitrión con suma calma y sus
manos tratando de apaciguarnos.
Los sirvientes llegaron con más comida y todo parecía
igual. Caliente y ardiente como esta
nave. Demasiada pasión había para mi tranquila vida.
La vista seguía siendo tan imponte como al
comienzo. Seguíamos fuera de la
atmósfera y a un costado de la gran colonia interplanetaria de Lucifer.
Si este era su líder, muchos temores y sospechas
rondaban en mi cabeza. Su gente no podía
ser de otra forma. Seguro que el ejemplo
debía existir, si él era esto que manifestaba, nada bueno podía esperar de su
gente.
No podía comer ni un bocado. No solo por la discusión que me cerró el
estomago, sino porque otro régimen de comida era el que llevaba.
- Come Vinaiel.
Come que se enfría, esto se disfruta caliente. – Todos decían que sí.
- No gracias.
No me alimento de carne, mucho menos de cerdo.
- ¿Y qué comes?
- Alimentos derivados de lácteos, vegetales,
legumbres, frutas jugosas. Todo lo que
de la naturaleza.
- El cerdo viene de la naturaleza.
- Sí pero de la animal y bastante sucio.
- Ah mira tú, tienes razón.
- ¡Bebe! ¡Come!
- No gracias.
- ¡Come!
- No. Me debo
ir. – Todos me miraron por mi desprecio.
- ¡Siéntate y come!
- No. Mañana
nos veremos.
- ¡Siéntate y come! – El tono de voz comenzaba a
subir. – ¡Tu cuerpo lo necesita!
- No solo alimento necesita el cuerpo.
- ¡A no! ¿Tú
crees que ese cuerpo, tus órganos, tus extremidades se pueden sostener con
pensamientos, con ideas? ¿Crees que
puede existir otra manera para sostener el físico?
- Si lo creo.
- Entonces sigues perdiendo el tiempo. No hay nada más que tu cuerpo. No busques lo que tus ojos no pueden
ver. No busques lo que tu lengua no
puede degustar. No malogres tu tiempo
con lo que no puedes oír ni tocar. Usa
tu olfato para sentir le perfume de una bella mujer o la vida te pasará de
largo, como un cometa que no regresa.
- Algunos vuelven.
- Si, pero tu serás un viejo y el cometa estará igual
que cuando pasó por vez primera.
- Un gusto en conocerlo y analizaré la información que
hay acá. – Me refería a los datos dentro del diamante. – Con su permiso.
- Lo tienes.
- ¡Primo! – Seguí caminando. - ¡Primo! – Me di vuelta
apenas para mirarlo con mucho enojo. – No analices mucho que ya está todo
arreglado con Lucifer. ¡Este pacto no se
rompe!
No le contesté.
Ya había caído es su poder. Y sin
duda no se equivocaba, el pacto lo firmó con sangre. Mala señal para él y para nuestro mundo sin
duda.
HABLANDO COMO UN CORDERO
Capítulo 3
Me retiré a
pasos rápidos, fui hasta el hangar de esta nave en la que no deseaba
regresar. Los guardias me escoltaron
hasta allí, ellos de la misma forma que Lucifer, vestían de blanco, de arriba
hasta abajo, tan cortés como aconteció en la primera apariencia que tuve de
Lucifer en mi palacio, pero en su mente, los pensamientos maquinaban otra
historia distinta a lo que creía al comienzo.
Estos guardias, debían ser iguales a él.
Uno de los lados del hangar tenían varias ventanas, lo
cual me indicaba que seguíamos en orbita de Nilo, las lunas no las podía ver,
pues estaba al otro lado.
La pequeña nave con la que vinimos estaba
preparada. Su compuerta lista, ascendí
pero ningún piloto cerca. No había
nadie, miré hacia un lado y al otro, ninguno para tripularla. ¿Qué era todo esto? Salí hasta la rampa de acceso y los guardias
ya no estaban más. Si era soledad lo que
quería no era este el lugar.
