viernes, 14 de junio de 2013

Tito, el buen ladrón.
"La otra historia de quienes vivieron en tiempos de Jesús y fueron, actores fundamentales del gran Maestro del Amor"



Este judío que padeció y se arrepintió al lado de Jesús, tuvo su historia y lo que muchos no saben, fue él y Gistas, el otro ladrón, que conocieron a Jesús de niño, a María y José, cuando en un camino, Tito evito que le robaron.  Convenciendo a Gistas, que los dejara continuar a cambio de un cinturón que él mismo le dio.  Los ladrones habían tenido la oportunidad de conocer a Jesús de niño y tuvieron una de las primeras profecías.  El niño Jesús, les advirtió a ambos, que serian crucificados y cuando eso sucediera, él estaría con ellos en la cruz.  Sorprendidos los dos ladrones, María y José por estas palabras, continuaron su peregrinar sin mayores problemas, gracias a Tito, que se apiado de ellos.
 
 
 
Ese soy yo
(Capitulo I)
 
         Una y otra vez me preguntaba lo mismo.  Como si la tortura que mí cuerpo soportaba no hubiese sido suficiente, ahora, la tortura en mi mente, no me daba tregua.
         No eran los látigos de aquel romano, los que arrancaban alaridos en mi boca.  No eran los golpes del despiadado soldado, los que hicieron apretar mis dientes, por el intenso dolor del tan robusto hombre que sobre mí, descargaba toda su ira.
         El dolor me había hecho perder el conocimiento más de una vez, pero las certeras patadas en mis piernas, me hacían recobrar el conocimiento, para que continuar padeciendo la flagelación desmedida y despiadada.
         Expertos torturados los romanos, conquistadores y asesinos como ninguno, habían llegado un día a estas tierras lejanas, áridas, montañosas y con una lengua tan distinta a la de ellos que con el frío acero se hicieron entender rápidamente.
         Padecimos bajo el poder soberano de ésta gran nación belicosa e hipócrita.  Pero no son los responsables de mi dolor… porque mi dolor era del alma, del espíritu.  Mi dolor era un grito silencioso.
         No eran tiempos para hacerse el héroe.  No era el momento para revueltas populares como algunos líderes políticos y religiosos creían apropiado.  Era el momento de callar, de escuchar, de aprender y de corregir errores.
         Estábamos cubiertos por ese manto rojo de legiones extranjeras, regando nuestra sangre por cada ciudad que intentaba levantarse del yugo invasor.
         Estábamos cubiertos por un manto negro, oscuro y cegador de nuestros malos pensamientos y emociones violentas, que de la misma manera se expandía por todas las regiones de nuestra amada tierra, antigua, conflictiva, de profetas y demonios.  Así de contrariada era nuestra nación.  Como si ella misma fuera la materialización del interior dual y paradójico de esta raza humana.  Lo bueno y lo malo, se manifestaba en todas sus formas y nosotros, los que debíamos aprender.
 
         Insultos, escupitajos, burlas y palabras obscenas lanzaban a mi paso mientras cargaba con mí responsabilidad sobre los hombros.  Una carga pesada y merecida.
         Tampoco el odio de las personas, que muchos me conocían, eran quienes quebraban mis emociones más íntimas.  Solo era yo mismo quien me torturaba.  Solo yo era quien se había equivocado y no encontraba consuelo.
         Mis piernas me temblaban.  Mis ojos estaban secos de tanto llorar.  Mi rostro duro como una roca, habiendo quedado grabado, mi padecimiento, mi fustigación, horror y espanto.
         Si era consuelo, aquellos de la revuelta fueron aun, más castigados que mi compañero y yo.  Aquel hombre, que nada malo había hecho, soportó el odio extremo y la experiencia consumada de los torturadores.  Aquel hombre digno y honorable cargó en su cuerpo, con la culpa de todos nosotros y ciertamente no merecía ni una bofetada, ni siquiera el más inocente de todos los insultos existente que un pequeño niño podía decir.
 
         Por un momento, creía que la salvación estaba cerca.  Estábamos por salir por la puerta de la torre de Antonia, que da al oeste.  Debajo del techo abovedado y en penumbra.  Llegamos hasta el límite que nos conducía al exterior, cuando una muchedumbre visiblemente enfurecida nos cortó el paso y con claras intenciones de agredir a estos romanos fuertemente armados.  Uno de ellos me miró, lo reconocí al instante, era un zelota amigo de Barrabás y muy bueno para encolerizar a las masas con su ronca voz y físico igual o más voluptuoso, que los infantes legionarios.
         Parecía la oportunidad que estaba esperando, pero mi estado físico no me permitía ni siquiera seguir hablando, ni un ruego más de piedad para los romanos, que nada les importaba mi destino final.
         Apiñados los revoltosos en los márgenes de la torre de Antonia, parecía que la liberación estaba cerca,  el momento de recobrar mi libertad era cuestión de piedras, golpes y espadas, sin embargo, no era eso lo que quería, no era la violencia lo que ya me motivaba.  Solo quería paz, solo quería vivir una vez más los últimos días que tan importantes habían sido para mí y para mi espíritu, las palabras alentadoras y reconciliadoras de ese hombre que detrás de mí, caminaba injustamente a una muerte segura.
         Los tres, estábamos atados con una larga soga,  una soga que nos unía los tobillos.  Si uno escapaba, los otros debían hacer lo mismo.  Si uno caía, el resto caía igual.  No había manera de separarnos.
         Bajé mi vista, no me animé a mirar a ese revolucionario zelota que era tan agresivo como los mismos romanos, lo único que los diferenciaba, era la vestimenta y el idioma, pero en espíritu, semejante en agresividad.
         Un tal Longino como pude escuchar, se interpuso delante de mí y enfrentó a los revoltosos con una seguridad y una potente voz, logró menguar lo que creía era el intento de rescatarnos.  Nada de eso sucedió y mi frustración se sumó a mis dolores.
         Salimos y una escasa muchedumbre nos siguió.  También lo hizo el viento que comenzaba a soplar y a molestar a  nuestros ojos.  El polvo se levantaba con fuerza y se pegaba a mis heridas recientemente abiertas.
         Traté de cubrir mi rostro girando al lado opuesto pero la fuerza de los vientos era más que molesta, dando un dramatismo adicional a la penosa marcha de mi muerte.
 
         Caminamos a nuestro destino final, marchábamos a la colina dolorosa.  Aquella que ninguno osaba subir, ni de cerca querían pasar y yo, el estúpido privilegio de perecer en ella.
         Mi mente no dejaba de preguntarme.  Mi mente no me daba tregua y no hallaba respuesta a todos mis errores.  Mucho antes de ser atrapado, no conciliaba el suelo, como si supiera que los días los tenía contados.  ¿Por qué me equivoqué?  ¿Por qué no corregí mi vida si en hora buena un profeta predicó el arrepentimiento de corazón y espíritu?  ¿Por qué?  ¿Por qué?
         Porque estábamos todos emocionados con el sueño de la libertad.  Porque la ilusión de una nación libre e independiente corría por las calles y alimentaba el espíritu combativo de todos nosotros.  Una euforia silenciosa y oculta se expandía por todos los subsuelos, cuevas y montañas donde los zelotas afirmaban que la libertad estaba cerca.  Que el orgullo de nuestra nación estaba a punto de escribir una página más en nuestra sagrada historia.  Esto, nos hacía inflamar el pecho, nos ponía de pie, nos hacía sentir orgulloso de quienes éramos.  El grito de libertad no se escuchaba, se sentía en nuestro íntimo ser.
         Pero todo esto, no era más que una ilusión, una falsedad semejante a la romana.  Nada de todo lo que decían era para tener en cuenta.  Simplemente el poder iba a pasar de mano y nosotros, seguiríamos pagando impuesto, seguiríamos siendo pobres y yo… un maldito ladrón.
        
