Fragmento
griego de Akhmin. Pasión y resurrecion de Jesús.
Este evangelio, cuenta la pasión de Jesús y los hechos luego de su resurrección. Uno de los capitulos, con detalle, cuenta Pedro, la oscuridad que se sernió sobre Judea al mediodía, cuando aún Jesús vivía en la agonía de la cruz. Al fallecer, un terremoto sacude toda la región y el templo se partió.
I 1.Mas
ninguno de los judíos se lavó las manos, ni Herodes, ni ninguno de los jueces
de Jesús. 2. Y, como no querían lavárselas, Pilatos se levantó del
tribunal. 3. Y entonces el rey Herodes ordenó a los judíos que
aprehendieran al Señor, diciéndoles: Haced todo lo que os he mandado que hagáis.
Herodes
entrega a Jesús al pueblo
II 1.Empero
José, el amigo de Pilatos y del Señor, permaneció allí. Y, sabiendo que se le
iba a crucificar, fue a Pilatos, y le pidió el cuerpo del Señor, para
sepultarlo. 2. Y Pilatos envió a pedir a Herodes el cuerpo del Señor.
3. Mas Herodes dijo: Hermano Pilatos, aun cuando nadie lo pidiese,
nosotros lo sepultaríamos, sin esperar a que despuntase el día del sábado,
porque escrito está en la ley que no se ocultará el sol sobre un hombre puesto
en suplicio mortal. 4. Y lo entregó al pueblo, la víspera de los Ázimos, su
fiesta.
Pasión
de Jesús
III 1. Y ellos,
habiendo agarrado al Señor, lo empujaban a toda prisa, y decían: Arrastremos al
Hijo de Dios, ahora que somos dueños de él. 2. Y lo revistieron con un
manto de púrpura, y lo hicieron sentarse en el Tribunal, diciendo: Juzga
equitativamente, rey de Israel. 3. Y uno de ellos, habiendo traído una corona de espinas,
la colocó sobre la cabeza del Señor. 4.
Y otros, puestos delante de él, le
escupían en el rostro, y otros le pegaban en las mejillas, y otros lo golpeaban
con una caña, y algunos lo azotaban con un látigo, diciendo: Tributemos estos
honores al Hijo de Dios.
Crucifixión
de Jesús
IV 1.Y tomaron
dos malhechores, y crucificaron al Señor entre ellos. Mas él se callaba, como
aquel que no siente sufrimiento alguno. 2.
Y, cuando hubieron levantado la cruz,
inscribieron en ella: Éste es el rey de Israel. 3. Y, habiendo
depositado ante él sus vestidos, echaron suertes sobre ellos, y se los
repartieron. 4. Empero uno de los malhechores les dirigió reproches,
diciendo: Nosotros, por el mal que hemos hecho, sufrimos así. Mas éste, que se
ha convertido en el Salvador de los hombres, ¿qué mal os ha hecho? 5. Y, habiéndose
irritado contra él, ordenaron que se le rompiesen las piernas, a fin de que
muriese entre tormentos espantosos.
Últimos momentos de Jesús
V 1.Y era
mediodía, y las tinieblas se apoderaron de toda la Judea, y ellos estaban
turbados, y se preguntaban con inquietud si el sol se habría ocultado ya,
considerando que él vivía aún, y que está escrito para ellos que el sol no debe
ocultarse sobre un hombre puesto en suplicio mortal. 2. Y uno de
ellos dijo: Dadle a beber hiel con vinagre. Y, habiendo hecho la mezcla, se la
dieron a beber. 3. Y consumaron todas las cosas, y acumularon sobre sus
cabezas sus pecados. 4. Muchos circulaban con lámparas encendidas, pensando
que era ya de noche, y se ponían a la mesa. 5. Y el Señor clamó,
diciendo: Mi potencia, mi potencia, me has abandonado. Y pronunciadas estas
palabras perdió la vida. 6. Y, en aquella misma hora, el velo del templo de
Jerusalén se rompió en dos.
Sepultura
de Jesús
VI 1.Entonces
los judíos arrancaron los clavos de las manos del Señor y lo pusieron en
tierra. Y la tierra entera tembló y un gran temor se esparció entre el pueblo. 2. Mas el
sol volvió a brillar, y se encontró que era la hora de nona. 3. Los
judíos se regocijaron de ello, y dieron a José el cuerpo del Señor, para que lo
sepultase. Porque José había sido testigo de todo el bien que el Señor había
hecho. 4. Habiendo, pues, tomado al Señor, lo lavó, y lo
envolvió en un lienzo, y lo transportó a su propia tumba, llamada el huerto de
José. 5. Y los judíos y los ancianos y los sacerdotes
comprendieron el mal que se habían hecho a sí mismos, y comenzaron a lamentarse
y a exclamar: ¡Malhayan nuestros pecados! El juicio y el fin de Jerusalén se
aproximan.