Me estaba enojando, no se si otro sentimiento surgía,
si era miedo o temor.
- ¡Visnaiel! – Una voz a mi espalda me hizo estremecer
hasta los huesos. Me di vuelta y me puse
de frente al interior de la nave. – ¡Eres un gran príncipe!
- ¡Lucifer!
¿Cómo... – ¿Por donde había aparecido este personaje? No vi ninguna otra abertura, seguro estaba
que la nave se hallaba vacía cuando ingresé.
Pero de pronto, por detrás de mí surgió él.
- El universo tiene muchos misterios… y ante ti hay
uno muy grande que no se distancia de ti.
Pocas oportunidades hay en la vida y debes entender cuando es el momento
de aprovecharla, pues no siempre aparecen.
Una vida tenemos en la existencia y no podemos ignorarla.
Si alguien golpea tú puerta ¿la abrirás o no
permitirás que ingrese? No me contestes.
– Con su mano hizo el gesto negativo para que no hablara. – Si la fortuna viene
a ti ¿por qué te encaprichas a dejarla pasar?
No hace mucho tiempo, aunque sí del tiempo de ustedes. Yo era como tú. No todo me convencía. No todo llenaba mi ansia de búsqueda, jamás
me detuve ni la interrumpí. Tú te
preguntarás… ¿búsqueda de qué? Te diré que siempre hay algo que buscar. Esas son las personas que progresan en la
vida, son aquellas que abandonan la ignorancia y alcanzan el esplendor, el
respeto y el honor. Brillo tendrás en tu
adultez. Puedes estar seguro
Tienes que esforzarte por eso, tienes la oportunidad
que ninguno. ¿Cuántos habitantes hay en
Nilo? Seguramente millones. ¿Y cuántos hay en otros sistemas
solares? Muchos más. Sin embargo, observa por la ventanilla cuando
te retires y mira la flota que estás dejando atrás. Compáralas con las tuyas y razona. ¡Piensa!
Toda esta flota está pendiente de ti. Mira cuanto poder hay en ella, sin embargo,
tú y tus decisiones pueden arruinar nuestro futuro o quizás nuestra
supervivencia. Sé que no quieres eso.
Aquí también hay cientos de miles de seres,
amontonados en estas grandes naves y sin embargo, llegamos para hablar contigo. Descendimos del cielo para llegar a ti y tú nos
rechazas. Puede que no te gusten
nuestras costumbres o mi forma de hablar, pero creo en ti como tú en mí. – Aun
no le decía nada, pero confianza ya no me garantizaba. – Con el tiempo te
acostumbrarás y podrás disfrutar de mucho.
Lo que en soledad buscas, lo tengo yo, pero eso no lo revelo a
nadie. No puedo manifestarme a todos,
pues como te dije, todos son muy ignorantes comparados con mi conocimiento y
poder. – Acababa de decir una palabra mágica para mí.
- Sé lo que buscas. – Lucifer lo aseguró con su
cabeza. - Lo sé aunque no se lo digas a nadie, pues aquí el conocimiento está
prohibido, pero para mí, nada se esconde, ante mis ojos nada se oculta. ¡Lo veo todo! – Su mirada se fijó más que
nunca, tanto que me provocó ardor. No
pude sostener mis párpados y debí pestañear varias veces para evitar semejante
mirada penetrante y fulminante. Lucifer
tenía algo muy profundo que quería conocer.
Cuando estés con tus padres, te vendrán dudas enormes,
te bloquearás por no saber que decir y mejor deja que las cosas fluyan de esa
manera. No te precipites, tú, meditas
muy bien las cosas, por eso necesito alguien como tú en mi Nuevo Orden
Universal.
Todo cambiará Visnaiel, puedes estar seguro de eso,
tan seguro como que ambos estamos solos y que el Universo se apresta a un gran
cambio.