         Con esfuerzo me desplazaba.  Tenía la ropa impregnada en un olor repugnante, ya que mis cadenas y captores, eran ajenos a mis necesidades fisiológicas.  Incluso a mí, me fastidiaba.  Todos mis fluidos mojaron mis vestiduras, mis manos inmovilizadas, no me permitieron hacer lo que necesitaba luego de haber sido torturado y arrojado, a una de las tantas prisiones oscuras que tenía el templo.
         Nadie se apiadaba y mucho menos de mi compañero mayor que yo en edad.  Su boca no cesaba de maldecir cada vez que podía.  No puedo culpar a mi compañero de andanzas.  De joven elegí seguirlo, de mayor intenté apartarme, pero este espíritu rebelde y libre que alimentaba mi ser, no me lo permitió.
Más de una vez intenté re hacer mi vida, como la de cualquier otro individuo, pero no quería perder mi mentirosa libertad.  Me engañaba solo.  Nadie me obligó.  Por eso, no lo culpo por tomar el camino corto, la decisión fue mía y de nadie más.  Y esta ansia de combatir me inundó por completo, quise ser un héroe como muchos otros jóvenes defendiendo un ideal, un movimiento que quería expresarse con la espada y no con la tolerancia.
         No fui el único joven que levantó la bandera de la rebeldía, me sumé a lo que me restó.  Nada gané.  Solo pagué y ahora el arrepentimiento me llegó tarde.
 
         Cada vez más cerca, luego de un breve descanso por el lado norte de la ciudad, la colina ya estaba a la vista y mucha gente seguía nuestros pasos como si fuera un show y nosotros los protagonistas con un final infeliz.
         Mi compañero de pronto cayó por su debilidad  y al estar atado a él, me fui de boca sin poder evitar estrellar mi rostro en el árido camino, lleno de piedras y con el polvo que seguía agitándose por el viento caprichoso, mostraba mi peor suciedad.  Con un golpe certero en sus piernas, se vio obligado a incorporarse, no sin antes insultar al soldado que lo había golpeado y eso le mereció, otro golpe adicional con la dura lanza en la espalda.
         Me incorporé.  Contrario a mi desafortunado escolta, callé mi boca, baje mi vista, respiré tan profundo como pude y evité odiar a mis verdugos.  No ganaba nada, solo más y más castigo adicional e innecesario. 
         Pálido, sin fuerzas y aterrado, seguí con mí peregrinar obligado.
         No emití así, comentario alguno, inmerso en mi culpa, continuaba cuesta arriba, ya que la pendiente ahora sí, nos conducía a la dolorosa colina, que como peñasco redondeado despuntaba de la geografía reinante.
         Cada vez más agotado, mis pasos eran más lentos y penosos.  Escuchaba el llanto de muchas mujeres que nos seguían.  A muchas las conocíamos, en verdad, todos nos conocíamos, o por lo menos de vista eran reconocibles.  En los pueblos ninguno era extranjero cada uno sabía quien era quién, por eso mi certeza que estas mujeres no se lamentaban por mí.  Nadie derramó si quiera una bendita lágrima.  No lo merecía y eso me produzco más dolor emocional que los golpes de los extranjeros.  Comprendí que nada había hecho en mi vida.  Ni una semilla había sembrado en esta tierra elegida por Dios.
         Acompañado por quienes debían asegurar mi muerte, mi soledad era la única compañera en mi vida y esta era mi más cruenta frustración.  Esta soledad era la que intenté vencer en estos últimos, dramáticos e históricos días.  Pero nada había conseguido.  Nada había abrazado.  Nada había amado.  Lo intenté, pero no supe como hacerlo.  Divorciarme de la soledad era lo que más ansiaba hacer, mucho más que apoyar la causa de los zelotas y de Barrabás, pero no supe como hacerlo.  No supe comprender como amar a una mujer.  No entendí lo que era el amor porque nadie me lo había enseñado.  Solo un hombre, solo un humilde entre los humildes logró abrir mi corazón con palabras simples y poderosas.  Este hombre que atado a mí y a mi compañero de aventuras caminábamos a la muerte innegable.
         Como dije, no eran los golpes lo que más dolor me provocaban, sino, el dolor del alma por no entender, el dolor por no saber, el dolor por no cambiar, el dolor por no saber cómo amar.  No supe cómo hacerlo.
 
         Un pequeño sendero natural, rodeaba la colina espantosa. No había sido escarpada por la mano del hombre sino  por la naturaleza misma y fue por allí donde subimos.
         Llegamos a la cima.  Llegamos al lugar donde la vida culmina y desde donde todo se ve y todos nos ven.  El sitio era ideal para el ejemplo a quienes transgredían la ley romana.
         El viento no cesaba y el mediodía se estaba poniendo gris.  Igual que mi alma.
Algo decían los infantes.  No comprendía su idioma pero si, sus gestos y sus burlas que eran constantes en ellos, como si fuéramos seres inferiores a ellos.
         Me tumbaron al suelo.  Nada de amabilidad, todo era con crueldad y yo era, una persona, una que vivió equivocada pero el trato, semejante como a los animales despreciables.  Así eran ellos con nosotros, ni piedad antes de morir nos dispensaban.
         Boca arriba contemplé el hermoso día gris, el último de mi vida terrenal y los llantos de las mujeres que nos escoltaron se mezclaron en mi corazón con los gritos histérico de mi compañero que no cesaba de insultar cuando no tuvo mejor idea, que salivar a uno de los romanos y amenazarlo con el pesado madero.  Un certero golpe de lanza fue directo a su frente.  Tan violento, que cayó desplomado con total inconsciencia, como vivió siempre.
         Voltee mi cabeza para ver lo que sucedía y lo que observé, paralizó mi corazón.  Uno de los soldados, quién llevaba una bolsa, la extendió en el suelo polvoriento y quedaron al descubierto clavos metálicos muy largos, muy pero muy largo.  Respiré lo más hondo posible, pude escuchar y sentir a mi corazón latir más fuerte y frecuente.  Esos clavos eran para nosotros, algunos de esos clavos eran para mí.  Ya sabíamos todos para que servían y solo verlos, nos llenaba de terror.
         Volví a mirar al cielo, no había sol pero mi mente lograba tranquilizase un poco.  Buscaba a Dios entre las nubes, buscaba un consuelo que apaciguara mi alma, mi dolor y mi flagelación.  Pero no vi a nadie.  Nadie emergió en las alturas, ni los ángeles de la Torá.  Nada.  Nada. Nada  había y otras lágrimas, de las que ya pensaba que no tenía más, brotaron de mis ojos pero no llegaron al suelo, porque el polvo en mi rostro las absorbió.
         De pronto un ruido fuerte escuché, miré por curiosidad y el romano se preparaba con un gran martillo a asestar el segundo golpe.  Estaba clavando la muñeca de mi compañero al madero, pero su estado de inconciencia lo ayudó para no sufrir tan salvaje castigo.  Apresurándose, se dispuso a terminar su labor con la otra extremidad y golpe tras golpe, su cuerpo quedó fijo en la madera y uno de los dedos de cada mano se contrajo por la acción muscular.
         Con un trabajo en conjunto, los infantes pese a los gritos de las mujeres y de un público morboso, izaron a mi amigo y la madera.  Poseía el travesaño un orificio en el medio y se incrustó en el palo viejo, gastado y vertical destinado para nosotros.
         Yo, estaba rendido.  Estupefacto.  Perplejo por lo que me iba a sucederme en un instante.  Resignado a mi fin, miré a aquel hombre inocente, aquel, cuyas palabras fueron dulces a mis oídos.  Miré a ese hombre de barba y cabello largo que por sus heridas no era reconocible por nadie, pero sabíamos todos quién era.
         Lo miré.  Me miró.  Tan entregado me encontraba que tomé su ejemplo y no la de mi violento amigo.  Parecíamos corderos cediéndonos al sacrificio.  Ese hombre que predicó la paz y el amor, estaba tan agotado y dolorido como yo.  Uno de sus ojos casi cerrado por las heridas que había recibido, inflamado y lleno de sangre, no obstante, sabía que él me miraba y cierta paz, me transmitió.
         Escuché que se acercaban.  Ataron mis brazos fuertemente al madero y los clavos ya estaban en la mano del romano, el martillo también.
         Apreté mis dientes, cerré mis ojos, contuve la respiración  una vez más y mis músculos se tensaron al extremo y lo inevitable sucedió.  Mi grito fue cerrado, el dolor intenso y faltaban aun más golpes.  Uno tras otro, como pedazo de cuero que se clava a la madera me trataron.  Como una cosa era clavado, yo para ellos, no era una persona, era nada.
           Temblé por el dolor, mi cuerpo reaccionó a los clavos y a los impactos.  Quise pedir piedad pero solo más gritos salieron de mi boca y el llanto de las mujeres acompañaron mí padecimiento.  No tenían los verdugos cuidado con mi trato, nada lo hacían con delicadeza, como el carnicero despellejando su presa, así me sentía, un animal del campo que a nadie le importaba, solo a esas mujeres que sí, se apiadaban de mi y no me venían a ver.
         Me alzaron.  Clavado en el madero como cuero, me depositaron en el palo largo, alto y sin piedad, cuando hicieron coincidir el orificio, dejaron caerme hasta encastrar toscamente mi madera que ya era parte de mí.
         Mis ojos se cerraron por un tiempo.  El dolor me había hecho perder la conciencia un breve tiempo, pero los gritos iracundos de mi compañero me trajeron a la realidad nuevamente.
Ahora, estábamos los tres crucificados.
 