Duelo
de los discípulos
VII 1.Cuanto a
mí, me afligía con mis compañeros y, con el espíritu herido, nos ocultábamos,
porque sabíamos que los judíos nos buscaban, como malhechores y como acusados
de querer incendiar el templo. 2. A causa de todo esto, ayunábamos, y permanecimos en
triste duelo, y llorando, noche y día, hasta el sábado.
Pánico
de los judíos
VIII 1.Pero los
ancianos y los escribas y los fariseos se habían reunido en concilio, y, al
saber que todo el pueblo murmuraba, y se golpeaba el pecho, diciendo: Si a su
muerte se han producido tamaños signos, ello demuestra que era justo, cobraron
gran pavor. 2. Y fueron a Pilatos, rogándole, y diciendo: 3. Procúranos
soldados, a fin de que guardemos su tumba durante tres días. Así evitaremos que
sus discípulos vayan a robar su cuerpo y que el pueblo, creyendo que ha
resucitado de entre los muertos, nos cause algún mal.
El sepulcro de Jesús guardado y sellado
IX 1. Pilatos, pues, les dio al centurión Petronio con
soldados, para guardar el sepulcro. Y a éste fueron con ellos los ancianos y
los escribas y los fariseos. 2. Y habiendo arrastrado hasta aquel lugar una enorme
piedra, en un esfuerzo común y con ayuda del centurión y de los soldados, todos
los que estaban allí la colocaron a la puerta del sepulcro, de modo que
obstruyese su entrada. 3. Y fijaron, para asegurarla, siete sellos y, plantando
una tienda, montaron la guardia. 4. Y por la mañana, cuando el sábado comenzaba a
despuntar, llegó una gran multitud de gentes de Jerusalén y de sus cercanías,
para ver el sepulcro sellado.
Prodigios que en el sepulcro ocurrieron
X 1.Empero, en
la noche tras la cual se abría el domingo, mientras los soldados en facción
montaban dos a dos la guardia, una gran voz se hizo oír en las alturas. 2. Y vieron
los cielos abiertos, y que dos hombres resplandecientes de luz se aproximaban
al sepulcro. 3. Y la enorme piedra que se había colocado a su puerta
se movió por sí misma, poniéndose a un lado, y el sepulcro se abrió. Y los dos
hombres penetraron en él. 4. Y, no bien hubieron visto esto, los soldados
despertaron al centurión y a los ancianos, porque ellos también hacían la
guardia. 5. Y, apenas los soldados refirieron lo que habían
presenciado, de nuevo vieron salir de la tumba a tres hombres, y a dos de ellos
sostener a uno, y a una cruz seguirlos. 6.
Y la cabeza de los sostenedores
llegaba hasta el cielo, mas la cabeza de aquel que conducían pasaba más allá de
todos los cielos. 7. Y oyeron una voz, que preguntaba en las alturas: ¿Has
predicado a los que están dormidos? 8.
Y se escuchó venir de la cruz esta
respuesta: Sí. 9. Los circunstantes, pues, se preguntaban unos a otros
si no sería necesario marchar de allí, y relatar a Pilatos aquellas cosas. 10. Y, en
tanto que deliberaban todavía, otra vez aparecieron los cielos abiertos, y un
hombre que de ellos descendió y que entró en el sepulcro.
Temor
de los que hicieran la guardia en el sepulcro
XI 1.Visto lo
cual, el centurión y sus compañeros de guardia se apresuraron a ir a visitar a
Pilatos por la noche, abandonando el sepulcro que vigilaran. Y contaron todo lo
que habían presenciado, vivamente inquietos y diciendo: Verdaderamente era Hijo
de Dios. 2. Mas Pilatos, respondiendo, dijo: Yo estoy puro de la
sangre del Hijo de Dios, y sois vosotros los que lo habéis decidido así. 3. Entonces
todos le rogaron, sumisos, que ordenase al centurión y a los soldados no decir
nada de lo que habían visto. 4. Porque (arguyeron), siendo culpable del mayor pecado
ante Dios, nos importa no caer en manos del pueblo judío, y no ser lapidados. 5. Y Pilatos
ordenó al centurión y a los soldados que nada dijesen.
Visita
de varias mujeres al sepulcro
XII 1.Al rayar
el alba, María Magdalena, discípula del Señor, tomando consigo a varias de sus
amigas, fue con ellas al sepulcro en que aquél había sido depositado. 2. Y eligió
esa hora, por temor a los judíos, los cuales estaban inflamados de cólera, y
ella no había hecho, sobre el sepulcro del Señor, lo que las mujeres
acostumbran a hacer con los muertos y con los seres queridos.