No te precipites ante tu padre que muy feliz se
encuentra, no sea cosa que la división sea entre ustedes y tú la provoques. –
Sin duda que quería hacerme sentir culpable. - Te necesito como a ninguno. Te necesito a ti y toda tu fuerza interna que
la siento fluir por tus corrientes de energía, más allá que la sangre. Medita si quieres, piensa cuando salgas de
esta nave que si no es de tu agrado, nos podremos ver en la próxima, en Luz
Bella. Te encantará, ésta es solo de
recreación.
Ve con tu padre y toma el control de la situación, tu
primo no es digno de ti, ni siquiera para custodio. No te fíes de él. Te envidia como a ninguno y eso en la familia
es muy malo, cuídate de él. Sus últimas
palabras mostraron lo que en su corazón hay, y desde mucho tiempo lo tiene
guardado, pero ya no quiere callar.
Es un esfuerzo en los primeros pasos, luego todo llega
solo.
Tendrás brillo propio y cuando seas rey, serás mucho
más que eso, serás un supremo. Un rey
entre reyes. Vendrán a ti como lo
estamos haciendo ahora y solo eres príncipe.
No me digas nada.
Ve con los tuyos que te esperan con agasajos. Te lo mereces. – No dijo más nada y pasó por
mi lado. Sus palabras fueron
impactantes, al igual que su olor a alcohol y toda una mezcla de comidas, pero
sus palabras, su tono y su mirada eran realmente potentes, cautivantes y
paralizadoras.
Sin duda Lucifer, sabía seducir a las personas. Por un momento me había convencido. En realidad en varios y la duda se enquistó
en mí.
¿Qué hacer?
¿Qué actitud tomar en este acontecimiento? Era mi primera misión y ya discrepaba con
Udas, él ya tenía todo decidido y resuelto, sin embargo, al mismo Lucifer no le
caía en gracia, pero... ¿quién podía afirmarme que esto no era un juego y a mi
primo decirle lo mismo?
Me senté a la espera que alguien tripulara la nave,
pero ésta cerró sus puertas. Sus fuentes
de energías se encendieron y todo el tablero se iluminó. La nave comenzó a elevarse y nadie la
tripulaba, si quería llamarme la atención, otra vez lo había conseguido, de
igual modo cuando sorpresivamente surgió vaya a saber uno de donde.
Lucifer. Un
nombre fuerte, sonaba poderoso como su voz, pero si al comienzo tenía dudas
ahora mis indecisiones eran más que habitantes en mi planeta.
Las diferencia con mi primo eran enormes y mucha razón
tenía en advertirme de él. Sus últimas
palabras mostraron sus sentimientos, siempre tuvo celos de mí y desplazado se
sintió siempre en nuestro seno familiar.
En el orden, yo estaba primero, siempre se me confiaba muchas de las
tareas relativamente importantes antes que a él.
Mi primo estaba mal aunque el no lo veía así, sus
celos no podían llevarlo por buen camino y me podría arrastrar a mi también,
con sus aceleradas decisiones.
¿Qué hacer? Mi
mente preguntaba.
La pequeña nave salió del hangar. Despacio y sin sentir los movimientos bruscos,
giró de lugar y tuve ante mí la flota de Lucifer. Impresionante, no me cansaría jamás de mirar
toda esa belleza. Luz Bella era la de
mayor resplandor, pero había otras de enorme tamaño quizás como la de él. Una era azul, otra verde, amarilla, violeta,
roja y rosa.
Algo más había, en su centro, por el resplandor de
todos esos colores no podía percibir que algo más se hallaba en su médula, no podía
entender que era. Me acerqué lo más que
pude a la pequeña ventana, tanto, que mi nariz chocó con ella.
Seguramente en todas esas naves había tanta gente como
en Nilo y no quería ser el responsable de sus penurias.
Me costaba asimilar la idea que la raza Tifón
dependiera de mí. Sin duda que las
últimas palabras de Lucifer me habían condicionado y puesto contra la espada y
la pared. Muy hábil para hablar y
seducir.