En medio, estaba este buen hombre, su pecado fue… amar.
A su lado estaba yo, que mi pecado fue robar.
 
Mi cabeza me pesaba, por eso mi vista miraba el suelo y las burlas de los romanos era una constante.  Pero más era el peso de mis culpas y mis pecados.  ¿Que finalidad era ser bueno?  Si aquel que enseñó la bondad entre los hombres padecía igual que yo, en esta cruz y bajo tantos tormentos.
¿Da igual ser un pecador o un predicador?
No!!!
Yo cargaba con mis culpas en mi alma.
Él cargaba todas nuestras culpas… pero su alma ganaba la paz.
 
Eran mis últimos suspiros.  Eran mis últimos pensamientos.  Eran mis últimas palabras.  Estaba a punto de morir.
No supe como hacer mi vida.  No supe como amar, como arar, ni sembrar.  Un corazón estéril que nadie pudo cultivar, por eso no conocí el amor, sin embargo, aquí estaba padeciendo el fin de mi equivocada vida.  Una vida de ladrón queriendo pedir perdón.
Si hubo un momento en mi existencia más apropiada, era esta.
         Mi compañero no tenía paz.  Odio solo expresaba su boca.
         Increpó a este buen hombre que escuché en el monte de los Olivos.  Insultó a este gigante que curó y sanó a ciegos, leprosos, endemoniados y le arrebató a la Muerte a Lázaro que hacía tres días había abandonado la existencia terrenal. Desafió a este gigante que de niño, cuando su familia huyó a Egipto, lo cruzamos en el camino y evité que fuera robado y fue entonces que él, a tan temprana edad, profetizó mi muerte con la suya en la cruz de los romanos.  Hoy, ese refugiado hizo que se cumpla su palabra.
         ¿Cómo no iba a creer en él?  ¡En este gigante entre pecadores!
¿Cómo no iba a ser uno de sus seguidores?  ¡Si abrió mi corazón en mis últimos días, sembrando la semilla del amor!
         ¿Cómo no iba a creer en este pastor de ovejas, en este pescador de hombres y en este sembrador de corazones estériles?
         ¿Cómo no iba a creer en este profeta que se llama Jesús?
        
         Luego que Gistas terminara de blasfemar contra el Maestro.  Levanté mi rostro con gran esfuerzo.  Tomé aire suficiente pese a mi enorme dificultad, pues quería hablar.  Quería reprender a Gistas por sus palabras inapropiadas contra alguien que nada había hecho, solo predicar.  Mis ojos bañados en sangre y coagulada por la tierra en mi sucio rostro, miré al maestro, junté fuerzas y sin miedo a Gistas y a los romanos, tomé coraje de donde nunca lo había hallado y reprobé las palabras de mi agresivo compañero que me condujo por el sendero equivocado y que yo, no supe cambiar.
 
         - ¿No temes tú mismo a Dios…? – Le dije a Gistas con gran esfuerzo. - ¿No ves que nuestros sufrimientos… son por nuestros  actos? – Volví a  respirar para que mis palabras no solo llegaran a  oídos de Gistas, sino también a oídos de todos. - ¡Pero… este hombre sufre injustamente…! ¿No sería preferible que buscáramos el perdón de nuestros pecados…? – No quise detenerme y continué pese a mi dificultad. - ¿…y la salvación de nuestras almas…?
        
         Totalmente dolorido, hice un alto a mis palabras, quería decir esto y mucho cosas más, pero mi alma parecía querer abandonar mi cuerpo  No había más energía en mí.  Temblando como en el más frío de los inviernos, con el sudor gélido corriendo por mi frente y mis axilas, observé a Jesús, ese buen hombre como José a quien también conocí, el carpintero bondadoso y tolerante, estaba en un titánico esfuerzo por levantar su cabeza.  Y fue así que alzó su vista y me miró.
 
         ¡Señor! – Le supliqué. - ¡Acuérdate de mi… cuando entres en tu reino!
        
         Jesús escuchó mis palabras.  Entendí que era mi alma la que estaba hablando y no yo, un vulgar pecador.  A tiempo, me estaba arrepintiendo de mis pecados, de mis andanzas, de mis fechorías.  Estaba confesándome delante de un Grande entre los grandes.  Al lado de un Rey entre los reyes, que no supieron comprender y a cambio, con tortura y muerte le estaban pagando.  Pero así, estaba escrito que debía suceder.
         ¿Era justo pedir la remoción de mis pecados, cuando tanta buena gente había sobre la tierra?
         ¿Debía hacerlo?
         ¡Si!
         Porque estaba arrepentido y porque creía en él como en nadie.
         Porque predicó con el ejemplo que pocos se animaron a seguir y así sea en el último suspiro de mi vida, estaba ya decidido a cambiar para siempre.  No iba a ser el cuerpo el que mutara sino mi alma la que estaba condenada y este Maestro, nos había mostrado el sendero del amor.
         Sí.  Estaba arrepentido y era el momento de decirlo.  Sostuve mi cabeza y mi vista con orgullo porque noté que Jesús me iba a hablar.  Así lo hizo.
 
         - ¡De verdad… hoy te digo… que algún día estarás junto a mi… en el paraíso!
        
         La emoción que tuve fue tan grande y maravillosa, que de alegría volví  llorar.  Aquel hombre en quién creía, había dicho que estaría con él, en el paraíso algún día, y no me importaba cual era ese día, tan solo, que estaría con él.  Tan maravillado estaba, que mis dolores desaparecieron al instante.  Mis esfuerzos por resistir los tormentos habían logrado un final feliz, de aquellos que nunca tuve en verdad.  El rabí, me prometió que estaría a su lado, no solo compartiendo la flagelación y la crucifixión, sino ahora, en la gloría del Paraíso.
         El día se estaba consumando, pero densas nubes cubrían el cielo y el sol no asomaba sus rayos, como si la tierra estuviese muriendo junto al maestro Jesús.
         Había alcanzado por fin la paz.  No escuchaba las palabras de los romanos, de los sacerdotes que nos observaban ni de los curiosos, solo murmullos que no significaban nada para mí, solo las palabras de Jesús sonando en mi corazón.
         Una semilla había sido plantada en un corazón dolido, que no supo amar y que sí, sabe pedir perdón por mi equivocación.
          El día desapareció.  Las tinieblas cubrieron la tierra de Dios.  El miedo cundió.  Los dientes rechinaron.  Los hipócritas y los mentirosos se miraron.  Los romanos se paralizaron.  El viento azotó con más fuerza que el enfado de mi propio hermano y la tierra se enfureció.  Israel se sacudió desde las entrañas mismas y la profecía se cumplió.
          El Hijo de Dios murió y una lanzó lo atravesó.
          El templo de Salomón se estremeció y se rajó.  Sus piedras cayeron y el caos gobernó en una tierra sin Dios.
 