3. Y las
visitantes temían que los judíos las viesen, y decían: Aunque el día en que se
lo crucificó no hayamos podido llorar y lamentarnos, hagámoslo ahora, al menos
sobre su sepulcro. ¿Quién nos revolverá la piedra de la puerta del sepulcro, a
fin de que entremos, nos sentemos junto a él, y lo unjamos? 4. Porque la
piedra es enorme, y tememos que alguien nos vea. Y, si no podemos revolverla,
al menos depositaremos a la entrada lo que traemos en memoria suya. Y
lloraremos, y nos lamentaremos, hasta que volvamos a nuestras casas.
Las
mujeres encuentran el sepulcro abierto y un ángel les anuncia la resurrección
de Jesús
XIII 1.Y,
habiendo llegado al sepulcro, lo encontraron abierto. Y aproximándose, y
bajándose a mirar, vieron, sentado en medio del sepulcro, un mancebo hermoso y
vestido con una ropa muy brillante, que les dijo: 2. ¿Por qué
habéis venido? ¿A quién buscáis? ¿Al crucificado? Resucitó, y se fue. Y, si no
lo creéis, mirad, y ved que no está ya en el lugar en que se lo puso. Porque se
ha levantado de entre los muertos, y se ha ido a la mansión de donde se lo
había enviado. 3. Entonces las mujeres, espantadas, huyeron.
Los
discípulos continúan afligidos
XIV 1.Y era el
último día de los Ázimos, y muchos salían de la ciudad, y regresaban a sus
hogares, por haber terminado la fiesta. 2.
Nosotros, los doce discípulos del
Señor, llorábamos y nos afligíamos. Y cada cual, apesadumbrado por lo que
sucediera, se retiró a su casa. 3. Cuanto a mí, Simón Pedro, y a Andrés, mi hermano,
tomamos nuestras redes y nos fuimos al mar. Y estaba con nosotros Levi, hijo de
Alfeo, cuando el Señor...
Fuente:
Los Evangelios Apócrifos, por Edmundo González Blanco
(Citas en la
literatura cristiana primitiva)
Serapión
(Ob. de Antioquía 190-211)
1. Nosotros, en efecto, hermanos, recibimos tanto a Pedro
como a los demás apóstoles cual si se tratara de Cristo mismo, pero rechazamos
con conocimiento de causa las obras falsificadas con sus nombres, sabiendo que
semejantes escritos no los hemos recibido por tradición. Yo, cuando me
encontraba en medio de vosotros, suponía que todos estabais adheridos a la
verdadera fe, y por no hojear el evangelio atribuido a Pedro, que ellos
mismos me presentaban, dije que, si era aquello lo único que les acongojaba,
podían leerlo. Mas ahora, al enterarme de que su verdadero sentir estaba enmarañado
en cierta herejía, a juzgar por lo que se me ha dicho, me apresuré a personarme
de nuevo entre vosotros. Así, pues, hermanos, esperadme en breve. Por nuestra
parte, hermanos, después de darnos perfecta cuenta de la herejía a que estaba
adherido Marciano, quien llegaba a contradecirse a sí mismo, no entendiendo lo
que decía (cosa que podréis saber por mi carta), nos ha sido, pues, posible por
medio de los que manejaron este mismo evangelio; es decir, por los sucesores de los que le entronizaron (a los que llamaremos docetas, pues la mayor parte de sus doctrinas están impregnadas en las enseñanzas de estos herejes), hemos podido, digo, por medio de éstos manejar el libro en cuestión, hojearlo y comprobar que la mayor parte del contenido está conforme con la recta doctrina del Salvador, si bien se encuentran algunas recomendaciones nuevas que hemos sometido a vuestra consideración. Y esto es lo que escribía Serapión. (citado por Eusebio, Hist. Eccl. VI 12,2-6)
Orígenes
(+ 253-254)
2. Algunos, haciendo caso a la tradición contenida en el
evangelio titulado según Pedro o en el libro de Santiago, dicen que los
hermanos de Jesús son hijos de José, habidos de una primera mujer que convivió
con éste antes que María. (Comm. in Mt. 10,17)
Eusebio
de Cesarea (+ 339)
3. Y por lo que se refiere a los llamados Hechos suyos
[de Pedro], al Evangelio que lleva su nombre y a lo que llaman su
Predicación y su Apocalipsis, sabemos que no han sido en manera alguna
incluidos por la tradición entre los católicos [libros canónicos], pues ningún
escritor eclesiástico antiguo o contemporáneo se sirvió de testimonios
procedentes de tales obras. (Hist. Eccl. III 3,2)
4. Por otra parte, el estilo desdice de las maneras
apostólicas; además, las sentencias y principios del contenido, en total
desacuerdo con la verdadera ortodoxia, demuestran claramente que se trata, en
efecto, de teorías inventadas por herejes. Por que tales obras no deben ser
catalogadas siquiera entre las apócrifas, sino rechazadas por absurdas e
irreverentes. (Hist. Eccl. III 25,6-7)
Teodoreto
Cirense (+ h.460)
5. Los nazarenos son judíos
que veneran a Cristo como hombre justo y que se sirven del evangelio llamado
según P
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