Sucedió que mientras me alejaba, una nave de
transporte se sumaba a la colonia Tifón, tenía en el frente y luego vi en su
costado, un símbolo que parecía identificarlo.
Una estrella de cinco puntas. No
era de pasajero, sino una del tipo que en sus bodegas gran provisión carga,
únicamente ventanas en el frente, el resto, todo como bodega o hangar. Llegó del espacio y se sumó a la flota de
Lucifer.
Penetramos la atmósfera y era inevitable una entrada
bien luminosa.
No se sacudía la nave.
Pude ver como a ambos lados, otras pequeñas me escoltaban, eran cuatro
en total y por su forma sin duda estaban armadas. Delgadas, largas y con visibles
protuberancias que serían sus armas. Una
escolta privilegiada para que todos me vieran llegar. Hábil estrategia.
Suavemente fue descendiendo. ¿Cómo lo hizo sin tripulante, no lo sé? Pero Lucifer parecía que no agotaría
sorpresas para impresionarme.
El arribo al parque frente al palacio fue el destino
final.
Me levanté y cuando me dispuse a bajar, la puerta se
abrió. Estaba allí.
Mi padre y una multitud de gente me aguardaban con
gritos y aplausos. ¿Qué era esta
payasada, me preguntaba? Salí y no podía
dejar de sorprenderme pero nada dije. La
puerta se cerró y la nave se elevó rápidamente.
Todos miramos y las cinco naves regresaron a
Lucifer.
HONORES INNECESARIOS
Capítulo 4
Los aplausos no cesaban, una multitud como nunca la
hubo en los parques, victoreaban mí llegada como si una conquista armada hubiese
obtenido. Ni siquiera acordé el
intercambio comercial, pero allí estaban todos, felices y por cautela, el
silencio y una leve sonrisa exhibí para no traer confusión, pues el confundido
era yo.
Había más gente que de costumbre, más aun que cuando partí con el príncipe
Lucifer. Realmente no faltaba nadie y
sus rostros no los conocía, como había dicho Lucifer. Hablé de mi pueblo y sin embargo, todos que
me agasajaban, eran totalmente ajenos a mí.
Aplausos, gritos de triunfos y unos niños con
canastas, me arrojaron pétalos de rosas al pasar, a ambos lados. Esto se hacía por motivos de casamientos o
conquistas militares, pero esto, no era el caso, a no ser que ellos,
interpretaran esto, como una conquista.
Avanzamos por el jardín para ingresar una vez más al
templo y la misma escena enfermiza de adoración por algo que ni siquiera hice.
Quizás otro era el motivo. Frente a mí el arca con el oro no estaba más
donde fue dejado, sino arriba, al lado del trono. No brillaba como antes pues era el atardecer
sin embargo el oro tenía brillo propio, robándose todas las miradas. Tal cual como me lo había dicho, me estaban
esperando, pero nunca imaginé tremendo recibimiento y si mi padre consideraba
que esto era una conquista, cuanta diferencia en sentimientos teníamos
ambos. Él, locura por las riquezas y a
mí, no me perturbaban las joyas, ni el oro y tan imponente halago.
¿Qué
hacer? Cómo le diría a mi padre que
Lucifer aun no me convencía, no había en él confianza para depositar. Tan solo en los últimos minutos dijo cosas
muy acertadas, con esa aparición sorprendente que me dejó perplejo, de la nada
surgió, sin duda que era un ser distinto y si esta capacidad la empleaba para
su nuevo régimen, tarde o temprano lo iba a conseguir. A Udas ya lo había conquistado, a mi padre
también y al consejo ni que hablar.
Todos estaban con él, el único que se oponía parecía ser yo, nada más
que yo. Mis dudas crecieron demasiado.