         Mis piernas rotas.  Ya sin fuerza, sin aire, mis ojos se cerraron, mis músculos se relajaron, mi cuerpo se desplomó y mi corazón se dispuso a descansar.
 
         Esta es la historia que nadie contó.
         Esta es la vida de un consumado pecador.
         Esta es la historia de alguien que se arrepintió.
         Ese soy yo:  “Tito, el buen ladrón”

lunes, 22 de abril de 2013

El Libro de la Vida de Adan y Eva.
"Un apócrifo que revela los sucesos al marcharse del Eden"



Este apócrifo, cuenta el arrepentimiendo de ambos por haber comido del fruto prohibido, su penitencia y su intento de ser perdonados por Dios, pero, la serpiente, el demonio, una vez más engaña a Eva.  Vagando hacia el Oriente, por territorios aridos, sin comida ni bebida, intentan conseguir el perdon de Dios, llendo cada uno y por separado, a un rio, al Jordan y al Tigris, cargo sobre si, una pesada roca durante 40 dias, pero el diablo, apareciendose como una luz bella del cielo, engaña a Eva.

I
Cuando Adán Y Eva fueron expulsados del paraíso, se metieron en una cueva, y pasaron
siete días de luto, lamentando en gran dolor.

II
Pero después de siete días, comenzaron a tener hambre y empezaron a buscar alimento para comer, y se dieron cuenta lo difícil que era poder encontrarlo. Entonces Eva dice a Adán: «Mi señor, tengo hambre, Vaya, a ver si hay algo para que podamos comer y si por ventura el Señor Dios tiene lástima de nosotros y nos repone en aquel lugar en que estábamos antes. "

III
Y Adán salió y caminó más de siete días por la tierra, y no encontró alimento alguno como la que solía tener en el paraíso. Y Eva dice a Adán: tu languidez me va a matar, y puedes
matarme, así Dios, el Señor te regresará al paraíso, que por mi culpa has sido expulsado de allí. Y Adán contestó: Contén Eva, tus palabras, no vaya a ser que Dios traiga alguna otra maldición sobre nosotros. ¿Cómo es posible que pueda levantar mi mano en contra de mi propia carne? No!, vamos a salir y a buscar algo que podamos comer y sobrevivir.

IV
Y ellos caminaron durante nueve días, buscando alimento, mas no encontraron nada que comer como solían tener en el paraíso, sólo encontraron animales para alimentarse. Y Adán dijo a Eva: El Señor tiene muchos animales y frutos para comer y utilizó a los ángeles para darnos. Pero es justo y correcto que nos lamentemos ante los ojos de Dios que nos hizo.
Vamos a arrepentirnos y hagamos penitencia, tal vez así el Señor sea amable con nosotros, nos tenga lástima y nos de un poco de algo para nuestra vida. "

V
Y Eva dice a Adán: "¿Qué es la penitencia? Dime, ¿qué tipo de penitencia puedo hacer yo?
No nos pongamos una gran carga sobre nosotros mismos que no podamos soportar, por lo que el Señor no escucha nuestras oraciones y se aleja de nosotros, porque no hemos podido cumplir lo que prometimos. Al ver Eva el rostro Adán le pregunta, Mi señor, ¿He traído problemas y angustia sobre ti, con mis palabras? "

VI
Y Adán dijo a Eva: "Tú cargas, pero no tanto como yo, sólo tanto como tú fuerza te lo permite.
Sin embargo voy a pasar cuarenta días en ayuno, pero ve tú hasta el río Tigris, levanta una
piedra y párate en el río, Y que ningún discurso proceda de tu boca, ya que son indignas para hacer frente al Señor, pues nuestros labios son impuros porque comimos el fruto del árbol prohibido. Quédate ahí por treinta y siete días, yo voy a pasar cuarenta días en el agua del Rio Jordán, así tal vez el Señor Dios tendrá piedad de nosotros.

VII
Y Eva caminó al río Tigris tal como le dijo Adán. Del mismo modo, Adán caminó hasta el río
Jordán y se puso en una piedra hasta que el agua llegó a su cuello.

VIII
Y Adán dijo: Te digo a ti, oh aguas del Jordán, que entres en duelo conmigo, y reune a todas las criaturas, que están en ti, y deja que me rodeen y lloren en mi compañía. Mas no debes dejar que ellos mismos se lamenten, por mí, porque ellos no han pecado, pero yo si.
Inmediatamente, todos los seres vivos vinieron y lo rodearon, y, a partir de esa hora, el agua del Jordán está todavía con los seres que ahí se quedaron. "

IX
Dieciocho días pasaron, entonces, Satanás fue y se transformó a sí mismo con el brillo de los ángeles, y fue al río Tigris, donde estaba Eva, y la encontró llorando, entonces el diablo fingió que se condolía con ella, llorando también y le dijo: 'Sal del río y no te lamentes mas. Calma ahora tu dolor y tus gemidos. ¿Por qué están ansiosos tu y tu marido Adán? El Señor Dios escuchó su gemido y ha aceptado su penitencia, y todos los ángeles han suplicado en su nombre ante el Señor, y El me ha enviado a ti para decirte que salgas del agua y para darte alimento tal como había en el paraíso, por el cual estabas pidiendo a gritos. Ahora sal del agua y yo te llevaré hasta el lugar donde está su alimento listo. "

X
Eva escuchó y creyendo salió del agua del río, y temblaba como la hierba. Y cuando ella había salido, se cayó sobre la tierra y el diablo la levantó y se la llevó a Adán. Pero cuando Adán miró a Eva y al diablo junto a ella, lloró y llorando en voz alta dijo: ¡Oh! Eva, Eva, ¿dónde está el trabajo de tu penitencia? ¿Cómo has sido una vez más engañada por nuestro adversario, por cuyo medio hemos sido separados de nuestra residencia en el paraíso y el gozo espiritual?

XI
Y cuando oyó esto, Eva entendió que había sido el diablo quien la había persuadido a salir del río, y ella cayó sobre su rostro en la tierra con grande tristeza y tanto gimió que se torcía hasta el suelo. Y ella gritó y dijo: "Miserable, tú diablo. ¿Por qué nos atacas? ¿Qué quieres hacer con nosotros? ¿Qué te hemos hecho a ti? nos persigues tanto, y ¿Por qué nos atacas con tanta malicia? ¿Hemos quitado tu gloria y te dejamos sin honor? ¿Por qué tú eres nuestro enemigo, nos tienes envidia y deseas nuestra muerte?

XII
Y con un fuerte suspiro, el diablo habló: ¡Adán! toda mi hostilidad, envidia y dolor es por tu
culpa, ya que es por ti que he sido expulsado de mi gloria, la gloria que yo poseía en los cielos en medio de los ángeles y por ti se me echó fuera para vivir en la tierra. Adán respondió:
¿Qué es lo que me dices?, ¿Por qué me culpas de que estoy contra ti? Veo que no has recibido ningún daño o perjuicio de nosotros, ¿por qué tú nos persigues?

XIII
El diablo respondió: "Adán,¡Tu no sabes lo que me dices! Fue por tu bien que fuí sido lanzado a ese lugar. Cuando tú fuiste formado, me arrojaron fuera de la presencia de Dios y quedé desterrado de la compañía de los ángeles. Dios te hizo, te puso el aliento de vida y tu cara a semejanza e imagen de El, entonces Miguel también dió culto a los ojos de Dios, y Dios el Señor habló: Aquí está Adán. Yo lo he hecho a nuestra imagen y semejanza.

XIV
Y Miguel salió y pidió a todos los ángeles diciendo: Hagamos culto a la imagen de Dios como el Señor Dios mandó." Y el propio Miguel adoró en primer lugar; entonces él me llamó y me dijo:
Haz culto de la imagen de Dios, el Señor '. Y le respondí: 'No tengo ninguna necesidad de darle culto a Adán'. Y ya que Miguel me instaba a practicar el culto, le dije, '¿Por qué tú me
 estorbas a mí? No voy a dar un culto a alguien inferior y más joven que yo. Soy más grande y de mayor nivel en la creación, antes de que lo hicieran yo ya existía. Es su deber el adorarme a mí.

XIV
Cuando los ángeles, que estaban bajo mi mando, oyeron esto, también se negaron a adorarle.
Y dijo Miguel, "Culto de la imagen de Dios”, pero si tú te niegas a adorarle, el Señor Dios se
llenará de ira contigo. Y le dije, si se llena de ira conmigo, entonces voy a establecer mi asiento por encima de las estrellas del cielo y será el más alto'.

XVI
Y el Señor Dios se enojó conmigo y me desterró, a mí y a mi ángeles, de la gloria que teníamos, y por tu culpa fuimos expulsados de nuestro lugar y nos arrojaron sobre la tierra. Y de inmediato que fué superado en parte el dolor, por la perdida de tan grande gloria, se nos agraba cuando te vimos con tanta alegría y lujo. Y con engaño me acerqué a tu esposa la que causó el problema de que seas expulsado a través de ella y pierdas tu alegría y tu lujo, como yo he sido expulsado de mi gloria.

XVII
Cuando Adán escuchó todo esto del diablo, gritó y lloró y dijo: «Oh Señor mi Dios, mi vida está en tus manos. Destierra a este adversario y apártalo llevándolo lejos de mí, porque busca destruir mi alma, y me reclama su gloria que él mismo tiene perdido “ Y en ese momento, el diablo desapareció. Pero Adán siguió en su penitencia, de pie, durante cuarenta días en el agua del Jordán.

XVIII
Y Eva dijo a Adán: "Vives tú, mi Señor, que larga vida se te conceda, ya que no has cometidi el primer ni el segundo error. Pero erré y soy desterrada por no haber cumplido con el mandamiento de Dios, y ahora me detierro de la luz de tu vida y me voy a ir hacia el ocaso, y no voy a ser, hasta que me muera. " Y ella comenzó a caminar hacia el oeste llorando amargamente en voz alta. Y ella hizo allí un lugar, estando ella de tres meses de su primer hijo.

XIX
Y cuando el momento del parto se acercó, empezó a ser afligida con gran dolor, y lloró en voz alta al Señor y dijo: «Piedad de mí, Señor, ayúdame”. Pero no fue escuchada y Dios, el Señor, no tuvo de ella misericordia. Entonces ella se dijo a sí misma: «¿Quién le dirá a mi señor Adán? Les imploro a ustedes, luminarias de los cielos, a la hora que regresen a la zona oriental, que lleven un mensaje a mi señor Adán. "

XX
Por esa misma hora, Adán dijo: No sé nada de Eva. Quizás, una vez más la serpiente está
luchando con ella. Y se fue a buscarla y la encontró en su gran angustia. Y Eva le dijo:
'Desde el momento en que te vi, mi señor, mi dolor se alivió y mi alma se tranquilizó. Y ahora acércate al Señor Dios en mi nombre, tal vez te escucha a ti y viene a mí y me libra de mis terribles dolores. " Y Adán se acercó al Señor por Eva.

XXI
Y he aquí, vinieron doce ángeles y dos virtudes, y se pusieron de pie a la derecha y a la izquierda de Eva, y Miguel estaba de pie sobre el lado derecho, y animando y ayudando dijo a Eva: "Bendita eres tú, Eva, y Adán en sí, sus intercesiones y oraciones son grandes, y el Señor me ha enviado para que reciban nuestra ayuda, te levanta ahora, y te prepara para soportar. Y dió a luz un hijo y él fue brillante, y al mismo tiempo el chico se levantó y corrió, tomó una brizna de hierba en sus manos, y se la dio a su madre, y fue llamado Caín.

XXII
Adán y Eva llevaron al muchacho hacia el Este. Y el Señor Dios envió las semillas a través de Miguel Arcángel y se las dió a Adán y le mostró la manera de sembrarlas y de preparar el terreno, y le enseñó como podría separar la tierra en sectores de frutas y de otras plantas que podrían disfrutar sus generaciones. Por entonces a Eva le nacía un hijo, cuyo nombre era Abel, así Caín y Abel crecían juntos. Entonces Eva dice a Adán: «Mi señor, mientras yo dormía, vi en visión, la sangre de nuestro hijo Abel en la mano de Caín, que salía por su boca. Por lo que ahora tengo tanto dolor”. Y Adán dijo, '¡Ay si Caín mata a Abel!. Sin embargo, vamos a separarlos uno de otro, y vamos a hacer para cada uno de ellos las viviendas por separado'.

XXIII
Y Caín fué hecho un agricultor y Abel un pastor, con el fin sabio de que puedan ser separados.
Pero igualmente Caín mató a Abel, teniendo Adán la edad de ciento veinte y dos años. Adán conoció nuevamente a su esposa Eva y concibió y dió a luz otro hijo al que pusieron por nombre Set, teniedo Adán ciento treita años.

XXIV
Y dijo Adán a Eva, "He aquí, he engendrado un hijo, en lugar de Abel, a quien Caín mató '. Y después que Adán engendró a Set, vivió ochocientos años y engendró treinta hijos y treinta hijas; en total tuvo sesenta y tres hijos. Y ellos se incrementaron más sobre de la faz de la tierra en sus diferentes naciones.

XXV
Y Adán dijo a Set, 'Escucha, mi hijo Set, voy a contarte lo que he oído y visto después de que tu madre y yo fuimos expulsados del paraíso. Cuando estábamos en oración, vino a mí el arcángel Miguel, un mensajero de Dios, y vi un carro como el viento y sus ruedas eran de fuego y quedé como atrapado en el paraíso de la justicia, y ví al Señor y su cara era como de llamas de fuego que no puede ser soportado. Y muchos miles de ángeles estaban a la derecha y la izquierda de ese carro.

XXVI
Cuando yo vi esto, estaba confundido, y el terror me incautaba y me humillé a mí mismo ante Dios con mi cara en tierra. Y Dios me dijo: "He aquí que tú estás muerto, ya que has
transgredido el mandamiento de Dios, para disculparte, más bien, escucha la voz de tu esposa, a quien diste tu poder, tú que actuaste segun tu voluntad. Sin embargo, tus disculpas voy a escuchar y pasar por mis palabras. "

XXVII
Y cuando escuché estas palabras de Dios, caí a tierra y adoré al Señor y le dije: 'Mi Señor,
Todopoderoso y misericordioso Dios, Santo y Justo, Uno eres; no me separes de tu nombre
pues soy consciente de tu majestad , sino convierte mi alma, porque yo muero y mi respiración sale de mi boca. No me eches fuera de tu presencia, no eches a quien Tú diste forma de la arcilla de la tierra. No destierres de tu favor lo que tú mismo nutriste. De repente una palabra me llegó y el Señor me dijo: "Desde los días que fuiste formado, has sido creado con amor y guiado al conocimiento, por lo tanto, no será desechada toda tu posteridad para siempre, habrá siempre quien me sirva.”

XXVIII
Y cuando terminé de escuchar estas palabras, me tiré a tierra y adoré al Señor y Dios y le dije:
“Tu eres el supremo y eterno Dios, todas las criaturas te den el honor y la alabanza”. “Tú eres la verdadera luz, la brillante luz que está por encima de todo, Creador de la vida, Tu eres de infinito y poderoso Poder”. “A ti, todos los poderes espirituales te dan honor y alabanza. Tú hiciste a la raza de los hombres y la llenaste de la abundancia de tu misericordia." Después que estuve adorando al Señor, Miguel, el arcángel de Dios, se apoderó de mi mano y me sacó fuera de la visión del paraíso de Dios, y tomó una vara en su mano, y tocó las aguas, que estaban alrededor del paraíso, y las congeló.

XXIX
Y el arcángel Miguel me llevó de vuelta al lugar de donde me había tomado. Escucha, mi hijo Set, el resto de las cosas que serán, me fueron reveladas, después que comí del árbol del conocimiento, y lo que va a pasar a esta edad, lo conozco; todo lo que Dios pretende hacer a su creación de la raza de los hombres. El Señor se mostrará en una llama de fuego y a través de la boca del orador dará sus mandamientos, y los estatutos procederán de su boca como un arma de doble filo, la cual santificará la casa de la habitación de Su Majestad. Y Él les mostrará el maravilloso lugar de Su Majestad. Y luego van a construir una casa al Señor su Dios, en la tierra que Él preparará para ellos, pero transgredirán sus estatutos, y su santuario será quemado y sus tierras serán abandonadas y ellos mismos serán dispersados por la tierra, porque han encendido la ira de Dios. Y una vez más él los hará regresar de su dispersión, y de nuevo construirán la casa de Dios, y en el último tiempo la casa de Dios será exaltada en forma superior a cualquier edad. Y una vez más la iniquidad será superior a la justicia. Luego Dios morará con los hombres en la tierra y lo verán, y la justicia comenzará a brillar. Y la casa de Dios será honrada por las edades y por sus enemigos, y no serán capaces de herir a los hombres, creyentes en Dios y Dios avivará a su pueblo fiel, a quien guardará para la eternidad, y la impíos serán castigados con pena de Dios su rey, a todos los hombres que se negaron a amar su ley. El cielo, la tierra, las noches y los días, y todas las criaturas le obedecen, y no sobrepasan Su mandamiento, mas los hombres no cambiarán sus obras, sino que abandonarán la ley del Señor, Por eso el Señor mismo desechará a los impíos, y el brillo de su justicia brillará como el sol, a la vista de Dios, en ese momento, los hombres deberán purificarse de sus pecados con el agua de vida. Pero los que no están dispuestos a ser purificados por el agua serán condenados. Y será feliz el hombre, que salvó su alma, cuando los juicios vengan y la grandeza de Dios será observada por los hombres quien juzgará sus hechos con justa justicia.

XXX
Adán tenía novecientos treinta años, y sentía que sus días estaban llegando a su fin, y dijo:
«Que todos mis hijos se reúnan aquí conmigo, para que les bendiga antes de morir, y deseo hablar con ellos”. Y ellos se reunieron en tres partes, ante su vista, en la casa de oración, donde solían adorar al Señor Dios. Y le preguntaron diciendo: Lo que se refiere a ti, Padre, que en tus hombros nos montaste, ¿por qué te encuentras tendido en tu cama? 'Entonces respondió Adán y dijo: Mis hijos, estoy enfermo y tengo dolor . Y todos sus hijos le dijeron:
«¿Qué significa esto padre, la enfermedad y el dolor?", pues hasta ahora no la habían conocido.

XXXI
Entonces dijo su hijo Set: Oh! mi señor, tal vez has anhelado comer de la fruta del paraíso, que tenías costumbre comer, y, por eso, te has entristecido. Dímelo a mí y voy a ir a las puertas del paraíso y pondré en el polvo mi cabeza y me tenderé sobre la tierra ante las puertas del paraíso y rogaré a Dios con los lamentos en voz alta; así quizás él me escuchará y enviará a su ángel para que me de la fruta que has anhelado. Adán respondió y dijo: 'No, mi hijo, no es por eso que estoy débil, solo siento una gran debilidad y dolor en mi cuerpo " Set respondió:
"¿Qué es el dolor, mi señor padre? Soy ignorante, no nos ocultes estas cosas, dinos sobre él."
Y Adán respondió y dijo: 'Oigan, mis hijos. Cuando Dios nos hizo, a mí y tu madre, y nos colocó en el paraíso, nos dio a comer del fruto de todos los árboles, pero nos prohibió el fruto que crece del árbol del conocimiento del bien y del mal, que está en medio del paraíso;
diciendo 'que no comamos de él." Y Dios me dio una parte del paraíso, la parte oriental y la
del norte y otra parte a tu madre, la occidental y la del sur.

XXXIII
Además, el Señor Dios nos dio dos ángeles de guardia. La hora llegó cuando los ángeles habían ascendido a adorar a Dios; y sin perder el tiempo, nuestro adversario [el diablo] encontró una oportunidad, mientras que los ángeles estaban ausentes, el diablo llevó a su madre a comer del fruto prohibido del árbol. Y ella lo hizo y luego me lo dio a comer.

XXXIV
Y de inmediato, el Señor Dios se enojó con nosotros, y me dijo: Has dejado atrás mi mandamiento y no has guardado mi palabra, confirmo mis palabras ante ti, que voy a traer sobre tu cuerpo, setenta golpes; dolores que te tendrán atormentado, que comienza en tu cabeza y tus ojos y tus oídos y van hasta las uñas de tus pies, y en cada parte por separado.
Esto Dios lo tiene designado para castigo. Todas estas cosas las envió el Señor a mí y a toda nuestra raza. "

XXXV
Así habló Adán a sus hijos, y le sobrevinieron violentos dolores, y él exclamó a gran voz, '¿Qué debo hacer? Estoy en peligro. Son crueles los dolores que me aquejan. " Y cuando Eva lo vio llorando, ella también comenzó a llorar, y dijo: 'Oh Señor mi Dios, entrégame su dolor, ya que yo también he pecado'. Y Eva le dice a Adán: 'Mi Señor, dame una parte de tus dolores, porque la culpa también es mía.

XXXVI
Y Adam dijo a Eva: «levántate y ve con mi hijo Set a donde está el paraíso, y pónganse polvo en su cabeza y tírense sobre la tierra y eleven su lamento ante los ojos de Dios, Así tal vez Él tengan piedad de ustedes y envíe Su ángel al árbol de la misericordia donde florece el aceite de la vida, y les dé una gota para que yo sea ungido con ella, y pueda tener descanso de estos dolores, que me consumen. Entonces Set y su madre fueron hacia las puertas del paraíso, y mientras caminaban, de repente vino una bestia y atacó a Set, mordiéndole, Y tan pronto como Eva la vio, ella lloró y dijo: '¡Ay, qué mujer tan desdichada soy! Estoy maldita ya que no he cumplido con el mandamiento de Dios'. Y Eva dijo a la bestia en voz alta: «Maldita bestia!
¿Cómo es que tú no temes levantarte en contra de la imagen de Dios? Y te has atrevido a pelear con él? "

XXXVIII
Entonces la bestia respondiendo en el idioma de los hombres, dijo: «¿Acaso no es contra ti,
Eva, que nuestra malicia se dirige? ¿No eres acaso el objeto de nuestra ira? Díme, Eva, ¿Cómo se abrió tu boca para comer de la fruta? Pero ahora si voy a comenzar a reprocharte y tu no has podido soportarlo."

XXXIX
Entonces Set dijo a la bestia: «el Señor Dios te reprenda, te mantenga en silencio, que te
enmudezca y cierre tu boca, maldito enemigo de la verdad, eres confusión y destructor.
Apártate de la imagen de Dios hasta el día en que el Señor Dios te someta a la prueba'. Y la bestia dijo a Set: me voy de la presencia de la imagen de Dios, como has dicho. Inmediatamente salió de la presencia de Set, dejándolo herido.

XL
Set y su madre siguieron el camino hacia las regiones del paraíso para conseguir el aceite de la misericordia que sirve para ungir a los enfermos y llevársela a Adán, y llegaron a las puertas del paraíso, entonces tomaron el polvo de la tierra y lo pusieron sobre sus cabezas, así mismo con sus rostros en tierra, comenzaron a lamentarse, implorando al Señor Dios, que tenga lástima de Adán por sus dolores y envíe a su ángel para darles el aceite del "árbol de su misericordia».

XLI
Después de haber implorado y rogado por muchas horas, he aquí, el ángel Miguel se les aparece y les dice: Me ha enviado el Señor a ustedes y - me ha establecido sobre los cuerpos de los hombres - Te digo a ti, Set , Tú, hombre de Dios, no llores, ni reces, ni tomes en cuenta el aceite del árbol de la misericordia para ungir a tu padre Adán para los dolores de su cuerpo.

XLII
"Porque su poder no ha de marchitarse en tus manos, salvo en los últimos días." Pues pasados y cumplidos cinco mil quinientos años, vendrá sobre la tierra el más amado, el rey
Cristo, el Hijo de Dios, para revivir el cuerpo de Adán y con él para revivir los cuerpos de los
muertos. Cuando Él mismo, el Hijo de Dios, venga, va a ser bautizado en el río Jordán, y cuando él tenga que salir del agua del Jordán, entonces Él ungirá con el aceite de la misericordia a todos los que crean en Él. Y el aceite de la misericordia tendrá una duración de una generación a otra, para todos aquellos que estén listos el nacer de nuevo, del agua y el Espíritu Santo, a la vida eterna. Entonces el más amado Hijo de Dios, Cristo, descenderá a la tierra y se llevará a tu padre Adán al Paraíso, para el árbol de la misericordia.

XLIII
Pero tú, Set, ve a tu padre Adán, pues el tiempo de su vida se ha cumplido. En seis días, su
alma saldrá fuera de su cuerpo y cuando haya salido, verás grandes maravillas en el cielo y en la tierra y en las luminarias de los cielos. Con estas palabras, Miguel desapareció y partió lejos de Set. Eva y Set volvieron, teniendo con ellos la fragancia de las hierbas, es decir, nardo, azafrán, cálamo y canela.

XLIV
Y cuando Set y su madre llegaron a donde Adán, le contaron lo que aconteció con la serpiente como esta atacó a Set. Y Adán dijo a Eva: ¿Qué has hecho? Una gran plaga has traído sobre nosotros, la trasgresión y el pecado de todas nuestras generaciones, y esto que has hecho, dile a tus hijos después de mi muerte, para aquellos puedan salir adelante y sepan defenderse, además sepan el trabajo y la maldición que les ha venido por causa de nosotros". Cuando Eva escuchó estas palabras, ella comenzó a llorar y gemir.

XLV
Y así como el arcángel Miguel había predicho, pasados seis días vino la muerte de Adán.
Cuando Adán presiente que la hora de su muerte estaba al alcance de la mano, le dijo a todos sus hijos: «He aquí, ya tengo novecientos treinta años, y cuando me muera, me deben enterrar a las afueras de la vivienda " Y aconteció que cuando él había terminado todo su discurso, entregó su espíritu.

XLVI
Luego el sol se oscureció, igualmente la luna y las estrellas, durante siete días, y Set en su
duelo, abrazó el cuerpo de su padre, y Eva estaba en el suelo con las manos dobladas sobre su cabeza, y todos sus hijo lloraron amargamente. Y he aquí, allí apareció el ángel Miguel y se puso a la cabeza de Adán y dijo a Set: "Levántate, deja el cuerpo de tu padre y ven aquí y mira lo que es la perdición y como afecta al Señor Dios. Su criatura es él, y su pequeño'. Y todos los ángeles volaron con sus trompetas, y exclamó:

XLVII
"Bendito eres tú, oh Señor, que has tenido piedad de tu criatura."

XLVIII
Entonces Set vio la mano de Dios que se extendía hacia la celebración de Adán y él lo entregó a Miguel, diciendo: 'Debe estar a tu cargo hasta el día del Juicio, hasta los últimos años cuando voy a convertir su dolor en alegría. Entonces él se sentará en el trono que tiene preparado'. Y el Señor dijo una vez más a los ángeles Miguel y Uriel: «Lleven ropa de lino para ponérsela a Adán y otra más para su hijo Abel y vayan a enterrarlos. Y todos los poderes de los ángeles marcharon ante Adán, y el sueño de los muertos fue consagrado. Y los ángeles Uriel y Michael enterraron a Adán y a Abel en las partes del Paraíso, ante los ojos de Set y su madre y de nadie más, y Uriel y Michael dijeron: 'Así como han visto hoy, de la misma manera, entierren a sus muertos'.

XLIX
Seis días después que murió Adán, Eva tuvo la percepción de que ella moriría también, así que reunió a todos sus hijos e hijas, Set con treinta hermanos y treinta hermanas, y Eva les dice a todos, «Escuchen, mis hijos lo que tengo que decirles, les contaré lo que el arcángel Miguel nos dijo cuando su padre transgredió el mandato de Dios. Por la transgresión de los hombres, nuestro Señor traerá la ira de su sentencia, en primer lugar por el agua y la segunda vez por el fuego; de estas dos formas, el Señor juzgará a toda la raza humana

L
Pero escúchenme mis hijos. Hagan entonces unas tablas de piedra y otras de arcilla, y escriban sobre ellas, toda mi vida y la de su padre, todo lo que han oído y visto de nosotros. Si por el agua el Señor juzga nuestra raza, las tablas de arcilla serán disueltas y las tablas de piedra seguirá siendo, pero si por el fuego, las tablas de piedra se dividirán y las tablas de arcilla serán horneadas." Cuando Eva había dicho todo esto a sus hijos, ella extiendió sus manos al cielo en oración, y las rodillas dobladas en tierra, y mientras ella adoraba al Señor y le dio las gracias, expiró. De allí en adelante, todos sus hijos enterraban con gran lamento.

LI
Después de un duelo de cuatro días, Miguel Arcángel apareció y dijo a Set: «Hombre de Dios, no debes llorar a tu muerto más de seis días, pues el séptimo día es el signo de la resurrección y el resto de la edad que ha de venir; el séptimo día el Señor descansó de todas sus obras'.
Luego entonces, Set hizo las tablas de arcilla y piedra escribiendo la vidas de sus padres, Adán y Eva.

martes, 19 de marzo de 2013

El último Papa.
"¿Será Francisco 1 el último Pontifice, como dicen las distintas profecias?  El último y la destrucción del Vaticano"


Las tribulaciones del último Papa, su persecución, muerte y ocupación del Vaticano, según las visiones de gentes de iglesia que han visto los mismos acontecimientos.

El obispo de Irlanda, Malaquías, anunció la gran tribulación que padecería la iglesia católica y la desventura del último Papa, el numero 112, que le siguió a Benedicto XVI quien fue el número 111.
 
 
Así hablaba San Malaquías:

“Durante la última persecución a la Iglesia Romana, ocupará la silla Pedro el Romano, que apacentará a sus ovejas en medio de muchas tribulaciones, tras lo cual la ciudad de las siete colinas (el Vaticano está construido sobre siete colinas) será destruida y el Juez tremendo juzgará al pueblo”


Papa 110.  Labore Solis.  Juan Pablo II

Papa 111.  La Gloria del Olivo.  Benedicto XVI

Papa 112.  Pedro el Romano.  Francisco I. (Bergoglio)
                                           

San Malaquías considera que éste Papa, verá como su iglesia será devastada y sus fieles perseguido por un cierto tiempo.   Todas las profecías sobre los Papas son coincidentes, por eso, el silencio del vaticano en este tema.


Visiones en Garabandal

Las apariciones de la Virgen en Garabandal, habla sobre tres Papas, y que con el último, la muerte y la tribulación serán un hecho verdadero.  Pero… aclaró que a uno de los Papas no lo contaba, ya que duró poco tiempo y ese fue, Juan Pablo I, que tan solo no pudo ejercer su poder Papal.  Por lo tanto:

Juan Pablo I.     No lo cuenta.

Juan Pablo II.    El primero.

Benedicto XVI.  El segundo.

Francisco I.       El tercero.


Así como el mundo soportará una gran catástrofe, también sucederá un aviso y un milagro, que será visto en todas partes del mundo.


La Vidente de Garabandal la niña Conchita dice:

La Virgen Santísima me ha anunciado un gran milagro que Dios Nuestro Señor hará por intercesión de Ella.

El texto del diario de Conchita dice:

Como el castigo, es muy, muy grande, como lo merecemos, el milagro también es inmensamente grande, como el mundo lo necesita. A mí me ha dicho la Virgen la fecha del milagro y en qué va a consistir y ocho días antes tengo que decirlo a la gente para que venga.  El Papa lo verá desde donde esté y el Padre Pío.  Los enfermos que asistan a él sanarán, los pecadores se convertirán, y no quedará duda a quien vea este gran milagro que Dios Nuestro Señor por intercesión de la Virgen hará. Y ahora todos esperando ese gran día del milagro a ver si el mundo cambia y el castigo no viene.

"El Milagro viene para convertir el mundo entero".


Visiones de la Madre Elena Aielo. 

La vidente madre Elena Aielo reveló un suceso terrorífico para la iglesia católica, el 27 de marzo de 1959, en un viernes santo:

“Rogad incansablemente…Roma será castigada… Rusia se impondrá sobre todas las naciones, de manera especial sobre Italia y elevará la bandera roja sobre la cúpula de san Pedro; la basílica será rodeada de leones muy feroces”


Visión de Nicolas de Fluh:

“La iglesia será castigada porque la mayoría de sus miembros, altos y bajos, se pervertirán.  La iglesia se hundirá más y más profundamente hasta que parezca extinguirse, y la sucesión de Pedro y los otros apóstoles parezca también haber expirado”
 

Visiones de JUAN de VITIGUERRO (SIGLO XIII)


“El Papa cambiará su residencia y la Iglesia no será sostenida por veinticinco meses más ya que, durante todo este tiempo no habrá Papa en Roma…Luego de muchas tribulaciones, un Papa será electo entre aquellos que hayan sobrevivido las prosecuciones”

 

Visiones de Bartolomeo Holzhauser (siglo XVII)

 
“Aquellos son los tiempos de la maldad, un siglo lleno de peligros y calamidades.  La Herejía está en todas partes y los seguidores de la Herejías tendrán poder en casi todos los lugares…Pero Dios permitirá una gran maldad en contra de su Iglesia.  Los Herejes y tiranos caerán súbitamente e inesperadamente sobre la Iglesia destruyéndola.  Ellos entrarán en Italia y la dejarán devastada; ellos incendiarán las iglesias y lo destruirán todo”

 

Visiones de la Beata Ana Catalina Emmerich


“Ya toda la parte anterior de la iglesia estaba destruida: no quedaba en pié más que el santuario con el Santísimo Sacramente”

“He visto la Iglesia de San Pedro: estaba demolida con excepción del coro y el altar mayor”

“Vi también como al final, María extendió su manto por encima de la Iglesia y como los enemigos de Dios fueron ahuyentados”


He visto en algunas ciudades maestros de cuyas escuelas podrán salir esos precursores (del anticristo).  Veo la iglesia de San Pedro en peligro.  He visto a la Iglesia enteramente abandonada y sola.  Parece que todos huyeran de ella. Todo es contienda en torno a ella; por doquier veo grandes miserias, odio, traición y encono, inquietud, falta de auxilio y ceguera absoluta... ¡Oh ciudad! ...(Roma) ¡Oh ciudad!... ¡Qué gran calamidad te amenaza!... La tempestad está próxima; prepárate pues.  Confío, sin embargo, en que has de permanecer firme”

En otro pasaje, Ana Catalina Emmerich, ve una imagen que duda y esa duda puede presagiar lo peor para el Papa:

“He visto al Evangelista Juan y supe que eran las revelaciones que tuvo en la isla de Patmos... El Papa no estaba en la Iglesia.  Estaba escondido. Creo que aquellas gentes en la Iglesia no sabían dónde estaba él.  No sé si él estaba en oración, o si hubiese muerto”

Pero toda esta calamidad, hay un hombre que aporta más información y da detalle de que no solo es un conflicto con una nación extranjera que destruye el Vaticano, sino, una lucha interna en la misma Roma.  El es, Nostradamus.
 
 

Nostradamus
 
 
En la tercera centuria cuarteto 17, veremos que el monte Aventino, donde esta construido el Vaticano, es incendiado y hay un nativo de Italia que es descubierto como conspirador contra la iglesia y es llamado el “sobrino”  precisamente de un monarca.

El monte Aventino se verá incendiado en la noche,

El cielo se oscurece de repente en Flandes,

Cuando el monarca eche a su sobrino

Con la gente de iglesia comenzara el escándalo.

 

El monte Aventino donde esta  el Vaticano arde en la noche y un conflicto interno en una nación europea provoca que el monarca expulse al “sobrino” por conspiración.  A partir de allí, en la iglesia misma, estalla la lucha por el poder.  Pero en otra cuarteta el “sobrino” vuelve a aparecer y es él con los suyos que cometen el peor de los crímenes.  Matan al Papa.

 

Por los desterrados del lugar, libres y salvajes

Vendrán a vagar sobrino del gran Pontifice

Apalear en siete con pesado tronco cortado.

Por ellos que después ocuparán el trono.

 

El Papa está huyendo como lo ven el resto de las visiones anteriormente mencionadas, libres y salvajes, da el indicio de un lugar de abundante naturaleza, pero es atrapado el Sumo Pontifice y asesinado con un pesado tronco arrancado y usado para darle siete golpes en la cabeza.  Luego, los asesinos, ocuparan el trono y lógicamente, se alzaran con el botín del Vaticano.  La ciudad donde acontece esto, es en el sur de Roma, en la ciudad de Latina. Pero la población italiana, soportará un envenenamiento total, ellas son las “plagas”

 

…Galos errantes por Latina, frío, hambre, vagabundo.

No lejos del Tíber de sangre la tierra teñida

Y sobre los humanos serán diversas plagas.

 

Hay cerca del corazón de la ciudad de Latina, una plaza, que son los jardines públicos, allí, hay abundante arboles.  El resto, todo edificaciones.
 
 
Jeane Dickson
 
Y para concluir con este tema de la persecución y muerte del Papa, tenemos la visión de  Jeane Dickson.  Mientras estaba arrodillada en una catedral orando, se le aparece la Virgen vestida de azul purpúreo y rodeada por los rayos de oro y blanco formando un halo luminoso alrededor de toda su persona.  En una especie de nube sobre la imagen lee “Fátima” y siente la vidente que el secreto estaría por ser revelado.


“Vi el trono del Papa, pero estaba vacío.  Hacia un lado me fue mostrado un Papa con la sangre corriendo de su rostro sobre su hombro izquierdo.  Verdes hojas de conocimiento caían desde arriba, expandiéndose al caer.  Vi manos que querían alcanzar el trono, pero nadie sentado en él, por lo que comprendí que en este siglo un Papa será dañado corporalmente.  Cuando esto ocurra la cabeza de la iglesia de allí en  adelante tendrá una insignia diferente a la del Papa.
 
La sangre que ve, es el resultado como Nostradamus nos advierte de los siete golpes dado al gran Pontífice y mas que obvio, serán en la cabeza.  Y las verdes hojas, son las hojas de los arboles de la posible plaza de los jardines de la ciudad de Latina, al sur de Roma.  Muerto el Papa Jean Dickon, ve que otros toman el poder y que la insignia que representa al Papa, ya no es el mismo.  Es la insignia de los conspiradores.