- Ven hijo, sube. – Ascendimos por las siete escaleras
y llegamos al trono. Mi padre se sentó,
yo a su lado. Mi asiento era más pequeño
que el de él. Era príncipe aunque el
recibimiento fue más que eso.
- ¿Por qué tanto alboroto? – No pude evitarlo y se lo
pregunté.
- Has hecho un trabajo maravilloso. La colonia de los Tifones, la colonia más
importante que está surcando el universo ha venido a nosotros de todos los
mundos cercanos que hay y fíjate, nos eligieron a nosotros. – El entusiasmo que
veía en él jamás lo había mostrado.
- Se trata nada más que un intercambio comercial. –
Aseguré.
- ¿Nada más que eso?
- Como dice Udas.
¡Tan solo un negocio!
- Deja a Udas de lado, sin ti esto no hubiese sido posible.
- Pero... él trató los asuntos de intercambio... –
Intenté decirle que mi primo fue quién pactó, pero en su mente lo tenía
borrado.
- Si, si, si... Pero Lucifer te aprecia a ti.
- ¿A mí?
- ¡A mi hijo! – Que raro, no podía con su ego.
- Padre, tengo que decirte algo.
- Después. – En ese momento entraron las bailarinas y
todo un espectáculo circense de muy buena calidad y atracción para los ojos
pero, no me importaba, todo me resultaba
una verdadera perdida de tiempo y mucho menos que me homenajearan, en cualquier
momento debía dar un discurso a esta masa de idólatras que destetaba cada día
más y muchos lo sabían. Solo con la
senadora Hio, mantenía buenas relaciones.
No pude hablar, no me dejó y quizás debía ser así.
En una de las hojas del libro prohibido decía, que los
acontecimientos ocurren por una causa, el acontecimiento es el efecto que algo
lo motivo y no debe impedirse que continúe.
Lo que suceda debe suceder, la energía debe fluir
naturalmente como el agua de montaña, buscando el camino apropiado, así lo
hacen todos los años en primavera.
Mi intuición estaba acertada o me equivocaba con
respecto a Lucifer. Él era muy parecido
a los míos, interesado en los bienes materiales pero con algunos condimentos
que lo diferenciaba.
Todos me parecían patéticos.
Miré el cofre y eso era todo el motivo de tan fastuosa
fiesta, pero había algo más. Me levanté
para observar mejor, habían cinco en total, uno detrás del otro, por eso no los
había visto antes.
- ¿Cinco arcas? – Le pregunté a mi padre.
- Sí.
- ¿Y cuando lo trajeron?
- Antes que tú llegaras.
- No los vi partir. – Me miró con rareza.
- Que raro, Lucifer las trajo personalmente con sus
hombres.
- ¿Lucifer?
- Si, Lucifer, que tiene. ¿Quién puede tener la responsabilidad de
tanto oro para trasladar?
- Estuvo conmigo todo el tiempo, no salió de la nave.
- Hijo. ¿Tomaste mucho vino?
- ¡No!
- Se te siente el olor.
- ¡Pero yo no tomé!
- No voy a oler tu boca, pero tienes olor a alcohol.
- Ellos tomaron.
- ¡Si claro y tú no bebiste ni comiste!
- Efectivamente, no lo hice.
- No se lo que ocurrió allá, pero en algún momento no
lo habrás tenido frente a ti y trajo el oro.
- Solo cuando caminé por el pasillo.
- ¡Ahí está!
¡Vez! ¡No estás loco! – No podía
creer lo que escuchaba y de la boca de mi padre.
- No entiendo.
- Que importa si no entiendes. Pagó por las primeras toneladas de minerales. Gracias a ti. – Que raro me sentía,
personalmente no hubiese hecho trato con los Tifones y sin embargo me están
dando todo el crédito de este intercambio que parecía más lucrativo que años de
esfuerzos.
Lucifer iba a cambiarnos la vida por completo, de eso
ya no tenía dudas.
- Ya deben de estar por llegar.
- ¿Lucifer?
- No. Te dije
que ha venido.
- ¿Quién entonces?
- No lo conozco pero es otro enviado de los Tifones.
- ¿Otro más? – Mi sorpresa fue enorme.
- Vaya a saber uno como se rigen
administrativamente. El que viene
pretende comercializar.
- Ya lo hicimos con Lucifer.
- Si pero quieren más o estos son independientes a
Lucifer. No lo sé, eso lo tienes que
averiguar tú. – ¡Increíble! ¡Tuve
suficiente con Lucifer y ahora un segundo me iba a decir que yo era el Salvador
del universo! Me estaban cansando de
estas situaciones llena de intrigas, confusiones y apenas comenzaba.
- Padre. Creo
que será conveniente que lo trates tú al tema. – Me levanté y me tomó del
brazo. Su tirón tuvo tanta fuerza que me
regresó al trono. Se había enojado y yo
no estaba muy lejos.
- ¡Siéntate y acostúmbrate a resolver tú lo que
iniciantes! – No se equivocaba en el concepto, pero esto era comercio y poco me
interesaba.
- Todo me resulta extraño. – En voz baja y a
regañadientes debíamos hablar. Todos
estaban presentes, viendo a las bailarinas, el oro y a nosotros en
reconocimiento por lo conseguido.
- ¿Extraño? Lo
que has conseguido te ha dado fama, mucha fama y por largo tiempo.
- No es para tanto.
- ¿A no? Mira…
ahí llega. – No era más numerosa esta delegación. Tan solo uno.
Su vestimenta cambiaba, todo azul, la capa y los pantalones
también. Por el contrario, este tenía
todo su ropaje con el color azul y algunos derivados de él, pero nada de oro ni
joyas exageradas.
- ¡En nombre del príncipe Miraiel, les traigo saludos!
– Alzó su mano derecha mostrando su palma.
En la izquierda llevaba una vara de madera con formato muy peculiar. En su parte superior algo había, la
protuberancia se veía claramente, como un cristal del mismo color que la
vestimenta, azul.
- ¡Bienvenido! – Mi padre lo saludó de la misma
manera, alzando su mano derecha pero no se levantó del asiento. Yo, no dije nada.
- El nombre de Visnaiel es ya muy conocido en toda la
flota Tifón y muy respetada su presencia.
- Díganos ¿en
qué podemos serle útil? – Preguntó mi padre
- En mucho.
- ¿Cómo cual?
- Requerimos de ciertos elementos que suponemos que
ustedes pueden tener.
- Además del pedido de Lucifer.
- Desconozco lo que él ha encargado. Me presento en nombre del príncipe Miraiel y
no de Lucifer.
- ¿A dicho Miraiel?
- Bien ha oído. – Los murmullos surgieron al
instante. Eso significaba para ellos más
ingreso de oro. Mi padre no se lo
perdería.
- Solo cuento está mi hijo Visnaiel para que puedan
dialogar con usted, Udas no está presente, aun permanece en una de sus naves.
- En la nuestra no está.
- Ha ascendido con Lucifer.
- Usted lo ha dicho, está con Lucifer, no con
nosotros. – Esto era intrigante. Como me
lo había dicho, la división era una forma de aumentar el poder pero este hombre
bastante avanzado en edad, no parecía ser muy adepto a Lucifer. Mi padre no sabía como reaccionar, era mi
oportunidad de aclarar las cosas.
Si Lucifer era lo que no me gustaba, este hombre debía
ser lo que sí pudiera ser de mi agrado.
Como decían los libros prohibidos.
Cuando hay un negativo, hay en forma correlativa un positivo. Como la noche tiene el día, esta no podía ser
la excepción.
- Con gusto me entrevistaré con usted. – Me levanté y
esta vez no me lo prohibió. Esa ya era
una buena señal, aunque no lo vi muy entusiasmado, quizás porque no trajo oro
para endulzarlo.
- Por favor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario